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domingo, 19 de abril de 2009

La Nueva Izquierda Religiosa y la Fe de Barack Obama

Reseña del libro "La fe de Barack Obama" de Stephen Mansfield. (Grupo Nelson, 2008)

El 12 de septiembre de 1960, y ante una Asociación Ministerial de Houston reunida en pleno para la ocasión, John F. Kennedy pronunció un discurso que ha pasado a la historia de la literatura política norteamericana, como la mejor argumentación jamás expuesta, en defensa de una necesaria separación entre Iglesia y Estado. Al afirmar no ser “el candidato católico a la presidencia” sino “el candidato del Partido Demócrata a la presidencia que, por casualidad, también es católico”, Kennedy trataba de alejar las sospechas sobre su condición de católico e iba incluso más allá en su mensaje, constatando que la fe personal de un candidato a la presidencia de los Estados Unidos, nada tenía que ver con un futuro ejercicio de su cargo. Sin embargo, los ocho años de gobierno de George W. Bush y su conservadurismo compasivo, han venido a contradecir esta idea, al situar nuevamente la religión en el primer plano de la vida pública, un primer plano ocupado ahora por dos candidatos a la presidencia –el republicano John McCain y el demócrata Barack Obama–, cuya religiosidad personal también ha sido tema de debate y controversia entre votantes y analistas políticos.

Decir que el pueblo estadounidense es muy religioso es no decir nada nuevo, pues más que por el capitalismo consumista o el patriotismo ufano de sus gentes, Estados Unidos se define por una arraigada e ineluctable creencia en Dios, por ser una tierra exageradamente devota, una reserva espiritual que no ha dejado nunca de asombrar a aquellos que han tratado de entender la naturaleza del ser americano: “A mi llegada a los Estados Unidos –escribía un epatado Tocquevillefue el carácter religioso del país lo primero que atrajo mi atención”. Más de ciento cincuenta años después, estas palabras de La democracia en América resuenan con una actualidad pasmosa; la religiosidad americana sigue despertando nuestro interés y, a la vista de algunos datos, seguimos sin acabar de entenderla. En marzo de 2007, una encuesta publicada por la prestigiosa revista Newsweek demostraba que el 91% de los estadounidenses afirma creer en Dios, mientras que sólo un 3% se atreve a declararse ateo. Por su parte, una encuesta de octubre de 2005 realizada por CBS News, intentando responder a la pregunta de si los americanos eran más partidarios del Creacionismo o de la Teoría de la Evolución de Darwin, constataba que sólo el 13% de los encuestados defendía el evolucionismo sin intervención divina. Para el 51% de la población, Dios había creado a la raza humana tal y como es en la actualidad, mientras que el 30% admitía un proceso de evolución humana, guiado –eso sí– por Dios. Son cifras –sin necesidad de comparación alguna– totalmente desproporcionadas: guarismos impropios de cualquier país occidental, de cualquier sociedad europea industrializada y modernizada en la que razón y fe han sido –desde la llegada del racionalismo ilustrado– y son, contextos antagónicos, realidades incompatibles. Esta aceptada disociación entre ciencia y religión, tan enraizada en otras partes, resulta sin embargo, difícilmente extrapolable al caso de los Estados Unidos, que una vez más y como sucede con tantas otras cosas que nos escandalizan (la libertad en la posesión de armas de fuego, por ejemplo), se nos muestra como una realidad extemporánea, como un país ajeno a la norma y orgulloso en su particularidad propia e irreducible, su excepcionalismo norteamericano.

De todo esto se derivan, más allá de los fríos datos de unas encuestas, unas consecuencias políticas de primer orden; si la religión inunda los Estados Unidos, impregnando todos los aspectos de la vida, la política, como uno más de ellos, no puede de ninguna forma escapar a su alcance. Más aún si cabe, cuando el sistema político americano –en el que los partidos son maquinarias gigantescas que el votante mira con mucha distancia–, favorece una política personalista, donde más que en ninguna otra democracia, se vota a la persona del candidato, por encima de su filiación partidista concreta. Esto hace que la biografía del aspirante, su carrera y su reputación en todos los órdenes de la vida, sea su más preciado –y a veces casi único– aval, su mejor y más sincera carta de presentación ante el electorado. En este sentido, huelga decir que la fe personal y la religión del candidato son, además de un rasgo que favorece la identificación o el distanciamiento del votante, un dato muy a tener en cuenta, una cuestión esencial y prioritaria a la hora de decidir en manos de quién se dejará el destino de todo un país. Una excelente prueba de esta vital importancia concedida a la fe y la moral de los presidenciables, la pudimos ver el pasado 16 de agosto, cuando Obama y McCain coincidieron por primera vez durante la campaña juntos en un acto para participar en un debate moderado por el conocido e influyente pastor evangélico, Rick Warren, quien interrogó a ambos candidatos sobre cuestiones tan variadas como el matrimonio homosexual, el aborto o la existencia del demonio. Este mismo propósito de acercar al público la visión teológica de un candidato, es el que ha movido a Stephen Mansfield a publicar –tras el enorme éxito de su libro La fe de George W.Bush, que estuvo quince semanas en la lista de best-sellers de The New York Times– una monografía destinada a acercarnos a uno de los aspectos de la personalidad de Obama que más han llamado la atención: su peculiar cosmovisión religiosa.

Consciente de lo que se juega, Obama supo advertir desde un inicio la importancia del voto evangélico y protestante del sur, instando al movimiento progresista a abandonar su lado antirreligioso y a hacer un esfuerzo por encontrar puntos en común con la gente de fe, no sólo cristiana, sino también judía, musulmana o de cualquier otra creencia.

La fe de Barack Obama es en parte una biografía espiritual de Obama, un recorrido por los principales hitos de su trayectoria dentro y fuera de la Iglesia, aquellos que han forjado esa personalísima fe que le caracteriza. Pero al margen de este aspecto más íntimo, es también un ensayo sobre la importancia de la fe en la política americana y sobre el uso que hacen de ella los grandes partidos. El apoyo y la influencia recíproca entre los partidos y las diferentes iglesias americanas ha sido una constante a lo largo de la historia electoral americana, en la que el voto por razones religiosas o morales siempre ha estado presente. Reverendos y pastores de diferentes credos han avivado el debate generando opinión y canalizando los objetivos de auténticos lobbies organizados. En este sentido, ha sido el Partido Republicano quien más y mejor ha sabido aprovecharse de este impulso. Ya desde el mandato de Ronald Reagan, el nacimiento de un potente movimiento neoconservador ha tenido como uno de sus más fieles bastiones a una vigorosa Derecha Religiosa, formada por una coalición de grupos de interés que han llegado a asesorar al presidente sobre diferentes materias, como hemos podido comprobar en estos últimos años de la Administración Bush. Por su parte, el Partido Demócrata ha intentando durante las últimas décadas mantener en lo posible esa separación de poderes entre Iglesia y Estado que proponía Kennedy, para evitar una excesiva injerencia de la religión en la vida pública.

