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jueves, 19 de enero de 2012

‘Cerditos’ en la UE: ¿Son los países católicos manirrotos? Por Juan G. Bedoya

¿Son manirrotos los católicos, e incapaces sus políticos de sostener una economía capitalista creíble? ¿Por qué la crisis se ceba más en los países católicos del sur de Europa que en los del norte, de tradición protestante? ¿Son anticatólicos los mercados? Como en la canción de Bob Dylan, la respuesta (y la pregunta) está en el viento. No es un debate nuevo, pero arrecia en los tres últimos años.

De rodillas, andrajosos, humillados, cinco sujetos aparentemente sobrealimentados piden limosna en actitud perpleja. Detrás, un muro. Enfrente, la nada. Un letrero dice que son miembros de la Unión Europea. Cada uno luce en la pechera la marca de su país: Italia, Portugal, Irlanda, España y Grecia, de izquierda a derecha. El dibujante Jim Morin sublimó así el viejo debate sobre la inferioridad económica de los países católicos. Su ya famosa caricatura se publicó en The New York Times para ilustrar un informe sobre los PIGS europeos, literalmente cerdos en inglés.

PIGS es el acrónimo despectivo con el que financieros anglosajones se refieren a los países del sur de la UE: Portugal, Italia, Grecia y España (Spain en inglés), para subrayar sus problemas específicos: déficit incontrolado, contracción económica, desempleo galopante, endeudamiento, burbuja inmobiliaria, derrumbe de sus emisiones de deuda y, sobre todo, mentira y falseamiento de las cuentas. Tras la crisis de 2008, se reemplazó Italia por Irlanda, pero ahora añaden a las dos, con el acrónimo PIIGS. Algunos de esos países fueron presentados como ejemplares por sus gobernantes, en el caso de España como una economía de “champions”, a punto de superar a Francia e, incluso, a Alemania (palabras de Zapatero hace tres años).

El calificativo PIGS ha sido usado incluso por el Financial Times, referido a los prejuicios habituales de un determinado pensamiento económico sobre países de la periferia europea, oponiendo su situación a los emergentes BRIC (Brasil, Rusia, India, y China). El periódico jugaba con las palabras brick (ladrillo) y pig (cerdo), con una sutil referencia a la frase hecha que designa en ese idioma la idea de algo inverosímil: flying pig (cerdo que vuela).

Otros teóricos han utilizado la expresión economía porcina. “Es un apodo peyorativo, aunque refleja la realidad. Hace ocho años, los cerdos llegaron realmente a volar. Sus economías se dispararon después de unirse a la eurozona. Ahora, los cerdos están cayendo de nuevo a tierra”, escribió Financial Times en septiembre de 2008. Los mismos calificativos han usado The Times, Newsweek y The Economist.

Pese a que las economías de los países donde más han arreciado esas críticas (Reino Unido y EE UU) también atraviesan por dificultades, los desprecios no han desaparecido. Todo empezó con las tesis del sociólogo Max Weber sobre la inferioridad del cristianismo romano respecto al protestantismo para construir economías capitalistas solventes.

Los cinco pordioseros del dibujante Jim Morin tienen esa característica religiosa. Son católicos romanos, salvo Grecia, que es ortodoxa, una religión prima hermana del catolicismo. Si hubiera un barómetro para medir el maridaje entre el Estado y la religión, Grecia se llevaría la palma confesional, por delante de Italia y España. La última demostración fue la jura del cargo del nuevo primer ministro heleno, humillado ante el nutrido grupo de prelados encabezados por el arzobispo de Atenas y primado de Grecia, Jerónimos II.

En España, los presidentes de Gobierno y sus ministros, incluso los tachados por el Vaticano de “laicistas furibundos” (como Rodríguez Zapatero), juran su cargo ante un crucifijo y la Biblia abierta por el Pentateuco, el llamado Libro de los Números.

Veamos las tesis del sociólogo alemán Max Weber (Erfurt, 1864-Múnich, 1920). Las expone en un libro que se hizo pronto famoso, La ética protestante del capitalismo, publicado en 1905. Dice: “El mundo protestante es más exitoso económicamente que el católico gracias al influjo de la religión protestante en cada uno de sus individuos: amor al trabajo, honradez, ahorro y apego permitido a lo material”.

Los protestantes llaman perezosos a los católicos. Replican los católicos que los protestantes son materialistas. Weber lo explica así: “El católico es conformista y prefiere la seguridad, mientras que el protestante se atreve con el riesgo. La Iglesia católica castiga al hereje, pero es indulgente con el pecador. El protestante pone el énfasis no en la confesión, sino en la conducta. Cualquier fabricante sabe que es la falta de conciencia de los trabajadores de países como Italia uno de los obstáculos de su evolución capitalista y de todo progreso”.

Los tópicazos del sociólogo de la religión se refiere aquí a un tema de rabiosa actualidad en la UE: la menor laboriosidad y productividad de los países del sur, y el escandaloso absentismo laboral. Según Weber, el protestante no considera el trabajo un castigo. Los católicos, en cambio, creen que el trabajo es el máximo castigo de Dios por el pecado original, y culpan a una mujer, Eva, de haber provocado la expulsión del Paraíso, donde no era necesario trabajar. Del protestantismo, perseguido con saña en España hasta 1966, escribió Menéndez Pelayo, desde su atalaya de católico a machamartillo: “El protestantismo no es más que la religión de los curas que se casan”.

Ahora, la protestante Angela Merkel se presenta capaz de arreglar las cuentas y las deudas de los Estados del sur, como se ayuda a un primo borrachín. Pero exige atenerse al cuento de los tres cerditos merendados por el lobo. No ayudará, a menos que los PIGS estén dispuestos a construir en cemento armado sus casas, en vez de con paja reseca, y a aplicarse el cuento de la austeridad, el rigor y los sacrificios.

