Mostrando entradas con la etiqueta Hans Küng. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Hans Küng. Mostrar todas las entradas

viernes, 21 de enero de 2011

Benedicto XVI concluye la reforma de la eternidad. Por Juan G. Bedoya

Todo es metáfora. Donde el Credo enseña que los buenos serán premiados con el cielo eterno y los pecadores castigados con un terrible infierno, en realidad no se refiere a lugares físicos entre las nubes o bajo tierra, sino a estados de ánimo. Vale lo mismo para el purgatorio, que el papa Benedicto XVI acaba de reducir también a un simple "fuego interior". "El purgatorio no es un elemento de las entrañas de la Tierra, no es un fuego exterior, sino interno", dijo el Pontífice en la catequesis del miércoles pasado.

Juan Pablo II sostuvo algo parecido en agosto de 1999 sobre el cielo y el infierno, también meros estados de ánimo. Lo había proclamado mucho antes el filósofo existencialista francés Jean Paul Sartre, con esta frase que hizo época: "El infierno son los otros".

Dijo en 1999 el famoso papa polaco: "El infierno, más que un lugar, es una situación de quien se aparta de modo libre y definitivo de Dios". Y también que "el cielo no es un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con Dios".

Hasta ahora estaba justificado escribir cielo, infierno, purgatorio o limbo en mayúscula porque se consideraban topónimos, "si bien de carácter mítico o imaginario". Lo establece así la Real Academia Española en la reciente Ortografía de la lengua española. Su argumento es que esos sustantivos "designan específicamente los lugares establecidos por las distintas religiones como destino de las almas tras la muerte".

Liquidados como topónimos míticos, pierden el derecho a la mayúscula. Queda por llegar una petición de disculpas por las desgracias y los miedos causados con esos espantajos. Después de Galileo era imposible creer en el cielo tal como lo presentaban los eclesiásticos. Pero decirlo ha sido peligroso durante siglos. En el año 1600 fue quemado vivo Giordano Bruno; en 1616 condenado Copérnico, y en 1663, Galileo. El precio moral que ha pagado el Vaticano por esas barbaridades es elevado, pero mayor el quebranto de millones de fieles que han vivido -muchos viven todavía- aterrorizados por la idea del fuego eterno en un infierno ahora desechado.

Los papas libran ahora a sus fieles católicos de esa escatología apocalíptica, tenebrosa y vengadora. Teólogos tan importantes como Hans Küng o Hans-Urs von Balthasar se les adelantaron 40 años, el primero con grave riesgo de anatematización. Fue perito del Concilio Vaticano II por decisión de Juan XXIII y profesor de teología en la Universidad Católica de Tubinga cuando fue apartado del cargo por sus escritos.

En 1975 Küng escribió sobre el cielo: "No se puede hoy, como en los tiempos bíblicos, entender el firmamento azul como la parte exterior del salón del trono de Dios, sino como imagen del dominio invisible de Dios. El cielo de la fe no es el cielo de los astronautas. No es un lugar, sino una forma de ser". Dijo sobre el infierno: "No debe entenderse como un lugar del mundo supraterrestre o infraterrestre, sino como exclusión de la comunión con el Dios vivo".

Si todo era tan evidente, ¿por qué los papas revisan tan tarde la doctrina sobre el más allá? Hay tres respuestas. La primera tiene que ver con el llamado acoso de la ciencia. Roma no quiere repetir las amargas historias de Galileo o Giordano Bruno. La segunda razón es fruto de las estadísticas: el 60% de los católicos cree en Cristo, pero no en el infierno ni en el paraíso. Y, por último, se cumple una obligación conciliar que han retrasado más de lo prudente. La Iglesia debe vivir en su tiempo, y ha de actualizar la interpretación que en el pasado se hizo de los textos sagrados. Se trata del aggiornamento, la palabra preferida de Juan XXIII y su Vaticano II.

El último mito en caer en desuso ha sido el purgatorio. Se trataba de un lugar intermedio entre el cielo y el infierno, una especie de sala de espera. Nunca se dijo oficialmente dónde estaba ubicado y su entrada en escena, en torno a 1170, justificó la celebración del Día de Todos los Santos y la fea costumbre de las bulas con que comprar el cielo para las almas de amigos y parientes.

Otro tachón en la geografía escatológica afectó al limbo. Decían los catecismos clásicos que el limbo era el lugar al que iban quienes morían sin uso de razón y sin bautizar. Un lugar sin tormento ni gloria, algo así como estar en Babia toda la eternidad.

El castigo consistía en vivir en una tercera clase de cavidad distinta del cielo y el infierno, en el que las almas cándidas, además de estar privadas de gloria, sufrirían la ausencia de quienes habían tenido la fortuna de salvarse: padres, hermanos... La doctrina tridentina incentivaba con tan terribles argumentos el bautismo rápido de los recién nacidos.

Fue Juan Pablo II quien ordenó en 2004, poco antes de morir, al entonces cardenal Joseph Ratzinger (hoy Benedicto XVI) la dirección de una comisión teológica que razonase la supresión del limbo. No era un problema teológico aislado. El papado se sentía obligado a cambiar puntos de vista que han llenado de zozobra a sus fieles. Así, la visión que, desde san Agustín, tiene la Iglesia de Roma sobre el hombre como un ser irremediablemente empecatado desde que Eva y la serpiente liaron a Adán. El Papa buscaba una síntesis que ayudase "a una práctica pastoral más coherente e iluminada". La doctrina que coloca en el limbo a los niños muertos con el "pecado original" no lavado por el bautismo, es de origen medieval y poco relevante entre los teólogos modernos a no ser porque se hermana con la idea, también arrumbada por el Concilio Vaticano II, de que fuera de la Iglesia romana no había salvación.