Esta tradicional y aceptada división entre Derecha Religiosa e Izquierda secular es la que, según Mansfield, se ha visto amenazada en estas elecciones de 2008. El responsable de trastornar este orden no ha sido otro que Barack Obama, el candidato demócrata que con su discurso de fe y esperanza, ha tratado de superar estas diferencias, demostrando que en los Estados Unidos, también existe una Izquierda Religiosa que quiere tener su propia voz. Consciente de lo que se juega, Obama supo advertir desde un inicio la importancia del voto evangélico y protestante del sur, instando al movimiento progresista a abandonar su lado antirreligioso y a hacer un esfuerzo por encontrar puntos en común con la gente de fe, no sólo cristiana, sino también judía, musulmana o de cualquier otra creencia. Con esto quiere evitar Obama lo que ha ocurrido en los últimos años: que el voto protestante ha sido prácticamente patrimonio exclusivo de los republicanos. Eso supondría una derrota segura para los demócratas, como ya le ocurrió a John Kerry en 2004.

Dice Mansfield, a mi juicio con mucha razón, que Obama ha encontrado la fórmula, el camino perfecto para presentarse a sí mismo como un compendio de todo lo americano, como una versión actualizada del sueño americano, adaptada a los tiempos difíciles que atraviesa un mundo incierto y acomodada a los intereses y temores de las jóvenes generaciones.

Como biografía espiritual, La fe de Barack Obama se centra sobre todo en tres aspectos fundamentales. Dos de ellos –la relación de Obama con la religión durante su infancia y su conversión a la fe cristiana– han sido profusamente descritos por el propio Obama en sus dos libros de memorias, tanto en Sueños de mi padre (1995) como en La audacia de la esperanza (2006), donde encontramos un capítulo dedicado precisamente a la Fe. Respecto al primer tema señala acertadamente Mansfield que, de asumir la presidencia en 2009, Obama sería el primer presidente estadounidense criado en un hogar no cristiano. Con un padre y un padrastro ateos, su única educación religiosa la recibió de parte de su madre, mujer que no profesaba ninguna fe específica, pero que le transmitió una visión religiosa propia de un antropólogo, despertando el interés del joven Obama por todas las religiones (cristiana, musulmana, budista, hinduista) e inculcando en él un espíritu crítico y relativista alejado de cualquier dogma. Este escepticismo de juventud hizo que Obama tardara mucho en aceptar formar parte de una Iglesia. Fue solo a partir de 1985 y mientras Obama trabajaba en Chicago con el Proyecto de Comunidades en Desarrollo, cuando empezó a asistir a la Iglesia de Cristo de la Trinidad Unida, una Iglesia afroamericana muy comprometida con los valores sociales y morales que él defendía. Ahora bien, en La audacia de la esperanza, Obama ya dejó claro que su llegada a esta iglesia fue más por sentido de pertenencia y necesidad de sentirse miembro de una comunidad que por convicción absoluta o por iluminación súbita; sus dudas y su escepticismo no desaparecieron porque para él la fe es siempre una actitud crítica, no de certeza absoluta: “Al comprender que el compromiso religioso no exigía que dejara de pensar de forma crítica ni que me desentendiera de la batalla por la justicia social y económica ni que me retirara del mundo de ninguna otra forma, pude caminar un día por el pasillo central de la Trinity United Church of Christ para ser bautizado. Fue una elección, no una epifanía, y las preguntas que tenía no desaparecieron por arte de magia” (p. 222).

El tercer aspecto importante es quizá el más controvertido e impugnado: la relación de Obama con el polémico e histriónico reverendo, Jeremiah A.Wright. Jr. Mansfield dedica varias páginas de su libro a describir la relación de afecto y admiración mutua que Obama ha mantenido con el pastor afroamericano durante todos estos años en los que Wright ha actuado como un auténtico padre espiritual para Obama, como el hombre que ha canalizado su fe y su deseo de transformar la sociedad. Con el inicio de la carrera presidencial de Obama, el reverendo no tardó en mostrarle su apoyo y reclamar el voto negro para el que había sido su “ahijado”. Sin embargo, la relación entre los dos ha dado un giro radical en los últimos meses, cuando algunos medios conservadores como la cadena de televisión Fox News rescataron algunas opiniones provocadoras vertidas por el reverendo Wright en sus multitudinarios e incendiarios sermones. En estos videos –que han hecho furor en Youtube– se despachaba el mentor de Obama con proclamas del tipo “Dios maldiga a América” (en alusión al popular lema “God bless America”), hablaba de los U.S.K.K.K.A. (los Estados Unidos del Ku Klux Klan de América) y maldecía al país entero por su racismo, declarando que el SIDA era una arma inventada por el gobierno estadounidense para atacar a los negros y que los hechos del 11 de septiembre de 2001 eran un castigo por los pecados nacionales de los estadounidenses. Evidentemente, esto provocó un sonado escándalo en el país de las barras y estrellas y estuvo a punto de acabar con la candidatura de un Barack Obama, a quien todos miraban ya con lupa por aquel entonces. El propio Obama tuvo que dar un paso al frente y, pese a que intentó distanciarse del reverendo Wright sin avivar la disputa, no tuvo más remedio que romper definitivamente su relación ante una situación que ya no admitía disculpas posibles y podía costarle un precio político muy alto como reconoce Mansfield: “Llegó la separación, seguramente, porque Obama pudo ver que sus oponentes republicanos vendrían por él y que harían de su asociación con la Iglesia de la Trinidad y Wright el punto de partida para un ataque de la derecha” (p. 67).

Resulta un libro totalmente pertinente y oportuno porque, por mínimo que sea el conocimiento que de los valores americanos tenga el lector, nadie se atreverá a decir que la religión y su influencia en la política estadounidense son temas menores o intrascendentes.

