miércoles, 28 de abril de 2010

El Mesías ya está aquí y reside en Tel Aviv

Los mensajes de un supuesto hijo de Dios afean la conducta de los israelíesEn las calles de Jerusalén, como en las de otros lugares de Israel, pueden verse desde hace semanas carteles amarillos que anuncian mensajes urgentes del Mesías, con recomendaciones y admoniciones para todo el pueblo judío, el que vive en Israel y el de la diáspora. Mensajes que han aparecido más detallados en anuncios publicitarios de algunos medios de comunicación.

La página 19 del diario Maariv del 28 de marzo contiene uno de estos mensajes.

Ocupa toda la plana a cuatro columnas e incluso ofrece una web en la que aparecen otros mensajes del Mesías en hebreo, que, en menor medida, se han traducido al inglés, francés y ruso. El anuncio también contiene un número de teléfono móvil local, el 052-535 28 78.

Son mensajes apocalípticos que prevén el inminente final de los tiempos bajo un titular que dice "La palabra de Dios al pueblo de Israel según la transmite el Mesías que está en Tel Aviv". La identidad del Mesías no se desvela, tal vez porque todavía no ha llegado el momento de la revelación.

El número de teléfono indicado contiene una grabación que insta al interesado a llamar a otro móvil, el 054-420 49 58, donde se puede escuchar un largo mensaje, también en hebreo, que advierte que la solución del pueblo judío no es el ejército ni el Gobierno, y que Israel pronto será atacada por los países árabes coaligados con Estados Unidos.

Uno de los mensajes aparecidos en la prensa lamenta que los dirigentes israelíes estén dispuestos a "vender al enemigo la Tierra de Israel, incluida Jerusalén", y a "humillarse ante el presidente de Estados Unidos, Obama". El Mesías asegura que "los 120 diputados de la Kneset se han prostituido" porque no dudan en entregarse al enemigo, mientras se lo permite el pueblo judío, que está "enfermo" y debiera estar "encerrado" en un centro psiquiátrico.

"Manipulados políticamente"

El doctor David Green, que dirige en Tel Aviv una clínica de tratamiento de enfermos bajo la influencia de sectas, señala que una gran parte de los grupos similares que hay en el mundo "están manipulados políticamente", y no descarta que los mensajes del Mesías que aparecen estos días en la prensa respondan a una manipulación política.

"En el judaísmo no es muy corriente la aparición de [falsos] mesías, aunque a lo largo de la historia se han dado algunos casos. El Mesías tiene que aparecer en el momento indicado por Dios, cuando todo el pueblo judío crea en Dios", explica el doctor Green.

Los mensajes advierten que la Tercera Guerra Mundial está "a punto de comenzar" y que será mucho peor que las anteriores guerras mundiales. Los países cristianos del mundo, incluido EEUU, pronto abandonarán al pueblo judío y sólo se salvarán los judíos que obedezcan las instrucciones del Mesías.

El Mesías está disgustado con los ultraortodoxos y con los colonos que viven en los territorios ocupados porque se comportan de una manera extraña. Los colonos, por ejemplo, están más pendientes de tener "un coche de lujo" o una mujer "guapa" que de lo que deberían ocuparse realmente. "Los judíos ultraortodoxos y los colonos no temen a Dios. El propio primer ministro [Ariel Sharon] que expulsó a los judíos de Gaza no tuvo miedo de ofender a Dios. ¿Y cómo está ahora? Es un pedazo de carne clínicamente muerto", advierte el Mesías.

El estado de forma del Ejército israelí

"Creo que se trata de un grupo que tiene demasiado dinero; de otra manera no se explicaría que se hayan gastado tanto en anuncios", comenta el profesor Nahman Ben Yehuda, del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad Hebrea de Jerusalén. "Israel es un país democrático, y cada cual puede decir lo que quiera. No es la primera vez que algunos judíos piensan que ha llegado el Mesías y tampoco será la última", señala.

El ejército israelí no se encuentra en forma, advierte el Mesías. "Huyó de algunos cientos de combatientes de Hizbolá" durante la última guerra de Líbano "como si a los soldados los persiguiera un león", algo que es comprensible porque "los dientes del ejército son en realidad una prótesis y los ojos de los soldados se van detrás de las muchachas".

El Mesías también está preocupado por lo que sucede en Gaza. Ve cómo los milicianos de Hamás lanzan cohetes contra las poblaciones israelíes próximas a la franja. Y luego afirma irónicamenteve cómo el ejército se pone a discutir si los cohetes los ha disparado Hamás o la yihad islámica, sin intervenir para poner fin al lanzamiento de cohetes.

"Dadnos dinero"

Es sólo otro indicio de la decadencia de Israel. Pero hay muchos más. Por ejemplo, el Mesías considera que los israelíes no se preocupan para nada del prójimo judío y sólo les interesa su propia vida. Por eso no se opusieron a la evacuación de Gaza. Mientras, los medios de comunicación no informan de lo que debieran informar y engañan a la gente.