"En el inicio creó Dios el cielo y la tierra", reza la primera frase de la Biblia. Para los que se toman este libro sagrado como doctrina, semejante inicio ocurrió en apenas una semana y hace unos 6.000 años. También sostienen que existió un paraíso (un jardín llamado otras veces el Edén, la Tierra del deleite), donde Adán y un apéndice costillar llamado Eva tuvieron dos hijos, Caín y Abel, que a su vez... La dichosa historia de la manzana les costó ser arrojados a unas tinieblas exteriores y tener que trabajar, ellos y sus descendientes, para ganarse el pan "con el sudor de su frente". El cronista bíblico no percibió desempleo en aquel tiempo.

Es una curiosa historia, con serpiente incluida y con final infeliz. En realidad, todo irreal. Pero sus consecuencias han sido terribles. Como durante siglos el tema del paraíso terrenal se ha interpretado tal como fue escrito en los tiempos del rey Salomón, los predicadores cristianos han enseñado que por Eva entró el mal y la muerte en el mundo y que la mujer merece desprecio eterno por ello. "No seáis nunca ni Judas ni Eva", exhortaba Pío XII, en los años cincuenta del siglo pasado, cada vez que había ordenaciones sacerdotales en Roma y recibía en audiencia a los misacantanos.

Hay una larga relación de pensadores cristianos que proclamaron en los años sesenta, tras el Vaticano II, lo que ahora predican los pontífices. Pero, para una mirada de lego, la nueva escatología papal pone patas arriba la interpretación clásica de los textos sagrados y lo que se ha enseñado como doctrina a los niños españoles en catecismos tan afamados como los de Astete y Ripalda. También decae estrepitosamente la idea de Tomás de Aquino sobre algunos de los placeres esenciales de los que van al cielo: además de la visión de Dios, el sabio de Aquino subraya el poco cristiano de la contemplación de los sufrimientos de los arrojados al infierno.

En la misma línea, el colosal Dante predica esa fruición vengativa cuando en La Divina Comedia, además de regodearse en la "región de los condenados" con la cita de ladrones, usureros, alcahuetes, traidores, príncipes negligentes, papas codiciosos y genios tramposos como Ulises (por lo del caballo de Troya), ajusta cuentas a sus paisanos de Florencia, de los que fue prior antes de ser exiliado. En su viaje al más allá el poeta cita a 32 florentinos que se pudren en los infiernos. Es humano el regodeo, pero de exageraciones tales procede quizás la alternativa excremental de la palabra escatología, un derivado de ésjatos (último) y logos (estudio): el estudio de los últimos días.

El cotilleo morboso de Dante ante los condenados al fuego eterno aterrorizó, en cambio, a Unamuno, que califica de "absurdo moral" la sola idea del infierno. "Por el infierno empecé a rebelarme contra la fe. Mi terror ha sido el aniquilamiento, la anulación, la nada más allá de la tumba. ¿Para qué más infierno?", escribió.

Por el infierno y el resto de la escatología cristiana, el Vaticano, con su enorme poder, llenó de sombras, tristezas y miedos durante siglos la visión de la humanidad, con límites tenidos hoy por irreverentes. Un ejemplo es el predicador capuchino Martin von Cochem, que llegó a fijar la altura de las llamas del infierno, llamando la atención sobre el hecho de que su fuego es más tórrido que el terrenal: porque sucede "en lugar cerrado", "se alimenta de pez y azufre" y es Dios quien lo sopla.

"Tú sabes", se exhibe Cochem, "que cuando se sopla sobre el fuego, éste prende con más ímpetu. Si el fuego se atiza con grandes fuelles, como se hace en las fraguas de los herreros, las llamas se enfurecen. Cuando es el Dios omnipotente el que sopla el fuego del infierno con su aliento, ¡cuán horrible no será su rabia y furor".

Que una escatología tan grosera y disparatada haya pervivido durante siglos se explica por el ansia de inmortalidad del género humano y la esperanza de un "más allá" tras la muerte. Lo sostiene el teólogo Manuel Fraijó, alumno en Alemania de Karl Rahner, Hans Küng o Walter Kasper (director de su tesis doctoral). "Ya avisó Feuerbach que, si no existiera la muerte, no existiría la religión. Y Nietzsche atribuía la victoria del cristianismo a esa deplorable adulación de la vanidad personal lograda a golpe de promesas de inmortalidad", añade.

El infierno es, además, una antiutopia destructiva. Al amenazar con las penas eternas, se pretendía infundir terror y provocar la huida del mundo. La mirada del más allá operaba como distracción para alejar a los creyentes de sus responsabilidades en la construcción de la ciudad terrena.

Al fondo está la doctrina de la resurrección, que nació también como respuesta a la injusticia. Dice el teólogo Fraijó: "Existen los injustamente tratados, los humillados y ofendidos, las víctimas del egoísmo y la barbarie. La resurrección viene a satisfacer una de las apetencias fundamentales del ser humano, marcado por una melancolía de la plenitud que únicamente la resurrección llena. Existe una antropología, llamémosla de los insatisfechos, que encaja bien con el anuncio de la resurrección. Para ella, la resurrección es una exigencia".