Todo son dudas. Las medidas de austeridad impuestas a los italianos por el Gobierno del tecnócrata Mario Monti (bien arropado por ministros católicos, como Andrea Riccardi, hagiógrafo de Juan Pablo II y fundador de la Comunidad de sant’Egidio, uno de los nuevos movimientos del catolicismo romano), excluyen de todo sacrificio a la Iglesia católica. El plan de ajuste asciende a 30.000 millones de euros, de los que buena parte proceden de un nuevo impuesto inmobiliario. Si la Iglesia católica italiana lo tuviera que pagar, Monti tendría 2.500 millones más. Lo han evitado ministros considerados más súbditos del Vaticano que de Italia.

Han hecho lo mismo los nuevos gobernantes de Grecia. En España, ni siquiera se plantea lo contrario, pese a ser la Iglesia católica el segundo propietario inmobiliario después del Estado. En los tres países en crisis, las jerarquías católicas viven en un clamoroso paraíso fiscal.

Todo empieza en la educación sentimental. Los catecismos que aprendieron los españoles durante el nacionalcatolicismo franquista (el Astete, el Ripalda y el Catecismo Patriótico Español, sobre todo) enseñaban que el liberalismo era pecado, pero también el capitalismo, el socialismo, el modernismo, el darwinismo, el sindicalismo, el laicismo, el secularismo, y así hasta 14 ismos. “A todos los fieles, en especial a los que mandan, ordenamos con la autoridad del mismo Dios que trabajen con empeño en desterrar de la Santa Iglesia estos errores”, ordenó el Concilio Vaticano I.

“¿Es lícito a un católico llamarse liberal?”, preguntaba el cura en la catequesis siguiendo el texto de Nuevo Ripalda para la nueva España. Respuesta: “No, señor, por el escándalo que causa tomar el nombre de un error condenado por la Iglesia”. Pero había matices. El catequista ensotanado pregunta si “alguna vez no será pecado leer la prensa liberal”. “Sí, señor, si se leyeren las reseñas taurinas o el alza o baja de la Bolsa”.

Michael Burleich, historiador de Oxford, opina: “Para los protestantes liberales, los católicos personificaban el atraso económico y el oscurantismo cultural, mientras que el protestantismo era sinónimo de cultura, una identificación efectuada en parte para revigorizar el protestantismo entre una burguesía que ya no iba a la iglesia. Las personas modernas hacían sus propias elecciones racionales; los sacerdotes ejercían un dominio antinatural sobre las ancianas, los niños y las gentes del campo, que constituían la mayoría católica”.

Es como si Burleich hubiera escuchado al aristócrata Cayetano Martínez de Irujo, conde de Salvatierra y gestor de la Casa de Alba, que acaba de proclamar que “los jornaleros andaluces tienen pocas ganas de trabajar”. La misma idea ha expresado, con palabras más gruesas, el líder de los democristianos catalanes, Duran Lleida. Burleich añade, citando a Weber: “La resolución y la sobriedad características de los protestantes contrasta con una chusma indolente y beoda de campesinos controlados por los curas, que solo salen de su inercia para quedarse embobados con las trapacerías de las reliquias”.

Recientes investigaciones de Ludger Wössmann y Sascha Becker, profesores de Economía de la Educación en la Universidad de Múnich, señalan que las regiones alemanas protestantes eran (son) de promedio más ricas y desarrolladas que las católicas, y también tenían (tienen) mayor nivel de escolarización de mujeres.

En España, el atraso económico se concentra, con tasas de paro por encima del 30%, en las regiones más católicas, si sirve para medir la religiosidad el porcentaje de contribuyentes que coloca la equis en su declaración de la renta pidiendo que Hacienda desvíe el 0,7% de su cuota fiscal para pagar los salarios de obispos y sacerdotes. Andalucía y Castilla-La Mancha duplican el porcentaje de País Vasco y Cataluña. Además, la historia del mal llamado impuesto religioso es una demostración de cómo en el mundo católico la verdad puede convertirse en mentira con desparpajo. Sostienen los obispos que son sus fieles los que pagan ese impuesto. Pero el católico español, al contrario que en Alemania, no añade ni un euro en el IRPF para su confesión. Es Hacienda quien lo deduce de los ingresos totales del Estado, de manera que el sostenimiento del clero católico corre también por cuenta de ateos, protestantes, judíos, musulmanes y todos los etcéteras que quieran añadirse.

Italia confirma también las conclusiones de Wössmann y Becker, con un añadido: allí está demostrado que el norte, más rico pero menos religioso, es menos corrupto que el sur, donde la tradición católica está más arraigada y hay más pobreza.

Es difícil encontrar un historiador de las religiones que no se ocupe de las tesis de Weber. El último en hacerlo es Diarmaid MacCulloch, catedrático de Historia de la Iglesia en la Universidad de Oxford. Acaba de publicar una imponente Historia de la Cristiandad (Debate, 2.300 páginas) y, pese a señalar los intentos renovadores de Roma, considera razonables los argumentos del sociólogo alemán. “Los colectivos son más proclives que los individuos a pasar por alto algo que sucede delante de sus narices”, ironiza.

En cambio, la filósofa y escritora Reyes Calderón, decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Navarra, desveló hace apenas un mes que está ultimando una investigación en la que desmonta con contundencia la idea de que las sociedades católicas sean más corruptas y atrasadas que las de tradición protestante. De momento, sostiene: “El problema es que tanto la metodología de la investigación como las bases de los estudios eran incorrectas. Valoraban, por ejemplo, que como en el catolicismo puedes robar y después confesarte para quedar libre de culpa, se tendía más al hurto. No valoraron que la religión católica obliga a devolver lo robado para ser absuelto. La muestra era muy sesgada”.