Una gran parte de culpa de lo que le sucede a Israel la tienen los judíos ultraortodoxos, porque no siguen la voluntad de Dios. Han entrado en la Kneset y en un "Gobierno de izquierdas" y no les interesa Dios, sino que pronuncian continuamente la oración: "Dadnos dinero, dadnos dinero".


Fuente: ElPublico.es

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miércoles, 14 de abril de 2010

Ratzinger, en la hoguera. Por Juan G. Bedoya

El papa Benedicto XVI cumple cinco años en el cargo acorralado por los escándalos de pederastia y con acusaciones de inmovilismo y retroceso frente al Concilio Vaticano II. Roma ha cancelado el ecumenismo, con ofensas a judíos, musulmanes, protestantes o anglicanosLos cardenales eligieron Papa en 2005 a un intelectual de postín y esperaban que rindiese como un gran ejecutivo. No ha resultado. A punto de cumplirse los cinco años de mandato como sumo pontífice el próximo día 19, Benedicto XVI, de civil Joseph Alois Ratzinger, es un anciano de 83 años atado a su pasado de teólogo e inquisidor de doctrinas. ¿Qué ha hecho en este lustro? ¿Qué se propone? Sus admiradores cuentan que es un gran trabajador y que ahora mismo está empeñado en culminar antes del verano su ingente biografía de Jesús de Nazaret, cuyo primer tomo fue un éxito de ventas hace dos años. Los detractores lo acusan de atacar a las reformas del Concilio Vaticano II y de despreocupación o impotencia ante los problemas que afronta el catolicismo.

Ratzinger "es criticado por no hacer nada... y por hacer demasiado", opina su biógrafo, el periodista católico italiano Vittorio Messori. Como él, la jerarquía de la Iglesia vela armas para enfrentarse al examen del primer lustro de este pontificado. Lo hace a la defensiva. La efemérides no ha podido llegar en peor momento, con una riada de noticias sobre curas -y hasta obispos- pederastas actuando con impunidad durante décadas ante la pasividad o el silencio cómplice del Vaticano.

Benedicto XVI está en medio de ese quemadero. También ha patinado en otros campos de la gestión. Ha provocado agrias polémicas con musulmanes, judíos o anglicanos; escandalizó cuando quiso acabar con el cisma del ultraconservador arzobispo Marcel Lefebvre, y se enfrentó a la comunidad científica condenando en África el uso del preservativo como método de combate del sida. También sigue enfrentado a la ciencia, negando toda la investigación con células madre.

Ratzinger sabía a lo que se enfrentaba cuando se postuló hace cinco años como sucesor del polaco Juan Pablo II, de civil Karol Wojtyla. Su discurso electoral fue clamoroso, aquel 24 de marzo de 2005, con Juan Pablo II ya moribundo, a punto de superar los 27 años en el cargo. Era el Viernes Santo de ese año y Ratzinger sustituía al enfermo pontífice en el tradicional Via Crucis ante el imponente Coliseo romano. No era una casualidad. En cada rezo de las estaciones del fundador cristiano hacia el monte Calvario, el hoy Papa aprovechó para intercalar comentarios de programa de gobierno. Fue en la novena estación -tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz- cuando clamó: "¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar entregados al Redentor! ¡Cuánta soberbia! La traición de los discípulos es el mayor dolor de Jesús. No nos queda más que gritarle: Kyrie, eleison. Señor, sálvanos".

Era un discurso alarmante, elaborado para encoger el corazón de la mayoría de los cardenales, acostumbrados muchos de ellos a una vida regalada en el mejor de los mundos, sobre todo durante sus frecuentes estancias en Roma. Dos semanas más tarde, reunidos en cónclave, los 114 purpurados -con el pomposo título de Príncipes de la Iglesia, aunque cardenal viene de cardo, en italiano bisagra o punto de apoyo- no se demoraron en decidir qué Papa querrían. Era el alemán Ratzinger y se llamaría Benedicto XVI.

La elección causó no poca sorpresa. Hoy se sabe que se inclinaron por Ratzinger por considerarlo el único capaz -por conocimiento y por autoridad- de arreglar los problemas acumulados durante el interminable ocaso del polaco Wojtyla, del que el teólogo alemán había sido sumo ideólogo. La información es poder, y nadie sabía tanto sobre las crisis -y los pecados- del cristianismo romano como el presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio de la Inquisición que Ratzinger había dirigido desde 1981 con mano de hierro. En el momento de su elección tenía 78 años, tres años más de la edad de jubilación de los obispos. Su salud era quebradiza. Hoy, en el balance de gestión, cinco años más tarde, se olvidan esas circunstancias personales.

Ratzinger ha sido siempre un hombre de ideas fijas, pese a su propia opinión. "A mí ya me han diseccionado varias veces: el profesor de la primera etapa y el de la etapa intermedia, el primer cardenal y el de después. Ahora se añade otro segmento más. Como es natural, las circunstancias, las situaciones y las personas influyen, porque asumen distintas responsabilidades. Digamos que mi personalidad y mi visión fundamental han madurado, pero todo lo que es esencial ha permanecido idéntico", dijo de sí mismo en 2006 cuando su biógrafo le hizo notar una supuesta diferencia entre el panzer kardinal (tanque de combate) que dirigía la Congregación para la Doctrina de la Fe y el tímido Benedicto XVI al timón de la nave del apóstol Pedro.