Pero más allá de estos episodios personales en la vida de Obama, más o menos conocidos, en La fe de Barack Obama trata Stephen Mansfield de responder a una serie de interrogantes: ¿Por qué ha conectado Obama tan bien con el público americano y con los valores de una sociedad desencantada con la política de Bush?, ¿Qué características de su fe personal han hecho que muchos jóvenes hayan visto en él a un auténtico Mesías, al portador de un mensaje de cambio y esperanza? La respuesta la da Mansfield en algunas páginas de su libro muy interesantes e ilustrativas. Dice Mansfield, a mi juicio con mucha razón, que Obama ha encontrado la fórmula, el camino perfecto para presentarse a sí mismo como un compendio de todo lo americano, como una versión actualizada del sueño americano, adaptada a los tiempos difíciles que atraviesa un mundo incierto y acomodada a los intereses y temores de las jóvenes generaciones. “En una generación sin padres y sin ligaduras –dice Mansfield–, Obama suele aparecer como representante de la raza humana en general, a lo largo de una historia heroica que tiene que ver con la búsqueda espiritual. Los estadounidenses como pueblo nacido a partir de una visión religiosa encuentran en Obama al menos un compañero de viaje, y a lo más a un hombre a la vanguardia de una nueva era de la espiritualidad estadounidense” (p. XX). Esa identificación tan clara que vemos en los mítines de Obama por todo el país, esa empatía que muestran los jóvenes americanos con el senador demócrata cuando le corean y le aclaman al grito del célebre “Yes, we can”, obedece según Mansfield a un cambio mayor en la concepción de la religión por parte de las nuevas generaciones de americanos. Son los actuales para los americanos, tiempos que –como decía Dylan– representan un cambio, un giro posmoderno en la forma de entender la espiritualidad y la fe personal por parte de los jóvenes: “En términos religiosos la mayoría de los jóvenes estadounidenses son postmodernos, lo cual significa que para ellos la fe es como el jazz: informal, ecléctica y a menudo sin un tema. […] Por eso, cuando Obama habla de cuestionar ciertos principios de su fe cristiana o de la importancia de la duda en la religión, o de su respeto por las religiones no cristianas, la mayoría de los jóvenes se identifican con él al instante, y adoptan la fe no tradicional suya como base de sus preferencias políticas por la Izquierda, y las de ellos” (p. XVII).

Esta religiosidad tan laxa que comparte Obama con muchos de sus conciudadanos ha sido fuertemente criticada por los conservadores, que hablan de una religión civil descafeinada y superflua, un conjunto de creencias sobre la justicia social, sin ninguna base teológica sólida. Denuncia la Derecha Religiosa que, en su afán por preservar la independencia del poder político, Obama propone una subordinación de los valores religiosos tradicionales al imperio y el dominio de un Estado laico y una sociedad secularizada. Especialmente en el tema del aborto, cuestión espinosa y fundamental en la política estadounidense, Obama ha sufrido los ataques de los conservadores religiosos, que han criticado algunas decisiones que tomó cuando era senador en el Estado de Illinois y votó una ley que, según los medios conservadores, le situaba más a la izquierda que la propia NARAL (Liga Nacional de Acción por el Derecho al Aborto).

No es el libro de Stephen Mansfield un libro extraordinario, no es una monografía sublime, de esas que quedan como modelo a estudiar en las universidades. Es más pronto un libro coyuntural, publicado en un contexto determinado, intentando aprovechar los efectos de una obamanía que convierte en éxito todo lo que acompaña al nombre del candidato demócrata. Resulta sin embargo, un libro totalmente pertinente y oportuno porque, por mínimo que sea el conocimiento que de los valores americanos tenga el lector, nadie se atreverá a decir que la religión y su influencia en la política estadounidense son temas menores o intrascendentes. En este sentido, tiene La fe de Barack Obama el valor de ser un libro claro y conciso, que aporta información nueva a la imagen que se ha forjado de Obama cada uno de nosotros, un plus a añadir a lo que ya sabemos sobre la personalidad de este hombre sorprendente. Mansfield nos muestra a un Obama conciliador que trata de superar las diferencias partidistas para encontrar un término medio de acuerdo. Al igual que hicieron antes que él algunos de sus precursores como Kennedy o Clinton, Obama intenta encontrar en estos días previos a las elecciones presidenciales, una tercera vía de consenso, más allá de esa tradicional dicotomía entre Derecha Religiosa e Izquierda Secular, un atajo que le permita armonizar su política liberal basada en su particular fe religiosa, con el deseo de cambio de un país que, aún hoy todavía, mantiene su audacia y su esperanza.

Fuente: OjosDePapel.com /
jueves, 02 de octubre de 2008
Autor: Francisco Fuster

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sábado, 18 de abril de 2009

¿Cree tu pastor en Dios?: líder bautista denuncia el "suicidio de la iglesia" con pastores sin fe real en Dios

Albert Mohler, presidente del Seminario teológico de los Bautistas del Sur, ha publicado recientemente un artículo en el que da una visión representativa de lo que su denominación opina sobre las teologías protestantes liberales. Titulado “¿Cree tu pastor en Dios?”, el conferenciante y teólogo se muestra preocupado por la aparición de “ateos que predican desde el púlpito”.

Mohler empieza el artículo citando “un reciente reportaje desde Holanda”, que “apunta a una forma de locura teológica” que se estaría extendiendo. Describe el autor que autoridades eclesiales holandesas han decidido no tomar acciones contra un pastor que “abiertamente se considera ateo”.

Y finaliza defendiendo que “la iglesia tiene la responsabilidad de clarificar los temas y defender la fe”, porque “si no, no es iglesia”. Y concluye que mientras Holanda ha tenido repercusión internacional debido a que ha impulsado la eutanasia, ahora se estaría dando allí algo nuevo pero similar, “el suicidio de una iglesia”, en relación a casos como el de Klaas Hendrikse.

EL CASO HENDRIKSE

Mohler explica que Klaas Hendrikse, ministro en una Iglesia Protestante, ya en 2007 publicó un libro que fue descrito como un “manifiesto de un pastor ateo”. En él, Hendrikse argumenta a favor de la no existencia de Dios, aunque insiste que cree en él como un mero concepto.

El propio Hendrikse escribe que “la no existencia de Dios no es para mí un obstáculo sino una precondición para creer en Dios, es decir, soy un ateo que cree”. Más adelante dice que “Dios no es para mí un ser, sino una palabra para lo que puede suceder entre personas. Alguien por ejemplo, dice ‘no te abandonaré’, y eso convierte estas palabras en verdaderas. Sería perfecto llamar a esto, pues, Dios”.

ATEOS “EN EL ARMARIO”

Mohler, en el artículo, considera que “aunque este tipo de lenguaje teológico puede ser chocante, no es tan poco común”. El autor considera que existen teólogos cristianos que “en realidad pueden ser ateos o que no necesariamente creen que Dios exista”, pero que de alguna forma consideran que el “concepto de Dios puede ser útil” para el ser humano.

Más adelante, Mohler argumenta que “la mayoría de cristianos estarían muy afectados y escandalizados si supieran que su pastor es ateo, y que no sólo eso, sino que además tiene la intención de seguir siendo el pastor”. Pero en el “entorno doctrinalmente desarmado de muchas denominaciones, el trabajo de un pastor ateo no sólo es entendible, sino real”.