Fuente: ElPais.com
Autor: Juan G. Bedoya (1945 -) periodista, docente y político español. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra y ha trabajado, entre otros medios, en Alerta (Santander), El Correo Español (Bilbao), Televisión Española y ahora responsable de la sección de Religión de El País.La Comisión Europea ha otorgado en España el ‘Premio Europeo de Periodismo 2009. También ha sido director de Hoja del Lunes de Santander (1975-1980). Director del Curso La cuestión regional de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Profesor de Literatura en la Escuela Politécnica (1973-1974). Presidente de la Junta de Fundadores de Cantábrico de Prensa S.A. Editor del periódico ALERTA Cantabria (1985-1993).


Adjunto al articulo original: San Isidro, las mujeres y los puentes de Rajoy

Uno de los frenos del desarrollo en los países católicos es la tradicional aversión de los jerarcas romanos por la mujer. Ese talibanismo pervivió en la Europa de los PIGS hasta bien entrado el siglo XX, pomposamente llamado el siglo de las mujeres. Carlos Marx, muchos años antes, había advertido de que “el progreso social se mide por la posición que ocupa la mujer en una determinada sociedad”. En España, durante el franquismo, donde mandaban mucho los obispos, las mujeres no podían abrir cuentas en un banco ni obtener el pasaporte sin licencia del marido.

“De los innumerables pecados cometidos a lo largo de su historia, de ningún otro deberían de arrepentirse tanto las iglesias como del pecado cometido contra la mujer, opina la teóloga Uta Ranke-Heinemann, compañera de estudios del actual Papa en la Universidad de Múnich.

Todo empezó cuando los primeros sabios cristianos tomaron a Aristóteles como pensador de cabecera. El griego fue quien primero teorizó sobre la inferioridad de la mujer. Esta debe su existencia a un descarrilamiento en su proceso de formación; es “un varón fallido”. San Agustín reforzó ese desprecio y Tomás de Aquino lo hizo teología de altura.

Respecto a la aversión por el trabajo (baja productividad, absentismo, etcétera), el símbolo podría ser san Isidro Labrador, patrón católico de Madrid. La Iglesia romana lo tiene en los altares como un hombre muy piadoso (tanto, que abandonó a su mujer para no disiparse), pero con fama de holgazán entre los vecinos. Su patrón, Juan de Vargas, quiso comprobarlo por sí mismo. Un día se escondió tras unos matorrales, a medio camino entre la iglesia y el campo. Al salir del templo, recriminó a Isidro el absentismo. Pero cuando llegaron los dos a la finca, los bueyes estaban arando ellos solos la parte que le correspondía al futuro santo y patrón. ¡Ángeles del cielo!

Otro cantar es la fama festivalera de los países del sur. El presidente Mariano Rajoy ha prometido que reducirá los puentes festivos para mejorar la productividad, pasando al lunes algunas fiestas de guardar. Lo tiene difícil. Ya lo intentó Felipe González en 1984 con la fiesta de la Inmaculada (8 de diciembre), para que no coincidiese con la de la Constitución (dos días antes). Los obispos casi se echan al monte.






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lunes, 28 de junio de 2010

Vaticalia. La nobleza negra del Vaticano. Por Miguel Mora

Personas del entorno del Papa están implicadas en los escándalos de corrupción de la Protección Civil y de Propaganda Fide. Ha nacido un sistema de poder mixto que mezcla lo laico y lo religioso, la Iglesia y el Estado, Italia y el Vaticano, la curia con la élite civil
Los Gentilhombres de su Santidad forman parte de la familia pontificia como el comandante de la Guardia Suiza o los clérigos que trabajan con el Papa. Antes se llamaban Camareros de Capa y Espada, y los había secretos o de honor. En marzo de 1968, dos meses antes de que en París se prohibiera prohibir, en Roma Pablo VI abolió la Corte vaticana y creó los Gentilhombres. Montini escribió con un deje de pena: "Tanto en la Iglesia entera, especialmente después del concilio ecuménico Vaticano II, como en la opinión pública mundial se ha abierto camino una más atenta, digamos más celosa, sensibilidad sobre la preeminencia de los valores secamente espirituales, una exigencia de verdad, orden y realismo respecto a lo eficaz, funcional y lógico, frente a lo que es solo simbólico, decorativo y exterior".

Muerto el patriciado, parecía que la modernidad había llegado por fin al Vaticano. Y el papa trataba de explicarlo motu proprio: "Nuestra antigua y benemérita Corte -que ahora será designada únicamente con su original y noble apelativo de Casa Pontificia- seguirá resplandeciendo en su prestigio auténtico, comprendiendo a eclesiásticos y laicos que, además de su particular competencia y autoridad, se distingan por sus señalados servicios en el campo del apostolado, de la cultura, de la ciencia, de las distintas profesiones, por el bien de las almas y la gloria del nombre del Señor".

Que se sepa, los Gentilhombres de su Santidad no cobran del Vaticano, aunque a veces trabajan dando pompa a los ritos. Visten de negro riguroso y llevan la pechera del frac forrada de medallas. Altivos, huidizos y misteriosos, forman parte del club más exclusivo del mundo y tienen el rango más alto al que un laico puede aspirar en el Vaticano.

Hoy, la labor secreta de esta nueva nobleza negra es muy estimada en San Pedro. Su "competencia y autoridad" y sus "señalados servicios" suponen beneméritas acciones para la Santa Sede. En algunos casos, se diría que el requisito básico para entrar en el club es ayudar a engordar las arcas del Estado pontificio, el paraíso fiscal más rico, mejor decorado y más visitado del mundo.