Alguna prensa alemana había recibido la elección de Ratzinger con el título equívoco de panzer kardinal. Era una alusión a su intransigencia por la inmisericorde condena de 130 teólogos y religiosos cuando fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Tampoco olvidaron en Alemania que el nuevo pontífice, además de teólogo y profesor universitario, militó en las Juventudes Hitlerianas y que fue soldado de la Wehrmacht al final de II Guerra Mundial.

Al margen de tan tormentoso -y brillante- pasado, Benedicto XVI no ocultó nunca que le aguardaba una tarea inmensa si quería acabar con la "suciedad" y la "soberbia" que anidaba en su Iglesia cuando se propuso como candidato papal. Lo intuyó a las 18.04 del 19 de abril de 2005, nada más anunciarse su elección, y lo dijo en su primera bendición urbi et orbi ("a la ciudad de Roma y al mundo").

Tampoco pudo ignorar que iba a estar solo en la tarea, salvo que realizase radicales cambios en la Curia (gobierno) del Vaticano. Pero no lo hizo. Es un primer retroceso, principio de todos los demás. En la llamada eufemísticamente Ciudad Santa, el poder sigue en manos de los de siempre, con algunos cambios por razones de edad. Es el caso del astuto cardenal Angelo Sodano, número dos de Juan Pablo II y uno de los protectores del fundador de los Legionarios de Cristo y notorio pederasta, el sacerdote mexicano Marcial Maciel. Ha sido sustituido por otro italiano, Tarcisio Bertone, igual de inmovilista, también amigo de lavar en casa la ropa sucia. Tampoco el cambio en la portavocía eclesiástica -el periodista español Joaquín Navarro Vals, miembro del Opus Dei, antes; el jesuita Federico Lombardi, ahora- ha ganado para el pontífice una solidaridad especial. En el Vaticano siguen mandando los ancianos aupados por Wojtyla, en su mayoría "prelados paternalistas desesperadamente aferrados al sillón y que bloquean desde hace años el funcionamiento de la Santa Sede con mediocres disputas internas y personalismos enredadores". Son palabras del canonista y editorialista-analista del diario italiano La Stampa, Filippo di Giacomo.

¿Por qué, en un cónclave formado -salvo una excepción- por cardenales nombrados por Juan Pablo II, los 114 electores escogieron al único que llevaba aún la púrpura concedida por Pablo VI, un Papa del Concilio Vaticano II? Con Juan Pablo II predominó un "wojtylianismo público", de masas y medios de comunicación. En cambio, Ratzinger está centrado en la palabra desnuda: homilías, ángelus, catequesis, discursos y, hasta ahora, tres encíclicas. Su idea era acostumbrar a los católicos a fijarse en lo esencial, no en la persona del Papa, el eterno papanatismo. ¿Por qué ese cambio? Es un misterio; por decirlo desde el punto de vista de la fe: una decisión del Espíritu Santo.

Suele decirse que las promesas electorales están para incumplirse. Ratzinger no las hizo.

El único documento que puede tenerse como tal es la homilía en la misa para elegir nuevo Papa el día del comienzo del cónclave, donde dibujó un panorama teórico sobre los cristianos veletas -que se han dejado llevar por corrientes ideológicas opuestas: del marxismo al liberalismo hasta el libertinaje, del colectivismo al individualismo, del ateísmo a un vago misticismo-. También fijó allí su idea de que el mundo está dominado por la "dictadura del relativismo que no reconoce nada que sea definitivo y que deja como última medida sólo al propio yo y a sus deseos". No dijo cómo luchar contra esa tendencia.

Ideas o palabras al margen, el balance es desolador. En cinco años ha provocado varias veces la indignación de los judíos -13 millones-; por ejemplo, cuando readmitió en la "comunión eclesial" a los seguidores del arzobispo Marcel Lefebvre -la llamada Hermandad Sacerdotal de San Pío X-, entre ellos a Richard Williamson, que niega el Holocausto y al Vaticano II.

"Al levantar la excomunión de los integristas, sin exigirles la aceptación del Concilio Vaticano II, no son ellos quienes se incorporan al cristianismo conciliar. Es más bien el Papa quien se convierte al integrismo y lleva a la Iglesia en esa dirección", sostiene el teólogo Juan José Tamayo. La canciller alemana Angela Merkel exigió entonces al Papa, su compatriota, que pidiera disculpas a los judíos.

El Papa también ha reintroducido en la liturgia una oración por la conversión de los judíos, de carácter preconciliar, y suele irritar a esa comunidad religiosa cuando insiste en elevar a los altares (es decir, en colocar como ejemplo de santidad para todo el mundo) al papa Pío XII, acusado de callar ante los crímenes de los nazis y ante el terrible Holocausto.