De alguna forma, explica Mohler, “Hendrikse es simplemente más abierto respecto a su ateismo de lo que lo son otros”. El autor sigue diciendo que “muchos protestantes de teología liberal creen que Dios es, finalmente, un concepto intelectual que puede dar sentido a la vida”, y “no un ser divino que es real, que tiene vida por si mismo, y que es soberano sobre todo lo creado”.

EL PROBLEMA: LA NO REACCIÓN

También es preocupante, para el representante bautista, que en el caso del pastor holandés, “ninguna de las dos denominaciones de las que forma parte Hendrikse le ha pedido su dimisión o ha empezado un proceso disciplinario”. Solo se anunció a los creyentes que “se abriría un debate sobre el sentido de las palabras (usadas por Hendrikse) que logre aclararlas”, y que sólo a partir de ese punto se plantearía cuáles podrían ser los siguientes pasos.

“Así es el mundo protestante de teología liberal”, concluye Mohler, una denominación cristiana “que no exige a sus pastores que crean en Dios es una denominación que ha llegado al punto más bajo en términos de demencia teológica”. Porque en realidad, “la autodestrucción teológica de la iglesia no empieza con un pastor que no cree en Dios”, sino “con la negación de una doctrina aquí, y la negación de otra allá”.

Así, según una fuerte frase del autor, “la cobardía de los burócratas de la iglesia abre una puerta a cualquier tipo de aberración teológica, y así se llega finalmente, claro, a tener a un ateo en el púlpito”.


Fuente: ProtestanteDigital.com / AlbertMolher.com
Artículo original de Mohler “¿Cree tu pastor en Dios? / Does Your Pastor Believe in God"
Redacción: Joel Forster / ACPress.net

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lunes, 24 de noviembre de 2008

Inglaterra: los ateos se hacen fuertes

Los no creyentes se organizan para frenar la beligerancia de las religiones y su poder en el Estado. Sus campañas publicitarias reciben generosas donaciones y aumenta la demanda de apostasía.


"Probablemente no hay Dios, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida". Este eslogan lucirá en los autobuses de Londres a mediados de enero. Se trata de la primera campaña ateísta en Reino Unido financiada con donaciones de contribuyentes anónimos. Y ha sido un éxito. Preveían recaudar 5.500 libras (6.500 euros) y en tan sólo dos días reunieron 10 veces más. No es algo aislado. Esta semana se ha puesto en marcha una iniciativa similar en Washington. Los ensayos que arremeten contra la religión se convierten en superventas y, en España, aumentan las solicitudes de apostasía. Parece que la hora de los no creyentes ha llegado. ¿Está el ateísmo tomando una nueva conciencia más activa en la sociedad?

No es fácil confesar que uno es ateo, es decir, que niega la existencia de Dios, según señala el biólogo Richard Dawkins, conocido como el rottweiler de Darwin por su férrea defensa de la teoría evolucionista. "La situación de los ateos hoy en día en América es comparable a la de los homosexuales 50 años atrás", escribe Dawkins en el ensayo "El espejismo de Dios" (Espasa Calpe), que ha vendido 1,5 millones de ejemplares. "Los ateos son mucho más numerosos, sobre todo entre la élite educada, de lo que muchos creen", prosigue. El problema es que, a diferencia de otros grupos religiosos, no están organizados. "Un buen primer paso podría ser generar una masa crítica con aquellos que desean salir a la luz y así animar a otros a hacer lo mismo. Pueden hacer mucho ruido".

Ruido considerable es el que ha conseguido la citada campaña del autobús ateísta británico. La gestiona la British Humanist Association -una organización que promueve acabar con la privilegiada posición de la religión en la ley, la educación y los medios de comunicación- a través de la web www.justgiving.com/atheistbus. Su patrocinador más ilustre es el propio Dawkins. Iniciada el 21 de octubre, se propuso recaudar 5.500 libras (6.500 euros, el coste de un mes de los anuncios en 30 autobuses) y sólo necesitó dos horas para conseguirlos. En dos días, ya tenían 58.900. La cuenta ya va por 143.200 euros.

"Los donantes sienten que no tienen voz, que el Gobierno y la sociedad presta demasiada atención a la religión y a sus líderes, mientras que a los que no son religiosos se les ignora", señala desde la capital británica Hanne Stinson, directora de la British Humanist Association. Al otro lado del Atlántico, la American Humanist Association ya ha organizado una campaña similar para los autobuses de Washington con el lema ¿Por qué creer en un dios? Sé bueno por la propia bondad. Se puso en marcha la semana pasada con una previsión de 200 autobuses (www.whybelieveinagod.org). En España, la Unión de Ateos y Librepensadores estudia unirse a la campaña."Aunque las condiciones en España no son las mismas que en el mundo anglosajón, donde las alternativas de ateos y agnósticos son mucho mas respetadas, y su prestigio social es consecuencia de su permanente presencia en el mundo de las ideas", señala la asociación en su web, ateos.org.

Este nuevo ateísmo también ha irrumpido en las librerías. Una ilustre alineación de científicos e intelectuales ha emprendido la batalla dialéctica a gran escala contra la religión. Sus ensayos se han convertido en superventas. En "El espejismo de Dios" (10.000 ejemplares vendidos en España), Dawkins expone su hipótesis de que Dios no existe, sostiene que no necesitamos la religión para ser morales y que podemos explicar las raíces de la religión y la moralidad en términos no religiosos. El ensayista Christopher Hitchens argumenta en Dios no es bueno (Debate) que la religión da una explicación errónea del origen del ser humano y del cosmos, que causa una peligrosa represión sexual y que se basa en ilusiones. Ha vendido cerca de 150.000 ejemplares en Reino Unido y 12.000 en España. En EE UU, el filósofo Sam Harris, autor de The end of faith (W.W. Norton) pone de vuelta y media a las grandes confesiones: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Las tacha de locuras socialmente aprobadas, cuyos credos son irracionales, arcaicos y mutuamente incompatibles (200.000 vendidos).

En Italia, el matemático Piergiorgio Odifreddi ha escrito ¿Por qué no podemos ser cristianos? (RBA), que ha colocado 200.000 ejemplares en su país. En Francia, Michel Onfray se situó en 2005 entre los más vendidos con Tratado de Ateología (Anagrama), un alegato a favor del pensamiento hedonista y contra la religión. Vendió 209.700 ejemplares. Las cifras parecen indicar que aumenta el interés por la crítica a las religiones. Odifreddi, aun así, es cauto: "Hay una buena parte de la población que valora la razón y la ciencia, pero es una minoría sin mucho acceso a los medios de comunicación".