Algunos gentilhombres son verdaderos prodigios de las finanzas. Tomemos a Herbert Batliner, por ejemplo. Nacido en 1928 en Liechtenstein, está considerado por la policía alemana uno de los mayores expertos en crear sociedades fiscalmente opacas, un gran especialista en lavar dinero negro. Batliner es uno de los banqueros que mueven en la sombra las finanzas vaticanas. El presidente de la Fundación Peter Kaiser lleva décadas trabajando en silencio por el bien de la Europa cristiana. Al menos desde 1970. Fue nombrado gentilhombre por Juan Pablo II en 1998, y lo sigue siendo todavía.

En el año 2000, según ha revelado un reciente reportaje de La Repubblica, un empleado del estudio de Batliner entregó a la Fiscalía de Bochum (Alemania) un CD lleno de datos secretos. En ese momento fue calificado como el rey de los evasores fiscales en un informe del servicio secreto alemán, que definió el "sistema Batliner" como un mecanismo que durante años había sustraído al fisco al menos 250 millones de euros.

A pesar de lo anterior, el 9 de septiembre de 2006, Batliner se encontró con el Papa Joseph Ratzinger en Ratisbona. Batliner llegó hasta allí para donar en persona a la iglesia local un órgano valorado en 730.000 euros. Sobre él pesaba una orden de busca y captura de la policía alemana. Pero logró entrar en el país gracias a los buenos oficios de la diplomacia vaticana. Y no fue detenido. Apenas un año después, en el verano de 2007, Batliner admitió sus culpas y pactó con el Estado alemán, aceptando pagar una multa de dos millones de euros. Cinco años antes, la Corte Suprema de Liechtenstein confirmó en una sentencia que Batliner ya era en 1990 el fiduciario del ecuatoriano Hugo Reyes Torres, señalado como jefe mafioso de la droga, que mientras tanto fue condenado.

Mientras Ratzinger predica en sus homilías y encíclicas la ética de la economía y clama contra los especuladores y "los sacerdotes que tratan de hacer carrera para enriquecerse", algunos miembros de este club de caballeros parecen llevarle la contraria.

No todos, claro. En el club laico papal figuran 147 notables. Aunque el título es vitalicio, el Papa puede revocarlo cuando lo considere oportuno. A Batliner no lo ha echado todavía. Pero a Angelo Balducci, sí.

Balducci es un ingeniero que durante 25 años se encargó de ejecutar las obras públicas en la región del Lazio, donde se hallan Roma y el Vaticano. De ahí pasó al Gobierno central como responsable del Consejo Superior de Obras Públicas. Tras una vida dedicada a mejorar las infraestructuras italianas y vaticanas, Balducci, de 62 años, vive ahora en la cárcel romana de Regina Coeli.

Desde febrero, Balducci es el principal imputado en el escándalo de corrupción de la todopoderosa Protección Civil italiana, que de momento tiene a más de 50 personas imputadas o bajo investigación. Desde 2001 hasta ahora, el superministerio que depende de la Presidencia del Gobierno ha gastado fondos públicos por valor de 13.000 millones de euros, según el último informe de la Autoridad para la Vigilancia de los Contratos Públicos.

El dinero era gestionado por el jefe de la Protección Civil, el secretario de Estado Guido Bertolaso, también acusado de corrupción, y por el ejecutor de las obras, Balducci, gracias a una argucia autorizada por el primer ministro, Silvio Berlusconi, para superar la maldita burocracia y afrontar las emergencias con más rapidez: la licitación de contratas públicas se hacía sin concurso, a dedo, derogando los procedimientos ordinarios.

Ese trato especial creó un monstruo de mil cabezas. La Protección Civil de Berlusconi no solo se encarga de las calamidades. También organiza pruebas deportivas como el Mundial de natación, cumbres internacionales como la del G-8, restauraciones de museos y teatros, y todo tipo de actividades religiosas.

La investigación de los fiscales de Perugia vinculó desde el principio a la Iglesia católica con la trama corrupta. Descubrió, por ejemplo, que el cura Evaldo Biasini, de 83 años, gerente de la Congregación de los Misioneros de la Preciosísima Sangre de Jesús, guardaba grandes cantidades de dinero en efectivo para el constructor Diego Anemone, a quien los fiscales acusan de haber recibido numerosas contratas de la Protección Civil a cambio de comisiones, regalos y favores de toda condición, desde masajes en su club deportivo hasta reformas de pisos. Desde aquel día, el anciano Don Evaldo ha pasado a ser conocido como "Don Bancomat" (don cajero automático).

El "sistema gelatinoso", como lo definieron los fiscales en su escrito de acusación, "toca nombres de gran espesor institucional" y se expande por diferentes vías pías. La lista de eventos católicos organizados por la Protección Civil y pagados en estos años por el contribuyente italiano es larga, desde la Gira por Italia del Papa en el Año Paulino hasta las exequias de Juan Pablo II o las canonizaciones del Padre Pío y de San Josemaría Escrivá.

Balducci fue nombrado gentilhombre por el Papa Wojtyla en 1995. Quince años después ha caído en desgracia y el Vaticano se ha visto obligado a cancelar su nombre del Anuario Pontificio. Pero su pecado, irónicamente, no fue robar. Balducci solo fue tachado de la lista cuando se hizo público que recurría a menudo a un tenor africano de la coral suplente de San Pedro para que le organizara citas con jóvenes seminaristas y sin papeles. Las escuchas telefónicas interceptadas al corista y el gentilhombre eran de este estilo: "Tengo un bailarín de la RAI". "Tengo un negro...".