Ofendió también Benedicto XVI a los musulmanes -1.300 millones- cuando, en un discurso en la Universidad de Ratisbona (Alemania) en septiembre de 2006, dijo que Mahoma impuso la fe con la espada y proclamó la guerra santa, vinculando al dios del islam con la violencia y la irracionalidad. Tampoco los protestantes -650 millones- y los cristianos ortodoxos -250 millones- tienen motivo de contento con este Papa. En un documento oficial de julio de 2007, el Vaticano identifica la Iglesia de Cristo con la Iglesia católica, a la que considera la única verdadera, y califica en consecuencia a las Iglesias ortodoxas como Iglesia imperfecta y niega que las Iglesias de la reforma sean Iglesia.

El proceso ecuménico (de encuentro entre religiones, en la idea del teólogo Hans Küng de que no habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones) también sufrió un duro revés cuando el Papa les dijo a las comunidades indígenas latinoamericanas -el 10% de la población en ese continente-, durante su viaje a Aparecida (Brasil) en 2007, que una supuesta vuelta a las religiones precolombinas no era un progreso, sino un retroceso. Lo dijo Benedicto XVI en su discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, y en el mismo viaje acusó a los nuevos líderes políticos latinoamericanos de estar sometidos a ideologías superadas y de no actuar en concordancia con la visión cristiana del ser humano y de la sociedad.

También atacó allí a los teólogos de la liberación por politización, falso mesianismo, ideas erróneas y dependencia del marxismo, como había hecho, excomulgándolos, cuando estaba al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Aún más criticada ha sido su visión de la planetaria lucha contra el sida, llevada a cabo por las autoridades sanitarias y gran parte de los Gobiernos. Durante un viaje a Camerún y Angola, el Papa execró contra el uso de los preservativos porque, dijo, "no sólo no solucionan el problema del sida, sino que lo agravan todavía más". El Parlamento belga pidió entonces, por mayoría, a su Gobierno que condenase esas declaraciones y expresase una protesta formal al Vaticano, de Estado a Estado. Una iniciativa parecida en España, a instancias de Izquierda Unida, no prosperó en el Congreso de los Diputados.

Todas esas derivas anticonciliares se resumen en una más aparatosa y visible: los cambios en la liturgia, autorizados con regocijo por Ratzinger. No sólo se vuelve a la misa en latín y con el celebrante de espaldas al pueblo creyente, sino que se han aceptado algunas de las ideas del arzobispo Lefebvre, el gran fustigador del Vaticano II. Ratzinger había sido perito en ese concilio, como asesor del episcopado alemán, pero siempre se mostró contrario a su desarrollo "con el entusiasmo de zelotes", acusó una vez a sus colegas, en referencia a una de las sectas más radicales en la época de Jesús, en la Galilea sojuzgada por Roma.

¿Por qué esa deriva antiecuménica o anticonciliar? El papa Ratzinger piensa que el Concilio Vaticano II le ha sentado muy mal a su Iglesia, y que sólo rectificándolo volverán tiempos de esplendor, prestigio e influencia. Los hechos son testarudos, en la dirección contraria. Cada día hay menos vocaciones sacerdotales y más parroquias sin cura. La juventud sigue alejada, salvo los cientos de miles de muchachos que jalean al pontífice desde los movimientos más conservadores; la mujer permanece marginada del santuario, y pocos católicos hacen caso a las doctrinas de sus prelados en materia de sexo u otros comportamientos sociales.

La decisión de acoger a sacerdotes anglicanos, incluso si están casados, no hace más que agravar el veto al celibato opcional entre el clero católico, origen de quebradores de cabeza para el Papa. Pero esas son ahora historias de sexo, un terreno en el que la jerarquía del catolicismo pierde casi siempre la compostura.



Fuente: ElPais.com
Autor: Juan G. Bedoya, (1945 -) periodista, docente y político español. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra y ha trabajado, entre otros medios, en Alerta (Santander), El Correo Español (Bilbao), Televisión Española y ahora responsable de la sección de Religión de El País.La Comisión Europea ha otorgado en España el ‘Premio Europeo de Periodismo 2009.
También ha sido director de Hoja del Lunes de Santander (1975-1980). Director del Curso La cuestión regional de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Profesor de Literatura en la Escuela Politécnica (1973-1974). Presidente de la Junta de Fundadores de Cantábrico de Prensa S.A. Editor del periódico ALERTA Cantabria (1985-1993).