La razón de este nuevo movimiento está, irónicamente, en los propios fundamentalistas religiosos, según sostienen varios especialistas. "La beligerancia de las religiones lleva a la gente a tocar a rebato", explica el teólogo de la Universidad Carlos III Juan José Tamayo. "Las religiones han despertado de un modo social y culturalmente agresivo, porque reclaman una presencia en el espacio público; quieren intervenir en la vida privada y tener un peso político. En definitiva, quieren que los Estados sean confesionales". Una idea con la que coincide el filósofo Reyes Mate, profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC): "La crítica a la religión resurge cada vez que la religión se quiere convertir en principio moral de la democracia".

Cuando se habla de integrismo se suele pensar en los países musulmanes, pero también se encuentra en el corazón de Occidente. "Pienso en Estados Unidos", sigue el teólogo Tamayo. "En la campaña electoral de 2004, entre John Kerry y George W. Bush, la politización de la religión fue notable: los dos candidatos recordaban constantemente que creían en Dios". Es el caso, por ejemplo, de las escuelas de algunas zonas de Estados Unidos que quieren introducir en las aulas la enseñanza del creacionismo y del diseño inteligente (que equivale a la interpretación literal de la Biblia). Los líderes religiosos occidentales, como el papa Benedicto XVI, o los grupos evangélicos en EE UU, pretenden influir en la política porque "consideran que necesita una legitimación religiosa", señala Tamayo. Además exigen "que la ética se fundamente en un ser trascendente, ya que no reconocen a los políticos como guías morales", e imponen que los textos sagrados, que son míticos y simbólicos, sean considerados como histórica y científicamente válidos.

Esa intervención de la religión en la vida privada es la que pidió el cardenal Antonio María Rouco Varela, presidente de la Conferencia Episcopal Española, en octubre en el sínodo de los obispos de Roma. Criticó el laicismo, es decir, que las personas, la sociedad y, sobre todo, el Estado, sean independientes de cualquier organización o confesión religiosa. Lo dejó claro: "El Estado moderno, en su versión laicista radical, desembocó en el siglo XX en las formas totalitarias del comunismo soviético y del nacional-socialismo". Por eso llama a que la Iglesia participe en la vida privada e incluso en los debates legislativos.

Muchos ciudadanos en España han reaccionado. Las solicitudes de apostasía en los seis primeros meses de 2008 han sido 529, lo que supera a las de todo 2007 (287) y a las de 2006 (47), según la Agencia Española de Protección de Datos. El Ayuntamiento de Rivas, en Madrid, abrió en marzo una oficina para facilitar los trámites de apostasía. En menos de un mes recibió más de 1.100 consultas de toda España. Entre los principales motivos: la reelección de Rouco como presidente de la Conferencia Episcopal. Y no son sólo las apostasías. La práctica religiosa también desciende. Si en 1998 los españoles que se consideraban católicos eran el 83,5%, 10 años después son el 78%, según el barómetro de enero de 2008 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Las cifras, sin embargo, podrían quedarse cortas. "Ese 78% que dice que es católico, lo es por el bautismo y otros símbolos introducidos en la infancia", señala el teólogo Tamayo. "Esa educación puede que continúe o que se interrumpa y dé lugar a la apostasía o a la indiferencia, que es el fenómeno mayoritario", añade. Los datos se elevan entre los jóvenes. El 46% de los chicos entre 15 y 24 años se consideran agnósticos, ateos o indiferentes, según un informe de la Fundación Santamaría de 2005 (en 1994, eran el 22%). El 39% se define como católico no practicante y tan sólo el 10%, como católico practicante. Las razones del descenso: la "impopular" postura de la Iglesia "en temas como la ley que regula el matrimonio homosexual, el aborto o la sexualidad", según uno de los autores del informe, el sociólogo Juan González-Anleo.

Este nuevo ateísmo lucha contra la religión en la arena dialéctica. "Esa hostilidad que yo y otros ateos expresamos ocasionalmente contra la religión está limitada a las palabras. No voy a poner una bomba a nadie, ni a decapitarlo, ni a lapidarlo, ni a quemarlo en la hoguera ni a crucificarlo ni a estrellar aviones contra sus rascacielos", escribe Dawkins. De hecho, el propio lema del bus ateísta británico se aleja del dogmatismo. El probablemente reconoce que igual que no hay pruebas de la existencia de Dios, tampoco las hay de lo contrario. "No es necesario mantener una relación hosca con la religión", considera el filósofo Jesús Mosterín, miembro del CSIC. "Se puede conservar sin creérsela pero con curiosidad y simpatía, como una tradición folclórica más". Eso sí, aunque dialéctica, es una batalla sin cuartel.

La crítica a la religión es antigua pero, sobre todo desde el siglo XIX, cuenta con una aliada crucial: la ciencia. Así lo ha expuesto el premio Nobel de física estadounidense Steven Weinberg en The New York Review of Books: "Creo que entre la ciencia y la religión existe, si no una incompatibilidad, por lo menos lo que la filósofa Susan Haack ha llamado una tensión, que gradualmente ha ido debilitando la creencia religiosa, especialmente en Occidente, donde la ciencia ha avanzado más". La ciencia, enumera el Nobel, explica mejor el funcionamiento del mundo que la religión y refuta el papel del hombre como protagonista de la creación. Otro de los físicos más prestigiosos del mundo, Stephen Hawking, lo suscribe: Las leyes por las que se rige el universo "no dejan mucho espacio para milagros ni para Dios".

Ciencia y religión no pueden convivir en paz, añade el matemático Odifreddi. "La ciencia acepta verdades basadas en confirmaciones empíricas y deducciones matemáticas y lógicas. La religión, al menos la católica, se refiere a un libro de hace 2.000 años y a pronunciamientos dogmáticos de concilios y del Papa. Es difícil imaginar métodos más opuestos".

Pero ¿podemos vivir sin Dios? La respuesta de los científicos, filósofos y teólogos no es unánime. El Nobel Weinberg confiesa que no es fácil no creer, pero está convencido de que la creencia declina inevitablemente en Occidente. Y añade que aunque las prácticas religiosas se mantengan durante siglos, no está tan seguro de que la creencia perviva. "Hay que distinguir la religión, que es construcción social, de la experiencia religiosa, que es personal", matiza Tamayo. "Las iglesias son instituciones, con un atractivo político y social, que incluso hoy pocas veces implican creencias profundas", añade Odifreddi, "por lo que pueden sobrevivir aunque la fe languidezca". "En el futuro seguiremos creyendo, porque lo llevamos de fábrica", argumenta el físico Jorge Wagensberg. "La psicología del desarrollo, la antropología cognitiva y la neurociencia señalan que evolutivamente estamos programados para creer".