Fuente: ElPais.com / El Papa concluye la reforma de la eternidad
Autor: Juan G. Bedoya, (España 1945 -) periodista, docente y político. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra y ha trabajado, entre otros medios, en Alerta (Santander), El Correo Español (Bilbao), Televisión Española y ahora responsable de la sección de Religión de El País. La Comisión Europea ha otorgado en España el ‘Premio Europeo de Periodismo 2009.
También ha sido director de Hoja del Lunes de Santander (1975-1980). Director del Curso La cuestión regional de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Profesor de Literatura en la Escuela Politécnica (1973-1974). Presidente de la Junta de Fundadores de Cantábrico de Prensa S.A. Editor del periódico ALERTA Cantabria (1985-1993).
Fotografía: Detalle de el "El purgatorio", visto por el ilustrador Gustavo Doré de La divina comedia / retocado digitalmente del original (Getty)



+ Leer más...

lunes, 24 de mayo de 2010

Carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo. Por Hans Küng

El teólogo Hans Küng juzga el pontificado de Benedicto XVI como el de las oportunidades perdidas. En el quinto aniversario de su llegada al Vaticano, pide al clero que reaccione ante la crisis de la Iglesia, agudizada por los abusos a menores.

Estimados obispos,

Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, y yo fuimos entre 1962 1965 los dos teólogos más jóvenes del concilio. Ahora, ambos somos los más ancianos y los únicos que siguen plenamente en activo. Yo siempre he entendido también mi labor teológica como un servicio a la Iglesia. Por eso, preocupado por esta nuestra Iglesia, sumida en la crisis de confianza más profunda desde la Reforma, os dirijo una carta abierta en el quinto aniversario del acceso al pontificado de Benedicto XVI. No tengo otra posibilidad de llegar a vosotros.

Aprecié mucho que el papa Benedicto, al poco de su elección, me invitara a mí, su crítico, a una conversación de cuatro horas, que discurrió amistosamente. En aquel momento, eso me hizo concebir la esperanza de que Joseph Ratzinger, mi antiguo colega en la Universidad de Tubinga, encontrara a pesar de todo el camino hacia una mayor renovación de la Iglesia y el entendimiento ecuménico en el espíritu del Concilio Vaticano II.

Mis esperanzas, y las de tantos católicos y católicas comprometidos, desgraciadamente no se han cumplido, cosa que he hecho saber al papa Benedicto de diversas formas en nuestra correspondencia. Sin duda, ha cumplido concienzudamente sus cotidianas obligaciones papales y nos ha obsequiado con tres útiles encíclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Pero en lo tocante a los grandes desafíos de nuestro tiempo, su pontificado se presenta cada vez más como el de las oportunidades desperdiciadas, no como el de las ocasiones aprovechadas:

- Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos: el Papa reintroduce la plegaria preconciliar en la que se pide por la iluminación de los judíos y readmite en la Iglesia a obispos cismáticos notoriamente antisemitas, impulsa la beatificación de Pío XII y sólo se toma en serio al judaísmo como raíz histórica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un camino propio hacia la salvación. Los judíos de todo el mundo se han indignado con el predicador pontificio en la liturgia papal del Viernes Santo, en la que comparó las críticas al Papa con la persecución antisemita.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes; es sintomático el discurso de Benedicto en Ratisbona, en el que, mal aconsejado, caricaturizó al islam como la religión de la violencia y la inhumanidad, atrayéndose así la duradera desconfianza de los musulmanes.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica: el Papa afirma con toda seriedad que estos "anhelaban" la religión de sus conquistadores europeos.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas: reconociendo inequívocamente la teoría de la evolución y aprobando de forma diferenciada nuevos ámbitos de investigación, como el de las células madre.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas.

Este último punto, estimados obispos, es especialmente grave. Una y otra vez, este Papa relativiza los textos conciliares y los interpreta de forma retrógrada contra el espíritu de los padres del concilio. Incluso se sitúa expresamente contra el concilio ecuménico, que según el derecho canónico representa la autoridad suprema de la Iglesia católica:

- Ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, ordenados ilegalmente fuera de la Iglesia católica y que rechazan el concilio en aspectos centrales.

- Apoya con todos los medios la misa medieval tridentina y él mismo celebra ocasionalmente la eucaristía en latín y de espaldas a los fieles.
- No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana, firmado en documentos ecuménicos oficiales (ARCIC), sino que intenta atraer a la Iglesia católico-romana a sacerdotes anglicanos casados renunciando a aplicarles el voto de celibato.

- Ha reforzado los poderes eclesiales contrarios al concilio con el nombramiento de altos cargos anticonciliares (en la Secretaría de Estado y en la Congregación para la Liturgia, entre otros) y obispos reaccionarios en todo el mundo.

El Papa Benedicto XVI parece alejarse cada vez más de la gran mayoría del pueblo de la Iglesia, que de todas formas se ocupa cada vez menos de Roma y que, en el mejor de los casos, aún se identifica con su parroquia y sus obispos locales.

Sé que algunos de vosotros padecéis por el hecho de que el Papa se vea plenamente respaldado por la curia romana en su política anticonciliar. Esta intenta sofocar la crítica en el episcopado y en la Iglesia y desacreditar por todos los medios a los críticos. Con una renovada exhibición de pompa barroca y manifestaciones efectistas cara a los medios de comunicación, Roma trata de exhibir una Iglesia fuerte con un "representante de Cristo" absolutista, que reúne en su mano los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Sin embargo, la política de restauración de Benedicto ha fracasado. Todas sus apariciones públicas, viajes y documentos no son capaces de modificar en el sentido de la doctrina romana la postura de la mayoría de los católicos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual. Ni siquiera los encuentros papales con la juventud, a los que asisten sobre todo agrupaciones conservadoras carismáticas, pueden frenar los abandonos de la Iglesia ni despertar más vocaciones sacerdotales.