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miércoles, 7 de abril de 2010

Los papas y el sexo. Por Eric Frattini

LOS PRIMEROS PAPAS /0-523 (Pág. 25-43)

Qué cosas más viles y crueles pueden hacer los hombres por el amor de Dios. W. Somerset Maugham

Para la Iglesia católica, los papas son los sucesores de aquel a quien, como los evangelios, el propio Jesús consideró como el primero de sus apóstoles. Según el evangelio de Mateo, sería el mismísimo Jesús quien le dice a Pedro: «Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos» (16, 18-19). De esta sencilla forma, Pedro sería elegido como el primer guía de la Iglesia, como la piedra sobre la que Jesús edifica su Iglesia y, por tanto, en una especie de primer papa de la historia 1. Clasificar a Pedro como primer papa en sentido estricto podría ser un error histórico, ya que la posición de este junto a Jesús estaría a un nivel distinto de una posición ministerial. Para los estudiosos, sería san Lino, el primer sumo pontífice romano.

Los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas coinciden en mencionar que Simón Pedro estaba casado cuando conoció a Jesús 2. Algunos escritos de la antigüedad coinciden también en que Pedro habitaba en Galilea con su esposa y su suegra. No es desacertado si afirmamos que fue el primer papa que llegó a practicar el sexo, al menos con su esposa. En los evangelios de Lucas y Mateo, Pedro afirma: «Hemos dejado todo —nuestros hogares incluso— para seguirte» (Mateo 19, 27 y Marcos 10, 28), a lo que Jesús responde:

Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna.

Está claro, pues, que Pedro dijo abandonar su casa, pero no a su esposa 3. Es posible, incluso, que Pedro fuese también acompañado de sus hijos y que, tal vez, con alguno de ellos llegase a Roma. El cuerpo de santa Petronila, sepultado en Roma, es venerado como el de la hija de san Pedro. La primera noticia que se tiene de este hecho aparece en el Papiro copto de Berlín 8502,4 que forma parte, según el parecer de todos los expertos, de los antiguos Hechos de Pedro, apócrifos, compuestos antes del año 197 4. Más tarde, la leyenda llamará a esta hija Petronila (Hechos de Nereo y Aquiles 15). Todavía hoy se conserva en Monza un papiro de finales del siglo VI, escrito por un tal Juan, quien se llevó como reliquia un poco de aceite que alimentaba las lámparas ante el sepulcro de «santa Petronila, hija del apóstol san Pedro». Sobre el sarcófago aparecía esculpida esta inscripción: AVREAE PETRONILLAE FILIAE DVLCISSIMAE. Nadie dudaba que tal epígrafe era de puño y letra del apóstol, escrito como recuerdo a su queridísima hija 5.

Según la lista oficial de papas, el sucesor de Pedro sería Lino. Originario de Toscana, las fuentes más antiguas conocidas como Ireneo de Lyon o Eusebio de Cesarea, coinciden en afirmar que fue el propio apóstol Pedro quien nombró a Lino como su sucesor al obispado de Roma. Según parece, estaba casado y tenía dos hijas. A él se debe la disposición que obligaba a las mujeres a usar el velo durante las ceremonias litúrgicas. Poco más se sabe de este papa.

El siguiente en la lista sería Anacleto. Su nombre era Anenkletos, cuyo significado en griego era ‘irreprochable’. Algunos autores han llegado a pensar que realmente fueran dos personajes, Cleto y Anacleto. Este último nombre era muy corriente entre los esclavos. Cuando fue nombrado sucesor de Lino, se provocó entre los cristianos una gran polémica debido a que estaba casado 6. Algunas fuentes apuntan a que el papa Anacleto había criticado abiertamente los excesos del emperador —Domiciano organizaba batallas navales en las que los marineros eran jóvenes desnudos— y que estos comentarios habían llegado a sus oídos. También prohibió a las prostitutas el uso de literas, e instituyó la pena de muerte para las vestales que fueran descubiertas en cualquier tipo de relación sexual. Pero al contrario de estas medidas, el emperador era un absoluto libertino, amante de las fiestas sexuales a las que él mismo definía como luchas de cama 7. Le gustaba depilar a sus concubinas y pasaba largas horas en su cama dedicado a este menester. El escritor Dion Casio narra una anécdota interesante sobre este emperador:

Domiciano tenía un gran salón todo pintado de negro [...] por las noches los criados hacían pasar a los invitados a esta sala. Junto a cada uno de ellos se levantaba una lápida con el nombre del invitado.

Entonces hacían su entrada hermosos jóvenes y hermosas doncellas desnudos con el cuerpo también pintado de negro. A continuación traían la comida y la bebida para celebrar el llamado banquete de los muertos, todo ello servido en una vajilla negra. Los invitados temían ser ejecutados en cualquier momento. El salón permanecía en completo silencio y oscuridad y la única voz que se oía era la de Domiciano, que iba relatando como iba a matarlos a todos. Finalmente, los dejaba marchar. Una vez en sus casas el emperador enviaba uno de los bailarines con la lápida, que era de plata maciza como presente al aterrorizado invitado. El bailarín o bailarina, formaban parte también del obsequio 8.

Al parecer el papa Anacleto moriría mártir durante el reinado de Domiciano.