Otros están convencidos de que la ciencia es la respuesta. "¡Todos creemos en algo!", concede el matemático Odifreddi. "La cuestión es qué debemos creer; yo creo que la ciencia puede ofrecer incluso una concepción espiritual del mundo, al mostrar cómo tras el aparente caos del cosmos descansa un orden profundo". Su conclusión es clara: "La ciencia es hoy la religión verdadera, mientras que la vieja religión es sólo superstición. Así que si alguien quiere creer en algo, puede creer en la ciencia y su manera de ver el mundo".
Los mandamientos de Dawkins

En 'El espejismo de Dios', el biólogo Richard Dawkins presenta una lista de principios morales laicos válidos universalmente. La elaboró a partir de una lista encontrada al azar en Internet, para demostrar que son unos valores comunes que no necesitan legitimación religiosa. Estos son algunos.

- No hagas a otros lo que no quieras que te hagan.
- No pases por alto la maldad ni te acobardes al administrar justicia, pero disponte siempre a perdonar el mal hecho si media el arrepentimiento.
- Prueba todas las cosas: revisa tus ideas frente a los hechos y prepárate para descartar incluso las creencias más arraigadas.
- Respeta el derecho de los demás a estar en desacuerdo contigo.
- Fórmate opiniones independientes basadas en tu razón y en tu experiencia: no permitas ser manejado.
- Cuestiónalo todo.
- Disfruta de tu vida sexual (en tanto no hagas daño a nadie) y deja a los demás que disfruten de la suya.
- No adoctrines a tus hijos. Enséñales cómo pensar por sí mismos y cómo estar en desacuerdo contigo.


Fuente: ElPaís.com
Autor: Abel Grau 24/11/2008

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viernes, 7 de diciembre de 2007

LA BRUJULA DORADA - THE GOLDEN COMPASS. ANTICRISTIANA O ANTISISTEMA RELIGIOSO


Hoy se esta estrenando en los Estados Unidos la película
“The Golden Compass” o “La Brújula Dorada”. Estreno que esta precedido de una gran polémica. Me perece importante compartir -aunque no este de acuerdo completamente con su planteo, igualmente no dejo de reconocer que es- una excelente nota; realizada por el teólogo, periodista y crítico de arte José de Segovia, en su blog “mARTES” para el ProtestanteDigital.com. Previamente presentamos la noticia desarrollada, recordando el consejo paulino,
"Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica".* Editor

1. Acusan a la película "La brújula dorada" de conducir a los niños al ateísmo

La Liga Católica de Estados Unidos ha iniciado una campaña para que los padres no compren los libros de la trilogía.

La Liga Católica de Estados Unidos ha lanzado una campaña en contra de "La brújula dorada", una superproducción dirigida al público infantil que adapta el primer tomo de la trilogía de Philip Pullman "La materia oscura", y que ha sido acusada de "conducir a los niños al ateísmo".

La película, que se estrena mundialmente la próxima semana, está protagonizada por Nicole Kidman y Daniel Craig y, como el libro del que es adaptación, "Luces del Norte", retrata un mundo paralelo en el que unas criaturas llamadas "daimonions" portan el alma de las personas.

La polémica surge a raíz de que en ese mundo imaginario, el poder está en manos del Magisterium, una orden religiosa que ahoga la individualidad y controla las almas de los niños, actitud contra la que se erige la pequeña Lyra Belacqua, poseedora de la brújula dorada que da nombre a la película que contiene la verdad suprema.

La Liga Católica de Estados Unidos contempla esta premisa como una voluntad, por parte de Pullman, de "promover el ateísmo y denigrar la cristiandad a los ojos de los niños", según explica en su página web su presidente, Bill Donohue.

El colectivo "pide a los cristianos alejarse de esta película, porque sabe que el film incitará a leer los libros: Padres ingenuos que llevan a sus hijos a ver la película pueden ser impulsados a comprar los tres libros como regalo de Navidad".

Así, es la difusión que otorgaría el éxito del film al material literario lo que preocupa a los conservadores más que el contenido de la propia película, que los estudios New Line -que ha invertido alrededor de 150 millones de dólares en ella- se han encargado de enfocar a un público mayoritario.

No obstante, con el anuncio de la productora de que, si la taquilla apoya este filme, se realizará la adaptación de la trilogía completa, la Liga Católica avisa de que las secuelas serían más dañinas para la comunidad religiosa.

"El segundo libro es más explícito en su odio al cristianismo que el primero, y la tercera entrega es si cabe más flagrante. Como 'La brújula dorada" está basada en el menos ofensivo de los tres libros (...) algunos se preguntarán por qué los padres deberían ser cautelosos con la película".

Frente a esta campaña de oposición -que incluye la venta por teléfono e Internet al precio de cinco dólares el informe "La brújula dorada: propósitos desenmascarado"- el equipo de la película se ha defendido con moderación.

Daniel Craig, que interpreta en la película al aventurero Lord Asriel, expresó al diario británico "The Times" que "hay un derecho básico a discutir esas cosas, sobre todo si se tiene en cuenta cómo va el mundo. Todo lo que decimos es que hay que poder discutir acerca de la fe".

El escritor, por su parte, explicó en el programa de la NBC "Al's Book Club" que en sus libros se traslada su opinión de que "la religión es mejor cuanto más lejos está del poder político (...) A veces, la gente piensa que si algo está hecho en nombre de la fe o la religión, debe de ser bueno. Por desgracia, eso no es cierto".

La trilogía "La materia oscura" -formada por "Luces del norte" (1995), "La daga" (1997) y "El catalejo lacado" (2000)- entronca en la tradición de alegorías fantásticas de Tolkien -"El señor de los anillos"- o C.S. Lewis -"Las crónicas de Narnia"- y su primer volumen fue elegido por los británicos, según un sondeo de las librerías Waterstone, como el tercer mejor libro de los últimos veinticinco años.

Philip Pullman, por su parte, siempre ha mostrado una actitud combativa contra las censuras impuestas por la religión y así, en febrero de 2006, se manifestó junto con otras personalidades de la cultura londinense, para reclamar la abolición de las viejas leyes británicas contra la blasfemia que protegen a la Iglesia Anglicana.

Ante estos nuevos ataques, Pullman, en su página web, sentencia con ironía: "No sé si existe Dios o no. Nadie lo sabe, digan lo que digan (...) Si se mantiene invisible, es porque está avergonzado de sus seguidores y la crueldad e ignorancia de las que hacen uso en su nombre. Si fuera él, yo no querría tener nada que ver con ellos".

2. ¿Hemos perdido la brújula?
Por José de Segovia.