Precisamente vosotros, como obispos, lo lamentaréis en lo más profundo: desde el concilio, decenas de miles de obispos han abandonado su vocación, sobre todo debido a la ley del celibato. La renovación sacerdotal, aunque también la de miembros de las órdenes, de hermanas y hermanos laicos, ha caído tanto cuantitativa como cualitativamente. La resignación y la frustración se extienden en el clero, precisamente entre los miembros más activos de la Iglesia. Muchos se sienten abandonados en sus necesidades y sufren por la Iglesia. Puede que ese sea el caso en muchas de vuestras diócesis: cada vez más iglesias, seminarios y parroquias vacíos. En algunos países, debido a la carencia de sacerdotes, se finge una reforma eclesial y las parroquias se refunden, a menudo en contra de su voluntad, constituyendo gigantescas "unidades pastorales" en las que los escasos sacerdotes están completamente desbordados.

Y ahora, a las muchas tendencias de crisis todavía se añaden escándalos que claman al cielo: sobre todo el abuso de miles de niños y jóvenes por clérigos -en Estados Unidos, Irlanda, Alemania y otros países- ligado todo ello a una crisis de liderazgo y confianza sin precedentes. No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005), en la que ya bajo Juan Pablo II se recopilaron los casos bajo el más estricto secreto. Todavía el 18 de mayo de 2001, Ratzinger enviaba un escrito solemne sobre los delitos más graves (Epistula de delitos gravioribus) a todos los obispos. En ella, los casos de abusos se situaban bajo el secretum pontificium, cuya vulneración puede atraer severas penas canónicas. Con razón, pues, son muchos los que exigen al entonces prefecto y ahora Papa un mea culpa personal. Sin embargo, en Semana Santa ha perdido la ocasión de hacerlo. En vez de ello, el Domingo de Ramos movió al decano del colegio cardenalicio a levantar urbi et orbe testimonio de su inocencia.

Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia católica son devastadoras. Esto es algo que también confirman ya dignatarios de alto rango. Innumerables curas y educadores de jóvenes sin tacha y sumamente comprometidos padecen bajo una sospecha general. Vosotros, estimados obispos, debéis plantearos la pregunta de cómo habrán de ser en el futuro las cosas en nuestra Iglesia y en vuestras diócesis. Sin embargo, no querría bosquejaros un programa de reforma; eso ya lo he hecho en repetidas ocasiones, antes y después del concilio. Sólo querría plantearos seis propuestas que, es mi convicción, serán respaldadas por millones de católicos que carecen de voz.

1. No callar: en vista de tantas y tan graves irregularidades, el silencio os hace cómplices. Allí donde consideréis que determinadas leyes, disposiciones y medidas son contraproducentes, deberíais, por el contrario, expresarlo con la mayor franqueza. ¡No enviéis a Roma declaraciones de sumisión, sino demandas de reforma!

2. Acometer reformas: en la Iglesia y en el episcopado son muchos los que se quejan de Roma, sin que ellos mismos hagan algo. Pero hoy, cuando en una diócesis o parroquia no se acude a misa, la labor pastoral es ineficaz, la apertura a las necesidades del mundo limitada, o la cooperación mínima, la culpa no puede descargarse sin más sobre Roma. Obispo, sacerdote o laico, todos y cada uno han de hacer algo para la renovación de la Iglesia en su ámbito vital, sea mayor o menor. Muchas grandes cosas en las parroquias y en la Iglesia entera se han puesto en marcha gracias a la iniciativa de individuos o de grupos pequeños. Como obispos, debéis apoyar y alentar tales iniciativas y atender, ahora mismo, las quejas justificadas de los fieles.

3. Actuar colegiadamente: tras un vivo debate y contra la sostenida oposición de la curia, el concilio decretó la colegialidad del Papa y los obispos en el sentido de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro tampoco actuaba sin el colegio apostólico. Sin embargo, en la época posconciliar los papas y la curia han ignorado esta decisión central del concilio. Desde que el papa Pablo VI, ya a los dos años del concilio, publicara una encíclica para la defensa de la discutida ley del celibato, volvió a ejercerse la doctrina y la política papal al antiguo estilo, no colegiado. Incluso hasta en la liturgia se presenta el Papa como autócrata, frente al que los obispos, de los que gusta rodearse, aparecen como comparsas sin voz ni voto. Por tanto, no deberíais, estimados obispos, actuar solo como individuos, sino en comunidad con los demás obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de la Iglesia, hombres y mujeres.

4. La obediencia ilimitada sólo se debe a Dios: todos vosotros, en la solemne consagración episcopal, habéis prestado ante el Papa un voto de obediencia ilimitada. Pero sabéis igualmente que jamás se debe obediencia ilimitada a una autoridad humana, solo a Dios. Por tanto, vuestro voto no os impide decir la verdad sobre la actual crisis de la Iglesia, de vuestra diócesis y de vuestros países. ¡Siguiendo en todo el ejemplo del apóstol Pablo, que se enfrentó a Pedro y tuvo que "decirle en la cara que actuaba de forma condenable" (Gal 2, 11)! Una presión sobre las autoridades romanas en el espíritu de la hermandad cristiana puede ser legítima cuando estas no concuerden con el espíritu del Evangelio y su mensaje. La utilización del lenguaje vernáculo en la liturgia, la modificación de las disposiciones sobre los matrimonios mixtos, la afirmación de la tolerancia, la democracia, los derechos humanos, el entendimiento ecuménico y tantas otras cosas sólo se han alcanzado por la tenaz presión desde abajo.