Clemente, cuarto obispo de Roma, se dice que fue en realidad el primer papa tras san Pedro, pero las fuentes no se ponen de acuerdo con respecto a este punto. Durante esta época, era bastante habitual que muchos jóvenes cristianos llegasen a castrarse para mantener el celibato y con el fin de no caer en la tentación. El propio emperador prohibió esta práctica, que se extendió hasta el emperador Adriano, quien llegó incluso a decretar la condena a muerte a todos aquellos que llevasen a cabo esta práctica. Tras su muerte, la figura de Clemente gozó de cierta fama, atribuyéndole algunas obras apócrifas y la primera colección de leyes canónicas.

Del siguiente papa del que se tienen noticias, que pudo estar casado, es de Higinio. Griego ateniense, había viajado a Roma junto a su familia, esposa y dos hijos para ejercer de profesor de filosofía de los hijos de las nobles familias. Poco más se sabe de él, salvo que fue elegido papa y gobernó hasta el año 142.

Los siguientes sumos pontífices se preocuparon más de afirmar y extender la nueva fe, que de la salud sexual de sus fieles y del clero.

Sobre el papa Sotero existen dos versiones muy distintas. La primera que era un pontífice enemigo del sexo, y la segunda, que era muy aficionado a las concubinas. Guiándonos por la primera versión, Sotero lanzó un documento papal contra Dionisio, el poderoso obispo de Corintio, acusándole de tener una actitud demasiado relajada en lo que al sexo se refiere. A sus oídos habían llegado noticias de orgías y bacanales organizadas por el propio obispo, donde tomaban parte jóvenes de ambos sexos ante la atenta y lujuriosa mirada de Dionisio y su círculo. Se hablaba de ceremonias en las que una joven virgen era entregada a diversos jóvenes en un dormitorio circular, con una gran cama y rodeada por una grada desde la que los altos cargos religiosos observaban la escena 9. Sobre la segunda versión —la afición del papa por las concubinas— se afirma que cuando fue elegido, se negó a repudiar a Priscilla y Maximilla, dos bellas jóvenes romanas que convivían con él y a las que Sotero otorgó el título de discípulas 10.

El papa Víctor I era también un fiel seguidor de las aficiones y tendencias de Dionisio y Sotero. Víctor fue realmente el primer pontífice en mantener estrechos vínculos con la casa imperial, durante el reinado del corrupto emperador Commodo. La relación entre Víctor y Commodo se realizaba a través de Marcia, la amante del emperador. Se cuenta que Marcia había sido abandonada en las calles de Roma nada más nacer, pero un cristiano llamado Jacinto la recogió y la crió en la fe del cristianismo. Lo que no se sabía era que el tal Jacinto tenía como negocio el recoger a niñas de las calles, las educaba y después las vendía a los prostíbulos de la ciudad. Cuando Marcia tenía doce años, fue vendida por una buena cantidad de dinero a un noble romano 11. Este formaba parte de una conspiración para acabar con la vida del emperador, un regicidio organizado por Lucila, la hermana de Commodo.

Cuando la conspiración salió a la luz, el emperador ordenó ejecutar a todos los miembros de la familia del noble, así como a sus esclavos, pero debido a la belleza de Marcia, la dejaron con vida y la enviaron al harén imperial. Durante los años siguientes, Marcia fue escalando posiciones dentro de las favoritas hasta llegar a presidir las orgías de palacio. Se dice que era incluso peor que Popea, la esposa de Nerón, o Mesalina, la esposa de Claudio. A la favorita del emperador le gustaba vestir con túnicas transparentes que dejaban ver sus formas, y con frecuencia mantenía encuentros con el papa Víctor, algo que llevó a los cronistas de la época a pensar en una relación sexual entre ambos personajes. Gracias a esta supuesta relación, el sumo pontífice consiguió entregar a la favorita de Commodo una larga lista con nombres de cristianos que habían sido condenados a trabajos forzados en las minas de Cerdeña. Marcia convenció al emperador para que estos fueran puestos en libertad y retornados a Roma. Durante los años siguientes, la joven continuó con su vida disoluta al lado de Commodo, hasta que el 31 de diciembre de 192 decidió envenenarle la comida. El emperador consiguió vomitar todo el veneno, por lo que Marcia decidió estrangularlo con la ayuda de un gladiador llamado Narcissus, con el que también compartía juegos de cama. Ella misma sería asesinada un año después por orden del entonces emperador, Didius Julianus 12.

Uno de los prisioneros que estaba condenado en Cerdeña, pero que el papa Víctor no quiso incluir en la lista, era un tal Callistus, el mismo que sería nombrado sumo pontífice bajo el nombre de Calixto I, en el año 217. Calixto tuvo que enfrentarse durante su pontificado con el antipapa Hipólito. Este había llegado desde Oriente. Había sido nombrado presbítero por el papa Víctor I. Discípulo de san Ireneo, se negaba a rendir su mente y conocimientos a otros religiosos mediocres como Ceferino, Calixto, Urbano o Ponciano. Una de las mayores críticas de Hipólito a Calixto I era la de haberse vuelto demasiado permisivo en lo que a sexo se refiere durante el reinado de Heliogábalo. Sin embargo, el papa Calixto era un hombre muy hábil para atraer al cristianismo a nuevos seguidores. Indultaba a religiosos acusados de delitos, ordenaba sacerdotes a hombres que habían estado casados, incluso en varias ocasiones; permitía que los religiosos pudieran contraer matrimonio y permitió, incluso, que algunos altos cargos de la curia permaneciesen en sus puestos tras comprobarse que durante la celebración de liturgias habían practicado sexo con algunas de las fieles Cuando el adulterio se castigaba en Roma con la muerte, él se dedicaba a extender documentos de perdón absolviendo a aquellos culpables de adulterio y fornicación a cambio de una severa penitencia 13.