Como Balducci, los caballeros papales destacan por sus contactos, su poderío y su patrimonio. En el índice abundan los banqueros, empresarios, príncipes, políticos y diplomáticos. Italia encabeza de largo la lista, con 114 gentiluomini. Les siguen, con siete, Estados Unidos, y con cinco, Austria y España.

Pocos meses después de llegar al trono en 2005, Benedicto XVI nombró sus primeros siete gentilhombres. Aunque la doctrina y la teología son los asuntos favoritos del Papa alemán, también le preocupa la eficacia organizativa. En esa primera lista apareció el personaje central de las peligrosas amistades Iglesia-Estado. Se trata del periodista y político Gianni Letta, de 75 años, secretario de Estado de Presidencia del Gobierno y número dos de facto del Ejecutivo de Berlusconi en 1994, 2001 y 2008, mentor y protector de Guido Bertolaso, heredero del estilo y el arte para la fontanería política de Giulio Andreotti.

Curiosamente, el poderoso Letta se convirtió en gentilhombre muchos años más tarde que el anónimo técnico Balducci. Ex forense, ex director de Il Tempo y ex periodista de Mediaset, vicepresidente de Fininvest Comunicaciones, supervisor de los servicios secretos y consejero externo de Goldman Sachs para inversiones en Italia, Letta es quizá el único berlusconiano que adora negociar. Se lleva bien con todos, y se comenta que es el único político italiano capaz de contentar a la masonería y al Opus Dei. Es el gran mediador, el hombre que levanta el teléfono cuando hay problemas.

Y su referente en la Curia es Ratzinger. "Bajo su apariencia de hombre religioso, la factura que pasa Letta al Vaticano es la más discreta, pero también la más cara", afirma el sacerdote y vaticanista Filippo di Giacomo. "El doctor Letta tiene tanto poder que se permite nombrar obispos a su conveniencia, como hizo hace unos meses en L'Aquila al promover a su amigo Giovanni d'Ercole".

En el plano familiar, Letta no está solo. Su sobrino Enrico es un alto dirigente católico del Partido Demócrata. Su hija Marina está casada con el restaurador Ottaviani: suyo es el monopolio de los caterings de la Protección Civil. Hasta ahora, el nombre de Letta solo ha aparecido de forma colateral en las 410.000 llamadas telefónicas que los fiscales tienen depositadas en Perugia. Aunque en noviembre de 2008 fue imputado por abuso de poder y estafa en un asunto que parece distinto pero no lo es tanto: supuestamente, medió a favor de una cooperativa del movimiento Comunión y Liberación para la contrata de un centro de asistencia para inmigrantes.

Cuando se destapó el caso de la Protección Civil, el Papa dedicó a Letta un "pensamiento especial" durante un discurso público. Cosa infrecuente, que significa: es un amigo. ¿Cómo se explica esa condescendencia en un Papa tan estricto? Según el filósofo Paolo Flores d'Arcais, el problema de Ratzinger es que está atrapado en un dilema existencial e histórico. "Estoy convencido de que su voluntad de limpiar la Iglesia de los dos pecados capitales, sexo y dinero, es seria", dice el director de la revista Micromega. "Su línea es la del concilio de Trento: dogmatismo a ultranza y ataque a los comportamientos inmorales. Quiere acabar con los curas pederastas y los prelados corruptos. Pero hacerlo supone un imposible: sentar en el banquillo a Wojtyla. Y eso no es tan fácil como pedir perdón por la condena a Galileo. Supondría reconocer que su antecesor encubrió a Paul Marcinkus (presidente del Banco vaticano IOR entre 1971 y 1989) y a Marcial Maciel (dirigente de los Legionarios de Cristo). Limpiar de verdad le obligaría a sacar a la luz porquería a granel y a despedir a media curia. Pero si no lo hace, la Iglesia seguirá perdiendo credibilidad. Ese es su dilema".

Letta es el perno de la alianza de Berlusconi con el cardenal Camillo Ruini, ex jefe de la Conferencia Episcopal Italiana y creador del proyecto cultural que ayudó a arrebatar a la izquierda la hegemonía intelectual e informativa en Italia. Cuando la Democracia Cristiana desapareció en 1993 bajo el seísmo de Tangentópolis (el escándalo de las comisiones de los partidos), sus componentes se repartieron entre Forza Italia y la católica Margarita del centro-izquierda. Luego, el católico Romano Prodi nombró a Guido Bertolaso jefe de la Protección Civil en 1996. Y el católico Francesco Rutelli, ex alcalde de Roma, puso a trabajar juntos a Balducci y a Bertolaso en el Año Santo del Jubileo.

Allí nació el sistema gelatinoso. El cardenal Crescenzio Sepe, que acaba de ser imputado por corrupción, era el secretario general del comité organizador jubilar. El Año Santo fue una mayonesa de negocios, obras, subvenciones, regalos, silencios y favores que ligó a altos funcionarios públicos con la curia del Opus Dei y los Legionarios de Cristo.

Protegido de Wojtyla, Sepe, ahora arzobispo de Nápoles, fue entre 2001 y 2006 el responsable de Propaganda Fide, hoy llamada Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Es el ministerio vaticano que se encarga de financiar las misiones y de gestionar el patrimonio inmobiliario vaticano. Y su asesor principal era Angelo Balducci.

La acusación sostiene que el cardenal Sepe concedió gratis uno de los 2.000 apartamentos que Propaganda Fide posee en Roma al jefe de la Protección Civil, Guido Bertolaso. Y que además vendió en 2004 un lujoso palacete romano a precio de ganga (entre tres y cuatro millones de euros, cuando valía nueve o diez) al entonces ministro de Infraestructuras, Pietro Lunardi, también acusado formalmente por esa operación. La hipótesis de los fiscales es que, a cambio, Lunardi financió con dinero estatal de la sociedad Arcus obras millonarias de Propaganda Fide que nunca fueron realizadas.