5. Aspirar a soluciones regionales: es frecuente que el Vaticano haga oídos sordos a demandas justificadas del episcopado, de los sacerdotes y de los laicos. Con tanta mayor razón se debe aspirar a conseguir de forma inteligente soluciones regionales. Un problema especialmente espinoso, como sabéis, es la ley del celibato, proveniente de la Edad Media y que se está cuestionando con razón en todo el mundo precisamente en el contexto de los escándalos por abusos sexuales. Una modificación en contra de la voluntad de Roma parece prácticamente imposible. Sin embargo, esto no nos condena a la pasividad: un sacerdote que tras madura reflexión piense en casarse no tiene que renunciar automáticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podrían proceder con una solución regional, aunque sería mejor aspirar a una solución para la Iglesia en su conjunto. Por tanto:

6. Exigir un concilio: así como se requirió un concilio ecuménico para la realización de la reforma litúrgica, la libertad de religión, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, lo mismo ocurre en cuanto a solucionar el problema de la reforma, que ha irrumpido ahora de forma dramática. El concilio reformista de Constanza en el siglo previo a la Reforma acordó la celebración de concilios cada cinco años, disposición que, sin embargo, burló la curia romana. Sin duda, esta hará ahora cuanto pueda para impedir un concilio del que debe temer una limitación de su poder. En todos vosotros está la responsabilidad de imponer un concilio o al menos un sínodo episcopal representativo.

La apelación que os dirijo en vista de esta Iglesia en crisis, estimados obispos, es que pongáis en la balanza la autoridad episcopal, revalorizada por el concilio. En esta situación de necesidad, los ojos del mundo están puestos en vosotros. Innúmeras personas han perdido la confianza en la Iglesia católica. Para recuperarla sólo valdrá abordar de forma franca y honrada los problemas y las reformas consecuentes. Os pido, con todo el respeto, que contribuyáis con lo que os corresponda, cuando sea posible en cooperación con el resto de los obispos; pero, si es necesario, también en solitario, con "valentía" apostólica (Hechos 4, 29-31). Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva.

Os saluda, en la comunión de la fe cristiana,

Hans Küng.




Fuente: ElPais.com
Autor: Hans Küng (Suiza, 1928-), es un sacerdote católico, teólogo controvertido y prolífico autor. Desde 1995 es Presidente de la Fundación por una Ética Mundial (Stiftung Weltethos). Küng es "un sacerdote católico en activo", pero el Vaticano ha anulado su autoridad para enseñar teología católica. A pesar de ello permanece en la Universidad de Tübingen como profesor de Teología Ecuménica, donde imparte clases como profesor emérito desde 1996. A pesar de no tener permiso para enseñar teología católica, ni su obispo ni la Santa Sede han revocado sus facultades sacerdotales.
Traducción: Jesús Alborés Rey
Fotografía: Mitras. Obispos en una misa celebrada por los prelados fallecidos / Reuters

+ Leer más...

viernes, 21 de mayo de 2010

Hacia una nueva Reforma Religiosa Católica. Por Arturo Delgado Santos

La Edad Media mantuvo la unidad religiosa en torno al cristianismo en Europa occidental, por más de diez siglos.

Tiempo en que surgieron, se desarrollaron y se derrumbaron imperios. Época en que la corrupción se expresaba en los asuntos públicos y privados, particularmente, entre la iglesia católica, las autoridades monárquicas, los integrantes de la casta militar y la naciente burguesía.

Las formas de ejercer el poder político e ideológico de la iglesia católica y la monarquía absoluta, llegaron al hartazgo de las capas medias de la población, de los intelectuales, de la naciente burguesía, de los humanistas y de los renacentistas.

En los últimos siglos del medioevo, siglos XIII, XIV y XV, los avances de la ciencia, la navegación, el conocimiento del universo, las nuevas formas de pensar, escribir, comerciar, intercambiar productos y conocimientos, además, de las más variadas formas de opresión, corrupción, venta de indultos por parte de los clérigos, generó una crisis espiritual, religiosa, que en el corto tiempo habría de dar origen a creyentes: católicos, anglicanos, luteranos y calvinistas.

La Reforma Religiosa europea durante el siglo XVI, produjo una profunda crisis religiosa y política que, además de dar origen a nuevas instituciones religiosas, formó un nuevo sistema de valores, donde los componentes del pensamiento religioso, eran más racionales, prácticos y con sentido social.

El monje agustino Martín Lutero, en Alemania, profesó sus 95 tesis denunciando las indulgencias y los excesos de la iglesia católica, afirmando que la esencia del cristianismo radica en la comunicación directa de cada persona con Dios y no en la organización encabezada por el Papa.

Las tesis de Lutero, consideran que las personas se salvan sólo por su fe y no por sus obras; todos los creyentes pueden interpretar libremente los textos sagrados, el libre examen de la Biblia , con el rechazo de la tradición de la iglesia como fuente de la verdad y como autoridad en la interpretación bíblica; abolición del celibato obligatorio; reducción de los sacramentos a dos: bautismo y eucaristía.

En Inglaterra la iglesia anglicana aceptó la intervención del Rey Enrique VIII, en la toma de decisiones, en lugar del Papa.

Las diferencias entre ambas iglesias se producen con el tiempo, por las decisiones de los distintos reyes.