La actitud permisiva de Calixto llevó a algunos miembros de la Iglesia a nombrar un papa mucho más severo. El escogido fue, por supuesto, Hipólito. Nada más ser elegido papa —antipapa— comenzó una larga campaña de acoso contra Calixto acusándolo de ser demasiado abierto con las mujeres.

Hipólito escribía:

Permite [Calixto I] que si las mujeres son solteras, pero arden en pasión en una edad que a todas luces no era apropiada, o si no estaban dispuestas a renunciar a su virtud mediante un matrimonio legal, pudieran ir a la cama con cualquier persona que ellas eligieran, fuera esclavo o libre, y aunque no estuvieran casadas legalmente, pudieran considerar a esa persona como esposo 14.

El papa Calixto también permitía a las mujeres libres casarse con esclavos, algo prohibido en la ley romana. Esta medida atrajo al cristianismo a muchas mujeres con alto rango en el Senado. Justo tras el asesinato del emperador Heliogábalo, el populacho se volvió contra la comunidad cristiana y contra el papa Calixto, a quien acusaba de haber sido un aliado silencioso del corrupto emperador. Calixto apresado junto con dos sacerdotes, serían ejecutados, arrojados por una ventana, apaleados y posteriormente, arrastrados. El cuerpo del papa Calixto sería apedreado antes de ser abandonado en las calles.

A Calixto I le sucedería Urbano I, que sería también asesinado el 19 de marzo del año 230. Su cuerpo abandonado, fue recogido por la madre del emperador y enterrado en el cementerio de San Calixto. Finalmente, Hipólito dejó de molestar a los sucesivos pontífices debido a que el emperador Maximino el Tracio, cansado de las disputas, decidió enviarlo a Cerdeña, donde murió.

Allí acabó también el papa Ponciano por orden del mismo emperador, tras someter a toda su administración a una purga de cristianos. La mayor parte de ellos serían ejecutados. Ponciano fallecería víctima de los castigos infligidos en el año 237.

En el año 236, Fabián asumiría la silla de Pedro como nuevo papa, bajo el reinado de Filipo el Árabe, considerado el primer emperador cristiano. Durante la mayor parte del pontificado de Fabián, la comunidad cristiana vivió en relativa calma, hasta que el papa comenzó a criticar abiertamente la falta de caridad de la comunidad cristiana, la soberbia y afán de riquezas del emperador y la licenciosa vida sexual de la comunidad. Mientras Fabián prohibía el matrimonio de cristianos con paganos, acusándolos de prostituir sus cuerpos cristianos, el emperador Filipo permitía tales actos, lo que le llevó a un enfrentamiento abierto con el pontífice.

La llegada al poder del emperador Decius trajo consigo nuevas persecuciones. Para el nuevo dirigente, los cristianos eran una secta peligrosa con la que había que acabar. Mediante un edicto imperial decretó la tortura, la confiscación de bienes, penas severas de prisión y, en algunos casos, la muerte 15. A los nobles y ricos de Roma que hasta ese momento eran cristianos, se les permitió rechazar la religión públicamente para salvarse de la quema y la persecución. Fabián fue condenado a muerte y ejecutado el 20 de enero de 250. Su severidad con respecto al sexo había provocado un grave daño en las relaciones Iglesia-Estado.

La cristiandad avanzaba a grandes pasos por toda Italia. Diocleciano se casó con una cristiana y protegió a la comunidad durante dieciocho años, hasta que Galerio, uno de sus consejeros, lo convenció de que el cristianismo era una secta peligrosa de fanáticos y que podrían poner en peligro la estabilidad del Imperio 16.

Sobre Silvestre se crearían durante la Edad Media diferentes leyendas, que en su mayor parte no han podido ser comprobadas. La más importante es la que relata el bautismo y la curación de la lepra al emperador Constantino por parte de este papa. Lo cierto es que fue un obispo cercano al arrianismo, y que negaba la divinidad de Jesucristo, quien llevó a cabo el bautismo. Silvestre, a cambio de perdonar los excesos sexuales del emperador, consiguió bastantes logros y propiedades para la Iglesia. A cambio del silencio papal, Constantino entregó a Silvestre oro, plata, joyas y propiedades, como el palacio de la familia Laterani, adonde se trasladaría la burocracia papal. Este papa intentó poner freno a los sacerdotes concubinarios prohibiéndoles, mediante un decreto, el segundo matrimonio a los religiosos. Pero para salvar el alma, los sacerdotes que estaban ya casados en segundas nupcias o cohabitando con una concubina, podían alcanzar el perdón a cambio de un escudo de oro que debían entregar al mismísimo papa. Silvestre decidió tomar también medidas contra las desviaciones sexuales. Por ejemplo, condenó la zoofilia en el Concilio de Ankara (314), algo que no era pecado hasta entonces y que era muy practicado en los lejanos rincones del Imperio.