Esta semana se estrena en todo el mundo la película que muchos van a ver estas Navidades. La brújula dorada es una historia de fantasía, presentada para el público infantil, aunque su argumento está basado en una de las obras más complejas de la literatura contemporánea. Inspirada por el libro Luces del Norte, el film sigue la primera parte de una trilogía del escritor británico Philip Pullman, La materia oscura, que ha creado una mitología que ha fascinado a lectores de todas las edades. La polémica la acompaña desde hace un par de semanas, cuando la Liga Católica de Estados Unidos ha iniciado un boicot, al que se han unido organizaciones evangélicas como Enfoque a la familia, que consideran que es una película especialmente dañina para los niños, por su ataque a la religión.

Como en otras ocasiones, la primera noticia de este debate viene por una campaña de correos electrónicos dirigidos a cristianos, que con una mala traducción del inglés, hablan de este escritor ateo, haciendo un resumen tan peculiar de su obra, como que esta es la historia de una niña que tiene que matar a Dios... Ya es increíble que nos hayamos acostumbrado a criticar una película antes de verla, pero todavía más sorprendente es la extraordinaria solidaridad que muestran ahora muchas instituciones evangélicas norteamericanas, para hacer causa común con el catolicismo, cuando se siente ofendido por las críticas, que condenan la intolerancia religiosa...

Otros como la Sociedad Nacional Secular británica, a la que pertenece el autor, deploran la ausencia de referencias contra la religión en la película de Chris Weitz, que compara en una entrevista con la MTV, a la Autoridad del Magisterio de sus libros, más con un estado como Irán, que con una Iglesia como la de RomaLos evangélicos sin embargo, se sienten un poco confusos ante toda esta polémica... El presidente de la organización de Chuck Colson ha respondido al ataque de Dobson, diciendo que “si de verdad queremos hablar contra las ideas de Pullman, tenemos que saber de que estamos hablando”, si no queremos que nos traten como ignorantes…

Quien desde luego no es ningún ignorante sobre su obra, es un autor británico llamado Tony Watkins. Este escritor evangélico ha profundizado tanto en esta trilogía, que ha escrito en inglés un libro llamado Materia oscura: Guía de un aficionado que piensa, a Philip Pullman. Su excelente trabajo incluye algunas entrevistas personales con el autor, tremendamente esclarecedoras para comprender su actitud frente a la religión. En una de ellas cuenta cómo se interesó por la fe evangélica de los grupos que se reúnen en casas en la ciudad de Oxford, donde vive...

A pesar de ser ateo, Pullman se quedó maravillado de la relación que tienen entre sí estos cristianos, apoyándose en todo y manteniendo una escuela, aunque no comprende las lenguas que utilizan en sus oraciones. Admira su obra social, pero su experiencia carismática le parece fraudulenta. Sobre todo cuando ve que su único interés en el mundo es de tipo misionero, ya que no les interesa nada la política. Se extraña que sólo lean libros sobre su fe, y la única música que escuchen, esté hecha por cristianos… Pero eso nos extraña también a otros, que también somos evangélicos…

EL DIOS DE PULLMAN

Como todos los ateos, Pullman ha sido alguien muy relacionado con la religión. Su abuelo era un pastor anglicano, con el que vivió con su hermano en Norfolk, desde la muerte de su padre, cuando tenía siete años. Iba a la iglesia todos los domingos, asistió a la escuela dominical y conoce muy bien la Biblia. Le gusta la versión antigua inglesa de la época de la Reforma, el Libro Oración Común de 1662 y el tipo de himnos que cantaba entonces. Pero dice: “Ya no puedo creer en el Dios en que solía creer cuando era niño”. ¿Cuál es el Dios del que habla entonces Pullman?

Aunque el libro en el que se basa esta película, Luces del Norte, sólo habla de los abusos del poder del Magisterio de la Iglesia, en el tercero libro el sirviente humano del Señor Asriel, Thorold, le cuenta a Serafina que su amo “se propone un rebelión contra el mayor poder de todos”. Por lo que “ha ido a buscar el lugar donde mora la Autoridad misma, para destruirla”. ¿Cuál es esa Autoridad?

En el segundo libro dice que “la Autoridad, Dios, el Creador, el Señor, Yahvé, El, Adonai, el Rey, el Padre, el Todopoderoso –todos son nombres que se ha dado a sí mismo-. Él nunca fue el creador. Era un ángel como nosotros –el primer ángel verdadero, el más poderoso, pero estaba formado del Polvo, como nosotros“.

En el mito de la creación de Pullman, el origen de todo está en la Materia. Ésta se hizo consciente, generando Polvo. De él viene este primer ángel, un ser de puro Polvo que se hace Dios, pretendiendo haber creado a los otros ángeles, que le amaban y obedecían, pero Sofía (la Sabiduría), el ángel más joven y hermoso, descubrió la verdad y fue expulsada por la Autoridad. Esta rebelión angélica fracasó, apresando a los rebeldes en un mundo, de donde escapan para encontrar iluminación, sabiduría y plena conciencia. Las referencias son evidentemente gnósticas, pero Pullman las entiende como Dan Brown en El Código Da Vinci, al revés de su sentido original…

Si los gnósticos atribuían la maldad a la materia, Pullman hace de la Materia un dios, celebrando la realidad física de la que los gnósticos pretendían escapar. El título original de su trilogía en inglés, es de hecho Su materia oscura, una expresión que viene de La Divina Comedia de Dante. La guerra entre los ángeles viene de El Paraíso perdido de Milton, donde Satanás escapa de la prisión, para tentar a Adán y Eva. El Dios por lo tanto de La Materia Oscura es un Demiurgo. Y la Caída por lo tanto es algo bueno. No estamos hablando del Dios cristiano, eterno y trascendente. Ya que no es el Creador de nada, sino un ángel viejo y poderoso, que carece de la compasión del Dios redentor de la Biblia. ¿Dónde está entonces la amenaza?

Cosmologías como la de Pullman, lejos de ser un peligro para la verdad cristiana, lo que son es un desafío para hablar del Dios verdadero. Porque ¿de quién hablamos, cuando hablamos de Dios? Si ahora resulta que lo que tenemos es que defender la religión, sean cuales sean sus creencias, estamos muy lejos del Jesús del que nos hablan los Evangelios... Pullman se da cuenta que Jesús es alguien “que la Iglesia cristiana ha malentendido completamente, sinceramente lo ha distorsionado”, hasta el punto que “sus palabras contradicen lo que la Iglesia dice”...