El pensamiento protestante en los E. U. A. llegó junto al proceso de colonización inglesa, amén de los grupos religiosos de otras nacionalidades, que fueron creciendo y hoy representan un relevante mosaico ideológico, que cada vez sus discrepancias son más profundas y agudas, lo cual puede llegar a desatar una lucha ideológica de consecuencias incalculables, sobre todo, si sumamos el ingrediente racial, a esa lucha política que hoy viven los norteamericanos.

La crisis que vive hoy, la iglesia católica, cuya institución suprema, el Vaticano y las iglesias católicas distribuidas en el mundo, así como sus autoridades desde el Papa hasta el más modesto sacerdote en la parroquia de la colonia o del pueblo, están sujetos a una profunda crítica, donde se le solicita al actual Papa que renuncie, al mismo tiempo, que obispos renuncian cuando se les exhibe por haber violado a niños o niñas, abusando de la autoridad moral que ejercen sobre sus creyentes.

En este debate mundial sobre la condena unánime contra los sacerdotes pederastas, el teólogo Hans Küng dirige una carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo, para explicarles que la actual crisis que vive la iglesia católica sólo es comparable a la vivida durante la Reforma del siglo XVI y que hizo posible cambios profundos en la institución universal católica, para innovarse y poder seguir sirviendo a la feligresía.

La iglesia católica, como toda institución pública, modifica constantemente su normatividad, en este caso, por medio de encíclicas, concilios, conferencia, acuerdos y resoluciones que se aplican y obedecen en línea vertical. No hay democracia. Hay obediencia. No hay razón. Hay fe. No hay ciencia. Hay dogma. No hay pensamiento crítico. Hay pensamiento acrítico.

La crítica profunda del teólogo Hans Küng al pensamiento y acción del actual Papa, se sintetiza en seis propuestas fundamentales, tales como: no callar; mandar las críticas a Roma y demandar Reforma; acometer reformas y demandar renovación de la iglesia; actuar colegiadamente, no permitir más que el Papa sea un autócrata; la obediencia ilimitada sólo se debe a Dios; aspirar a soluciones regionales, donde problemas como el celibato deben ser resueltos, ya que los escándalos por abusos sexuales por parte de sacerdotes, hacen pensar que la decisión de casarse o no, es del sacerdote y no de la autoridad eclesiástica; exigir un concilio ecuménico para aprobar las reformas litúrgica, la libertad de religión, el ecumenismo y el diálogo interreligioso.

Así como se difunden cartas, declaraciones y homilías de las autoridades eclesiásticas, unas en pro y otras de crítica al proceder institucional local, nacional e internacional, los fieles deben tomar cartas en el asunto de la Reforma Religiosa Católica, que haga posible y real la renovación que demanda el teólogo Hans.

Y concluye la carta de Küng: Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva.




Fuente: ElPorvenir.com.mx
Autor: Arturo Delgado Santos, periodista mexicano escribe sus opiniones en el diario El Porvenir de Monterrey. Posee estudios de Licenciatura en Psicología y Educación. Estudios de Posgrado en Psiquiatría Hospitalaria y de la Comunidad, Psicología Clínica Infantil y de la Adolescencia, así como en Psicopedagogía. También es Asesor de la Dirección de Educación Especial y Catedrático de la Escuela de Ciencias de la Educación.

+ Leer más...

miércoles, 24 de marzo de 2010

Católicos: depravación, curas, matrimonio, Iglesia, papado. Por Gonzalo Tarrués

El Titanic eclesial y su propio iceberg. En Alemania, donde un joven Ratzinger alguna vez usó uniforme, embistieron contra el papa: le exigen entone un mea culpa por los casos de violaciones infantiles; en el otro lado de la vereda gran escándalo porque un sacerdote casado oficia la misa: Jesús no fue sacerdote, afirma el inculpado.

Fue durante cinco años arzobispo de Münich, aseguró Hans Küng refiriéndose a Josef Ratzinger, y ''La veracidad exige que el hombre que desde hace décadas es el responsable principal de la ocultación a nivel mundial -de los casos de pedofilia-, concretamente Josef Ratzinger, entone su propio 'mea culpa'''. Y agregó, en un importante periódico alemán:

''Ninguna persona en la Iglesia ha tenido sobre su mesa tantos casos de abusos como él''. Küng -teólogo enfrentado por años al papado- también recordó que el Papa estuvo al tanto de los múltiples casos de de esas prácticas cuando fue profesor de Teología en Ratisbona, donde su propio hermano Georg debió haberle informado sobre los abusos en el coro catedralicio infantil.

Además Küng no olvida que el actual Papa fue durante cinco años arzobispo de Münich, diócesis en la que se han destapado muchos casos de pedofilia perpetrados por curas durante su mandato, y también por 24 años prefecto de la Congregación para la Defensa de la Doctrina de la Fe.


Victorino Pérez Prieto, sacerdote, casado y en Galicia

El obispado de Mondoñedo Ferrol selanzó con todo- y nada tolerante- contra el cura Victorino Pérez, al que amenaza con todo el peso del Derecho Canónigo por celebrar misa estando casado.

Con un dejo a la vez melancólico y desafiante el sacerdote retruca: Siempre hemos dicho que la mayoría de nosotros, curas casados nos sentimos felizmente retornados al estado laical. Jesús de Nazareth no fue nunca un sacerdote, sino un laico. Él animó a sus discípulos a celebrar la fracción del pan y del vino en grupo, en comunidad. "Haced esto en memoria mía". "Porque allá donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allá estoy yo en medio de ellos". Y suma:

Es triste que los obispos gallegos salten ahora ante este caso concreto, cuando ellos saben que en Galicia, en España, en Latinoamérica y en muchos otros lugares del Mundo somos miles y miles los sacerdotes que estamos viviendo un tipo de Iglesia en comunidades fraternas, de iguales, sin ningún tipo de clericalismo.