El cardenal se ha defendido acusando a sus superiores: "La Administración vaticana aprobó todas las operaciones", ha dicho. E insiste en considerarse un mártir: "Trabajé siempre con transparencia y por el bien de la Iglesia, una Iglesia siempre perseguida". Según Sepe, fue Francesco Silvano, otro de sus asesores en Propaganda Fide, miembro de Comunión y Liberación y actual ecónomo del arzobispado de Nápoles, quien le recomendó prestar y malvender las propiedades.

La investigación ha revelado que los pisos son el principal objeto de intercambio de favores entre Italia y el Vaticano. Jefes de los servicios secretos, de la Policía Fiscal, de los Carabineros, magistrados, políticos, empresarios y el propio Bruno Vespa, el periodista favorito de Berlusconi y de Wojtyla, viven o han vivido en apartamentos de Propaganda Fide.

El cardenal Sepe fue apartado de Propaganda Fide por Benedicto XVI, en lo que hoy parece un intento de alejar a la curia italiana, y a Comunión y Liberación, de la gestión inmobiliaria. Tras cinco años de papado, es un secreto a voces que Ratzinger no se fía de su curia, si exceptuamos un pequeño puñado de fieles. Aunque ha ido relevando al núcleo duro de Wojtyla, el Gobierno vaticano sigue en manos de grupos como el Opus Dei -sus portavoces se empeñan en negarlo-, la citada Comunión y Liberación y los Legionarios de Cristo, aunque hoy esté a punto de desaparecer como movimiento carismático para pagar por los delitos de su fundador.

Los movimientos eclesiales han ganado peso en el Vaticano desde el último concilio. En apariencia solidarios, luchan por el control de los mejores puestos y negocios, y en la refriega olvidan lo que haga falta del Evangelio y se dedican a un ajuste de cuentas permanente, mientras los creyentes asisten atónitos al espectáculo.

Los laicos eclesiales controlan amplios sectores de la política, la información, la empresa, la caridad, la educación, la sanidad y la magistratura. En Roma ejercen una influencia cada vez mayor, en estrecha y democrática connivencia con el centro-derecha ateo-devoto, pero también con la lánguida oposición del Partido Democrático y la curia de los buenos y felices tiempos del Papa viajero.

La fragilidad de las órdenes religiosas, castigadas por la escasez de vocaciones, ha favorecido la sofocante presencia de los laicos. "En 1998, Ratzinger alentó la integración laica durante un congreso organizado por Wojtyla", recuerda Paolo Ciani, miembro de la Comunidad de San Egidio, un movimiento eclesial que cuenta con 50.000 voluntarios repartidos por el mundo y solo 25 empleados. "Ratzinger releyó la experiencia de las órdenes religiosas y monásticas junto a la de los movimientos eclesiales, y reconoció a estas, con su dinamismo y competencia, un papel en la Iglesia. El mensaje era que para sobrevivir había que fiarse del rebaño fiel".

Hoy, la Curia romana es una ingobernable y anquilosada maquinaria que cuesta anualmente al Vaticano 102,5 millones de euros. La estructura depende de la Secretaría de Estado, una suerte de consejo de administración con un presidente (el secretario de Estado) y un director general (el sustituto), las dos únicas personas que tienen acceso directo al despacho del Papa. En el Vaticano trabajan 2.748 personas. De ellas, 778 son eclesiásticos, frente a 333 religiosos y 1.637 laicos (de estos, 425 son mujeres).

Los laicos han tomado el poder cooptando a obispos y cardenales menos cristianos de lo que se supone. "La nulidad de la curia se debe a su falta de formación y a su exceso de italianidad", explica el sacerdote y canonista Filippo di Giacomo. "De las diócesis llega el personal con cuentagotas porque a los obispos les cuesta enviar a sus mejores hombres. Las órdenes, antes cantera privilegiada de inteligencia y talento, tienen cada vez menos materia gris a la que recurrir. Los buenos llegan a obispos, y a la curia solo llega lo peor de cada familia".

Así ha nacido un sistema de poder mixto que confunde lo laico y lo religioso, la Iglesia y el Estado, Italia y el Vaticano, la curia con la élite civil. El sistema se basa en un enorme poder económico, sensación de impunidad, gusto por la omertà y el encubrimiento y la capacidad de infiltración.
La ambición de ese sistema es lograr la fusión fría entre Italia y el Vaticano. En sus esquemas mentales, esta nueva curia negociante y carnal no visualiza dos Estados, sino un único país que se podría llamar, abreviando, Vaticalia. " ¡Imposible fiarse de truhanes que usan a Dios para colmar su atrofiada vanidad!", dice el cura genovés Paolo Farinella.

La gran caja fuerte laica del momento se llama Comunión y Liberación (CL). Nacida en 1954 y denominada así desde 1969, está presente en 70 países; en Italia controla empresas, medios de información, diócesis, colegios, universidades, hospitales privados y públicos, e incluso un holding de cooperativas sociales, Auxilium, que gestiona varios centros de identificación y expulsión de inmigrantes para el Ministerio del Interior.

"Desde hace 20 años, CL es el brazo clerical de la ultraderecha milanesa", explica Di Giacomo. "Su estrategia es cultural y política. Sus curas pueblan los seminarios lombardos; sus prelados se movilizan lo que haga falta". Afirma también que sus jefes ideológicos dictan la ley en diferentes periódicos y que su presencia es constante en televisiones y radios: "Mandan a derecha e izquierda".