EL RECHAZO A LA RELIGIÓN

Es cierto que Pullman no cree que Jesús sea Dios. No es más que un hombre, “genial, un gran maestro moral y contador de historias, pero sólo un hombre que murió”. La resurrección es para él, un invento posterior, para consolidar la estructura y el poder de la Iglesia. Es contra ella sin embargo que desata sus críticas. La religión del mundo de Lyra gira en torno a una iglesia gobernada por un Magisterio, “saturado de ansiedad y violencia”. Es una institución extraordinariamente repulsiva, con poder “absoluto sobre todo aspecto de la vida”. No es exactamente la Iglesia de Roma, ya que su último Papa se llama Calvino, que aunque no es el reformador del siglo XVI, nos muestra que no es una Iglesia que haya sido reformada. Es un ente autoritario con un espíritu inquisitorial, que se ha enfrentado contra toda “teología experimental”.

No es extraño por lo tanto que la Iglesia Católica se sienta ofendida por este cuadro, que aunque es resultado de la imaginación fantástica, nos habla de realidades que conocemos a lo largo de la Historia de este mundo. Para ser justo, de hecho su crítica se extiende a “la Iglesia en todas sus ramas”. Ya que “todas son iguales”, para un personaje del tercer libro. “Lo que hacen es controlar, destruir, eliminar todo buen sentimiento”, dice Ruta Skadi… En el segundo aparece un sacerdote terrible, un borracho a la caza de brujas, posiblemente pedófilo; pero la crueldad de su Iglesia alcanza hasta su último Papa, que llama Juan Calvino y acusa de haber ordenado la muerte de niños. El presidente del Tribunal Consistorial de Disciplina, el Padre Hugh McPhail, decide matar a Lyra y el Padre Luis Gómez se ofrece de voluntario. Su masoquismo fanático, finalmente supera al Magisterio mismo...

Es evidente que la visión de Pullman de la Historia de la Iglesia es particularmente negativa. Aunque se confiesa “fascinado por la historia del pensamiento y las estructuras de la vida religiosa”, poco de ello creo que haya reflejado Weitz en su película. La verdad es que no me imagino cómo se puede hacer con esto una historia infantil, pero Hollywood ya nos ha dado suficientes ejemplos de cómo puede simplificar el relato más complejo. Dudo por lo tanto que ningún niño que vea la película, se vea llamado a matar a ningún dios, porque no creo ni que se le mencione… Lo que me preocupa es otra cosa: ¿Qué es lo que enseñamos a nuestros hijos?, ¿les decimos que toda las religiones son iguales y en cualquier iglesia podemos conocer a Dios?...

DIOS Y DIOSES
Esto no es lo que nos enseña la Biblia. La cuestión en la Escritura no es si creemos en Dios, sino en qué Dios creemos. La Palabra nos llama a volvernos de los ídolos o dioses, que hemos creado con nuestra imaginación, al Dios verdadero que se revela en la Biblia y la persona de Cristo Jesús.

Dioses habrá muchos, pero sólo uno es el Dios verdadero. Lo describe Hebreos 1 como superior a todos los ángeles, “por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia, es quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (vv. 2-3). Y ese no es el Dios del que habla Pullman. Así que no perdamos la brújula…

Fuentes: 1. ElComercio.com.pe / EFE 2. José de Segovia, en“mARTES” para el ProtestanteDigital.com. * 1 Cor 6:12

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martes, 16 de octubre de 2007

NORMAN MAILER AHORA CREE EN DIOS

Durante casi toda su vida, el ganador de dos premios Pulitzer, se definió como ateo y marxista. A los 84 años, asegura que su relación con la religión "es personal".

El escritor estadounidense Norman Mailer (Los desnudos y los muertos) fue conocido durante mucho tiempo como marxista y ateo. A los 84 años y con problemas de salud, el maestro de la literatura estadounidense se encontró, sin embargo, con la fe.

" Mi relación con la religión es interna y personal", dijo Mailer a DPA durante una entrevista en su residencia ubicada junto a la playa en la Bahía de Cape Cod, estado de Massachusetts.

" Creo que Dios existe. En mi época de ateo me parecía muy difícil encontrar una explicación filosófica para el hecho de que el ser humano haya surgido ex nihilo (de la nada). Por lo tanto, tiene sentido creer en un creador".

En octubre aparecerá un nuevo libro de Mailer en Estados Unidos bajo el título Sobre Dios:
una conversacion inusual (On God: An uncommon conversation), que abarca "conversaciones extraordinarias", según el subtítulo, entre el escritor y su biógrafo Michael Lennon.

El ganador de dos premios Pulitzer, sin embargo, no sólo se encontró con Dios con la edad, sino que también cree en las fuerzas del Mal. " Sí, creo que existe un Diablo.

Como ex marxista, estoy convencido de la tesis y la antítesis. Me gusta creer en el Diablo, porque así me puedo explicar la existencia del Mal", dice. " Me parecería bastante más difícil de creer que existe un Dios que simplemente acepta el Mal, filosóficamente hablando".


Tambien en Alemania se publica esta semana la decimonovena novela de Mailer, El castillo en el bosque, que analiza de forma ficticia la familia y la juventud de Adolf Hitler.


Fuente: extractos de nota por Gisela Ostwald para DPA /
Perfil.com


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lunes, 23 de julio de 2007

SEÑOR JUEZ, ¿DIOS EXISTE?

  • Enrico Righi, un sacerdote italiano, escribió en un boletín parroquial que Jesucristo existió.
  • Luigi Cascioli lo ha denunciado por incumplir unas leyes referentes al "abuso de las creencias populares" y la "suplantación de identidad".
  • La Corte Europea de Derechos Humanos en Estrasburgo ha aceptado la denuncia y lo llevará a juicio.
  • La Iglesia tendrá que demostrar que Jesús existió.

Enrico Righi, un sacerdote de un pueblo llamado Barnoregio, cerca de Viterbo (Italia) escribió en el boletín de su parroquia que Jesucristo existió según informa la CNN (inglés).

Ante esta afirmación, Luigi Cascioli, de 72 años de edad y ex seminarista romano, denunció a la Iglesia católica por exponer dicha afirmación y es que la acusa de haber incumplido dos leyes italianas: "ha habido un abuso de la creencia popular" en la que de forma fraudulenta se convence a la gente y se ha cometido un delito de "suplantación" de identidad en la que se ha atribuido una acción a una persona que no le correspondía.

Y es que según Cascioli, Jesús no existió y cuando la Iglesia habla en los Evangelios de éste, en realidad se refiere a una versión ficticia de Juan de Gamala (inglés), hijo de Judas. Así lo afirma Cascioli en su denuncia escrita en su libro La fábula de Cristo.

De esta forma, la demanda ha llegado hasta la Corte Europea de Derechos Humanos en Estrasburgo la cual declara que la demanda de Cascioli tiene fundamentos y ha decidido dar audiencia al ateo italiano. La Iglesia deberá contestar a la demanda y evidenciar en la corte que Jesús existió.

Fuente: 20MINUTOS.ES

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