Lo vivimos especialmente en las comunidades de base y en movimientos renovadores de Iglesia. Aunque haya una desobediencia a normas disciplinarias concretas (no a cuestiones de fe), hay una fidelidad a un servicio comunitario, a una eclesialidad abierta, servicial y evangélica y también a una comunión crítica con la Iglesia.

Llevamos muchos años viviendo así nuestra fe y queremos seguir viviéndolo, aunque a nuestros obispos no les guste. Más pronto que tarde, ellos y sobre todo el Papa, tendrán que comprender que la actual ley del celibato obligatorio para los clérigos es algo caduco y desfasado, que obedece más a una Iglesia de siglos pasados que a la del S. XXI.

Muchos obispos y cardenales lo han dicho en público y la mayoría lo reconoce en privado. Incluso Juan Pablo II llegó a reconocer a un grupo de periodistas que sabía que eso sería inevitable, pero que no quería que fuera durante su pontificado.

Los actuales escándalos de pederastia y pedofilia del clero en EEUU, Irlanda, Alemania, Holanda, Austria, Suiza... eso sí que debiera preocuparles... Hay algo que está pidiendo a gritos la opinión pública dentro y fuera de la Iglesia: que se modifique la ley del celibato y puedan coexistir en ella animadores de la comunidad cristiana célibes y casados, hombres o mujeres, heterosexuales u homosexuales, siempre que demuestren una madurez en la fe y un compromiso serio con la comunidad.

Se estima que al menos un 22 por ciento de los sacerdotes debidamente ordenados en la Iglesia Católica están casados. (ver el articulo publicado por "El País", "El 22% de los curas están casados y algunos siguen ejerciendo").


Fuente: Telesurtv.net
Autor: Gonzalo Tarrués

+ Leer más...

viernes, 4 de diciembre de 2009

Anglicanos y Católicos, una nueva etapa ecuménica

Encuentro: Benedicto XVI y el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams.

El papa Benedicto XVI recibió anteayer en Roma, en audiencia privada, al arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, primado de la Comunión Anglicana, que se estima reúne a unos 77 millones de fieles.

En el "cordial coloquio", según la Sala Stampa vaticana, se trató sobre "la necesidad de promover formas de colaboración y de testimonio común a la hora de afrontar" los "grandes desafíos que se les presentan a todas la comunidades cristianas". Williams contó a su vez que el clima había sido "muy amistoso".

En la reunión, se afirmó "la voluntad común de continuar y de consolidar las relaciones ecuménicas entre católicos y anglicanos", al referirse a "los últimos acontecimientos" entre ambos. Esto alude a la Constitución Apostólica Anglicanorum Coetibus, sobre la admisión a una comunión plena con la Iglesia Católica de los anglicanos que lo soliciten, conservando elementos de su espiritualidad y liturgia.

Ese texto se anunció el 20 de octubre último; entonces Williams dejó trascender que sólo dos semanas antes se había enterado de su existencia. La reunión del Papa y Williams estaba acordada desde antes de ese anuncio, con ocasión de un homenaje en Roma al cardenal holandés Johannes Willebrands, muerto en 2006.

Hace unos meses, la Conferencia de Lambeth, cumbre anglicana que se reúne cada diez años, trató las tensiones dentro del anglicanismo en temas como los obispos homosexuales o la ordenación de mujeres. "No hemos resuelto todos nuestros problemas internos, pero las piezas están sobre la mesa", dijo Williams. Ahora, en los próximos días, se reunirá la comisión de diálogo teológico internacional entre católicos y anglicanos.*



Anglicanos y Católicos, una nueva etapa

A determinados grupos y personas, con Hans Küng a la cabeza, les sentó muy mal que el pasado 20 de octubre el Vaticano anunciara la intención de acoger en su seno, y en un marco organizativo que se creaba al efecto, a los anglicanos que desearan formar parte de la Iglesia por su disconformidad con la evolución que había seguido su confesión religiosa con la ordenación como sacerdotes de mujeres, su elevación al cargo de obispos y su posición respecto a los homosexuales.

Hans Küng, con la inmoderación que hace años que le caracteriza, cargó contra el Papa y la Iglesia católica acusándola de taimada y presentando este hecho como un obstáculo para el diálogo ecuménico entre anglicanos y católicos.

Desde otros puntos de vista que ven en cualquier acto que parezca fortalecer a la Iglesia un hecho censurable, también recurrieron al mismo argumento: dar entrada a anglicanos conversos perjudicaba el proceso de diálogo con aquella confesión.

Ante este tipo de críticas es necesario recodar simplemente la evidencia de los hechos, uno más lejano, otro muy reciente, prácticamente de ahora mismo. El más lejano consiste en recordar que el diálogo estaba suspendido por decisión católica. Precisamente por la evolución que iba siguiendo la Iglesia anglicana y que la distanciaba de lo que podía ser considerada como doctrina común. Es necesario recordar en este sentido que los anglicanos no son una iglesia protestante más, fruto de la Reforma. La doctrina anglicana se considera iglesia católica pero no en su carácter romano, es decir reclama también para sí la continuidad apostólica, y eso la ha diferenciado siempre de las iglesias luteranas y calvinistas. En esta singularidad de un catolicismo apostólico han convivido, no sin dificultades, dos corrientes: una influida por la reforma, otra que siempre se ha considerado muy próxima al catolicismo.