Roberto Formigoni es desde hace 15 años presidente de Lombardía, la región italiana con la renta más alta de Europa junto con la de París-Ile de France. Pertenece de pleno derecho, y no lo oculta, a Comunión y Liberación. Eso podría permitirle incluso aspirar a suceder a Berlusconi. En los últimos meses, el gobernador ha repartido entre los hombres de CL, más conocida como I cielini (los cielitos), los puestos fundamentales de la organización de la Expo de Milán 2015. Un paraíso de contratos públicos, privados y mixtos en el que la magistratura ha detectado ya la penetración de las mafias.

Casi cada día salen a la luz nuevas amistades peligrosas. Hace unas semanas, los jueces enviaron una comisión rogatoria al Vaticano porque sospechan que el tesoro oculto de la cricca (la banda) gelatinosa puede estar depositado en el IOR (Instituto para las Obras Religiosas). Y esta semana han reclamado por vía oficial los documentos de Propaganda Fide, la inmobiliaria de la Santa Sede.

Aunque el trabajo de los fiscales es exhaustivo, en Vaticalia se sabe que no lo tendrán fácil para apurar la verdad. El Vaticano sigue siendo un paraíso fiscal, el concordato le concede amplias cuotas de inmunidad y las cuentas secretas que prosperan a la sombra del IOR, la APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), la vieja Propaganda Fide y un largo número de sociedades participadas son el secreto mejor custodiado.

Pese a las apelaciones a la limpieza de Raztinger, las cosas no parecen haber cambiado mucho. Aquí los misterios se resuelven con tiempo. Con mucho tiempo. Balducci es de momento el gran chivo expiatorio. Durante 15 años, nadie vio nada ni sospechó nada: era un gentilhombre y las campanas tocaban a omertà. Hoy se habla de él, pero pronto todo volverá a su ser y la gelatina seguirá extendiéndose. A día de hoy, junio de 2010, los italianos todavía no tienen una ley de parejas de hecho; los inmigrantes sin papeles son considerados delincuentes y no se respeta el derecho de asilo; los homosexuales son agredidos cada día por la calle, y las mujeres que quieren someterse a inseminación artificial deben emigrar.




Fuente: ElPais.com
Autor: Miguel Mora. corresponsal en Roma, Italia, de El País de España.
Fotografia: viñeta de Eneko / 20minutos.es

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viernes, 2 de enero de 2009

El Vaticano se divorció de Italia: rompe con la ley italiana porque "choca con sus principios"

La Ciudad del Vaticano, el estado soberano más pequeño del mundo, decidió divorciarse de las leyes italianas.

Los asesores legales del Vaticano alegan que existen demasiadas leyes en los códigos Civil y Criminal de Italia, y que con frecuencia entran en conflicto con los principios de la Iglesia católica.

El papa Benedicto XVI decidió que, a partir del 1º de enero, el Vaticano ya no adoptará automáticamente las leyes aprobadas por el Parlamento italiano.

Todas las leyes italianas serán examinadas una por una antes de que se adopten.

Bajos los Pactos de Letrán, firmados en 1929 entre el entonces Reino de Italia y la Santa Sede, las leyes italianas se aplicaban automáticamente.

"Leyes obsoletas"

Un abogado del Vaticano experto en Derecho Canónico, monseñor José María Serrano Ruiz, declaró públicamente que las leyes italianas son demasiadas, muy inestables y a menudo entran en conflicto con las enseñanzas morales de la Iglesia.

El gobierno italiano dijo que, desde el punto de vista técnico, el Vaticano puede tener razón.

Un ministro del gobierno admitió que las leyes de Italia a menudo se escriben mal y que a veces son difíciles de entender.

Una comisión parlamentaria está debatiendo cómo eliminar decenas de miles de leyes obsoletas del Código Civil italiano.

Tratados internacionales

El Vaticano también ha determinado examinar los tratados internacionales antes de decidir la adhesión o no a los mismos.

Por ejemplo, recientemente decidió rechazar la declaración de Naciones Unidas de despenalizar la homosexualidad.

Funcionarios del Vaticano dijeron que la ONU fue demasiado lejos con las palabras que utilizó, al colocar diferentes orientaciones sexuales en el mismo nivel.

Algunos expertos en Derecho creen que el Vaticano está simplemente tratando de hacer valer su independencia legal en casos como las uniones civiles, el divorcio, la eutanasia y el derecho a autodeterminar la muerte.

De esta manera, si Italia fuera a legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, por ejemplo, el Vaticano podría rehusarse a aceptarlo.*


El Vaticano rompe con la ley italiana porque "choca con sus principios". El fallo sobre la muerte de Eluana, entre las causas de una decisión inesperada.

Por considerar que las leyes italianas contrastan "con demasiada frecuencia" con los principios irrenunciables de la Iglesia y son innumerables, el Vaticano ha decidido dejar sin efecto, en parte, el Tratado de Letrán (firmado en 1929), por el que aplicaba en su territorio de forma automática el ordenamiento jurídico italiano. Por sorpresa, el Vaticano hizo este anuncio el último día del año mediante un artículo publicado en el diario L'Osservatore Romano, firmado por el presidente de la Corte de Apelación del Estado de Ciudad del Vaticano, el español José María Serrano Ruiz.

Al conocer la noticia, el ministro italiano para la simplificación legislativa, Roberto Calderoli, se quejó de que el Vaticano no hubiera hecho este cambio cuando estaba en el poder el Gobierno anterior, de centro izquierda, y dijo que espera que reconsidere su decisión. "Francamente, hasta ahora no he visto ningún movimiento por parte de nuestro Gobierno que vaya en contra de los valores de la Iglesia", señaló al diario Corriere della Sera.