Por consiguiente, no podía detenerse el diálogo, porque hacia tiempo que se había interrumpido. Pero es que además, y este es el hecho reciente, la reunión entre el Papa y el primado de la iglesia anglicana, el arzobispo de Canterbury, Rowan Wiliams, ha vuelto ha abrir el proceso de dialogo ecuménico. Asimismo, y esto debe ser subrayado, el líder anglicano ha rechazado que la iniciativa católica esté hecha con la intención de “robarle” fieles a su Iglesia, afirmando: “la gente se hace católica porque quiere hacerse católica, porque sus conciencias son de un cierto tipo y consideran que esa es la voluntad de Dios”.

Y realmente eso es todo. Por relativas facilidades que de la Iglesia no se hará católico un anglicano, ni de cualquier otra confesión, si su conciencia no le impele a ello. Conversos procedentes de aquella confesión ha habido muchos y de muy destacados, y a la cabeza de todos ellos el cardenal de la Iglesia católica Mons. John Henry Newman. Las dificultades del momento no se lo impidieron, las facilidades de ahora no van a fomentar más voluntades de aquéllas que ya se encontraban en comunión previa con el catolicismo.

Una vez más los hechos revelan cuan injustas e infundadas son determinadas críticas. Solo requiere el paso del tiempo, en esta ocasión pocas semanas, para que la realidad se haga evidente.**


Fuente*: LaNacion.com / "El arzobispo de Canterbury con el Papa"
Autor: Jorge Rouillon
Fuente**: ForumLibertas / "Anglicanos y Católicos, una nueva etapa"

+ Leer más...

lunes, 9 de marzo de 2009

"La iglesia católica puede convertirse en secta"

Según el polémico teólogo alemán, Hans Küng, en una entrevista al diario francés Le Monde.

El polémico teólogo católico, Hans Küng, alertó hoy del riesgo de que la iglesia católica se convierta en una secta y denunció las posiciones conservadoras del Papa Benedicto XVI así como su decisión de rehabilitar a cuatro obispos que niegan el Holocausto.

"La Iglesia corre el riesgo de convertirse en una secta. Muchos católicos no esperan nada de este Papa. Y eso es muy doloroso", afirma el teólogo alemán en una entrevista que hoy recoge el diario vespertino Le Monde.

Según Küng, lo primero que tendría que hacer el Pontífice es reconocer que la iglesia católica atraviesa una "crisis profunda" y, después, podría hacer "gestos", como corregir la encíclica que prohíbe todo tipo de contracepción, y podría decir mañana mismo: "Derogo la ley del celibato para los curas".

En su opinión, el Papa es "mucho más poderoso" que el presidente de Estados Unidos porque no tiene que rendir cuentas ante un Tribunal Supremo.

En el caso de Benedicto XVI, Küng considera que es un hombre que siempre ha vivido en el medio eclesiástico, que ha viajado muy poco y ha permanecido encerrado y alejado de las críticas en el Vaticano, lugar que comparó con el Kremlin.

El teólogo considera además que el Papa "tiene una posición ambigua sobre los textos del Concilio (Vaticano II) porque no se siente cómodo con la modernidad y la reforma".

También le parece "escandaloso" que, coincidiendo con el 50 aniversario del lanzamiento del Concilio por el Papa Juan XXIII, el Pontífice actual haya decidido revocar la excomunión a personas opuestas a ese Concilio.

Küng se refiere al negacionista Richard Williamson y otros tres obispos seguidores del cismático ultraconservador Marcel Lefebvre, a quienes Benedicto XVI levantó recientemente la excomunión que pesaba sobre ellos desde hacía 20 años.

Esa decisión del Papa, añadió, no responde a "un fallo de comunicación o de táctica, sino que constituye un error del Gobierno del Vaticano".

Fue el Vaticano el que le quitó a Küng la autorización para enseñar teología católica en 1980 después de que éste cuestionase el dogma de la infalibilidad papal.

Desde entonces, Küng, que ha permanecido dentro de la iglesia católica aunque suspendido como teólogo católico y como sacerdote, está dedicado a fomentar el diálogo entre las religiones.

Nota: Obviamente que no estoy de acuerdo con la opinión de Küng, de la perdida de protagonismo del catolicismo por culpa del actual papa. Pero es interesante ver los otros comentarios vertidos en la misma entrevista. Recordemos que Joseph Ratzinger y Hans Küng se conocieron años atrás en la Universidad de Tubinga, donde eran profesores de Teología Dogmática. El primero llegó a Tubinga en 1966 por recomendación del propio Küng.

En 1979, durante el pontificado de Juan Pablo II, la Iglesia le retiró a Kung la licencia de enseñar en centros católicos después de que se negara a rectificar su rechazo al dogma católico de la infalibilidad papal. La universidad de Tubingia lo mantuvo como profesor de ecumenismo.

Kung criticó duramente a Juan Pablo II e incluso después definió como "artimañas" lo que a su juicio estaba ocurriendo en el Vaticano, supuestamente impulsado por el Cardenal Ratzinger para elegir a un nuevo papa que siguiese la línea de Karol Wojtyla.

Inmediatamente después de la elección de Benedicto XVI, el profesor suizo declaró haberse llevado "una decepción gigantesca" por tal acontecimiento. Editor

Fuente: CriticaDigital.com

+ Leer más...