Calderoli añadió posteriormente que la reciente decisión del Tribunal Supremo de Italia de permitir que se deje de alimentar a la joven Eluana Englaro, en coma desde hace 16 años, debe de haber influido en el anuncio, ya que el Vaticano se opuso tajantemente. Un fallo inapelable que, sin embargo, no se ha podido cumplir.

Tras la firma de los pactos de Letrán del 11 de febrero de 1929, que supusieron el reconocimiento mutuo del entonces Reino de Italia y la Santa Sede, el Vaticano adoptó el ordenamiento jurídico italiano. Ese pacto se produjo cuando estaba en el poder el dictador Benito Mussolini. Hasta ahora, el rechazo a adoptar una ley del Estado italiano era excepcional y motivada por una "radical incompatibilidad". Quedaban fuera de este marco los tratados bilaterales del Estado vaticano.

Según Serrano Ruiz, la nueva norma del Vaticano, que fue aprobada el 1 de octubre por el papa Benedicto XVI, ha sido necesaria debido al "número exorbitante" de las leyes italianas, así como su carácter "variable" y a que presentan además "con demasiada frecuencia" contrastes con "principios irrenunciables de parte de la Iglesia".

Con la entrada del nuevo año, la ley italiana pasa así a ser considerada "fuente supletoria" a un ordenamiento jurídico vaticano que estará inspirado en el derecho canónico.

Para los analistas vaticanos, la decisión del Estado pontificio responde a hechos como la legalización del divorcio pero también se adelanta a futuras leyes sobre la familia o que puedan reconocer las parejas homosexuales. "En el Vaticano saben que una legislación europea podría antes o después llevar a Italia el reconocimiento de las parejas de homosexuales (...) Por ello, al actual filtro se ha querido añadir un freno oficial", ha explicado Marco Politi en un artículo publicado en el diario La Repubblica.**

*Fuente: BBC mundo / Autor: David Willey. Roma
**Fuente: El País.com

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domingo, 7 de diciembre de 2008

Berlusconi se pliega a los deseos del Vaticano

El Gobierno italiano renuncia a reducir los fondos a las escuelas privadas ante la amenaza de la Santa Sede de movilizarse contra la medida. Se mantiene el recorte para la enseñanza pública.

El papa Benedicto XVI celebra una misa para cerrar el Sínodo en octubre en la catedral de San Pedro. Danilo Schiavella / Efe

Una sola amenaza ha bastado para que todo siga igual. El Gobierno italiano aprobó ayer por la mañana una enmienda para reducir las ayudas económicas a las escuelas privadas, muchas de las cuales son católicas. Pocas horas más tarde, el subsecretario de Economia, Giuseppe Vegas, comparecía de nuevo con un discurso completamente distinto: "Hay una enmienda que recupera el nivel original, los 120 millones de euros. Pueden estar tranquilos y dormir cómodamente sobre cuatro almohadas". En menos de tres horas, el Ejecutivo de Silvio Berlusconi había aprobado otra enmienda a los presupuestos del 2009 que corregía la anterior.

Para hacer rectificar al Gobierno, al Vaticano le bastó con una amenaza que ni tan siquiera llegó desde muy arriba. El encargado de lanzar el aviso fue el director de la Oficina Nacional de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), el monseñor Bruno Stenco: "Se quiere la escuela estatal y la escuela comercial, el Estado y el mercado, pero no el privado social que representamos nosotros y que realizamos no por intereses privados, sino públicos", denunció Stenco.

"A este punto se ha abierto una crisis mucho más profunda y las federaciones de las escuelas católicas se movilizarán en todo el país", advirtió el director de la CEI. Pero no hizo falta movilizar a nadie. En un abrir y cerrar de ojos el Gobierno ya había dado marcha atrás.

Después de la rectificación, el portavoz de la CEI, Domenico Pompili, dijo que "los arzobispos italianos están preocupados (...) por el destino de las escuelas públicas no estatales, sobretodo en el momento económico y social que el país está atravesando. Confiamos en el compromiso que el Gobierno ha asumido públicamente".

Finalmente, para cerrar la polémica se pronunció el Papa, Benedicto XVI: "Las ayudas para la educación religiosa de los hijos son un derecho inalienable", dijo el Pontífice.

La escuela pública, en cambio, no ha tenido tanta suerte. El recorte económico a la enseñanza pública se anunció a mediados del mes de octubre. Los estudiantes y profesores amenazaron con salir a protestar. Y nada cambió.

Entonces pasaron a la acción. Empezaron con las simbólicas lecciones de química en medio de la calle, continuaron con las ocupaciones de institutos y universidades. Finalmente llegaron las masivas manifestaciones en las puertas del Parlamento. Aún así, no han logrado modificar una sola coma del texto inicial. En el caso de la enseñanza pública, el Gobierno retirará en los próximos tres años 8.000 millones de euros en ayudas.

El representante de la Unión de Ateos y Agnósticos Racionales (Uaar), Giorgio Villella, recordó que "la Constitución Italiana dice que el Estado no puede ayudar económicamente a la escuela privada". En declaraciones a Público, Villella explicó que el poder del Vaticano en la enseñanza es muy fuerte: "Los 20.000 profesores de religión que hay en las escuelas públicas de Italia están escogidos a dedo por el Vaticano pero están pagados por el Estado y, además, cobran más que el resto de profesores".

Según la ley, si algún niño no quiere recibir esa clase de religión, tiene derecho a "una clase alternativa". Pero en realidad, según Villella, "las escuelas presionan para que todos los niños vayan a religión, ya que si una escuela quisiera dar una clase alternativa tendría que pagar a otro profesor".

La cesión de Ejecutivo de Berlusconi ante las presiones de la Santa Sede fue criticado por los comunistas.

Fuente: Público.es

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