Constantino abandonó Roma y trasladó su capital y su administración a Bizancio, que sería rebautizada con el nombre de Constantinopla. Aquello supuso un duro golpe para el poder de la Iglesia de Roma ante otras sedes. Tras su muerte en el 337, el poder del Imperio comenzó a ser motivo de disputa. Todos los parientes varones de Constantino fueron asesinados, menos tres de sus hijos. Luego, el menor mató al mayor, y cuando este también fue asesinado, Constante II, el segundo hijo, ocupó el trono. Durante esa época, las mujeres de familias nobles comenzaron a tener un poder sin igual en el Imperio, algo que disgustaba seriamente al papa Liberio. A pesar de ello, el emperador desterró al papa a Tracia (Bulgaria) y la silla de Pedro fue ocupada por el antipapa Félix II. Cuando el emperador visitó Roma en el mes de abril del 357, las nobles mujeres pidieron que Liberio regresase a Roma. De esta manera, y gracias a las mujeres, a las que criticaba por su creciente poder en la ciudad, pudo regresar de su exilio. Hasta la muerte de Félix en el 365, gobernó la Iglesia junto al papa Liberio.

Cuando el papa falleció el 24 de septiembre de 366, Ursino, un diácono muy próximo al pontífice fallecido fue elegido nuevo dirigente de la Iglesia, pero Dámaso, romano e hijo de un sacerdote español, no estaba muy de acuerdo con esa elección 17. Contrató un pequeño ejército de matones entre los bajos fondos de Roma, y los lanzó contra los seguidores de Ursino. Las revueltas y disturbios se extendieron por toda la ciudad entre los partidarios de Ursino y los de Dámaso, con decenas de muertos en ambos lados. Durante tres días, el Tíber dejaba a su paso por los puentes cadáveres flotando, víctimas de la disputa.

El 1 de octubre de 366, los asesinos de Dámaso consiguieron hacerse con el control de San Juan de Letrán y de Santa María la Mayor, y así expulsaron de Roma a Ursino y a sus seguidores. Los partidarios de Dámaso acabaron con la vida de ciento treinta y siete fieles a Ursino. El derramamiento de sangre finalizó cuando el prefecto Praetextus tomó, con la ayuda de tropas, cartas en el asunto y expulsó de la ciudad a los seguidores de Ursino que aún controlaban algunas de las iglesias. De esta forma acababa la lucha y Dámaso pudo ser coronado nuevo sucesor de san Pedro. Antes tuvo que renunciar a su esposa y a los tres hijos que tuvo con esta. El nuevo pontífice afirmaba que un obispo o sacerdote debía mostrar que anteponía su paternidad espiritual a su paternidad carnal.

Desde el mismo momento en el que Dámaso fue coronado, este hombre brillante, culto, autor de célebres epitafios, aristócrata y acostumbrado al trato con la gentes tendría un gran éxito entre lo que se podría llamar la alta sociedad romana. Consciente de ello, se valía audazmente de su simpatía para obtener, de sus admiradores, sustanciosos donativos y de sus admiradoras, noches de pasión y entrega carnal. El historiador de la época, Ammiano Marcelino, no se sorprendía al observar las violentas y sangrientas reacciones de los hombres con tal de hacerse con el poder papal. Escribía entonces:

No es extraño que para obtener un premio tan importante como es el obispado de Roma, los hombres compitan con tanto ímpetu y obstinación. Recibir los espléndidos donativos de las principales mujeres de la ciudad; viajar en carrozas majestuosas y vestido espléndidamente; sentarse ante una mesa más abundante y lujosa que una mesa imperial: estas son las recompensas de una ambición triunfante.

Dámaso organizaba grandes banquetes para agasajar a sus poderosos invitados e incluso se dejaba querer por la esposa de algún noble, cuyo marido deseaba ascender en el círculo eclesiástico. Un cronista de la época escribía:

Después de la actuación de bellas bailarinas, traían un gran cerdo en una bandeja de plata con relleno exquisito. Tordos, patos, currucas asadas, y huevos, ostras y veneras bañadas en puré de guisantes.

Estaba ya claro que en esa época, el papado era un gran poder y el papa, su mejor representante. El entonces secretario papal, san Jerónimo de Estridón, un verdadero creyente y asceta, recomendaba a las nobles mujeres de Roma y en particular a sus jóvenes hijas, el mantenerse alejadas de la Roma papal. San Jerónimo criticaba abiertamente al papa Dámaso por rodearse de una corte de jóvenes sacerdotes imberbes, que llegaban a controlar el clero y a monjas, vírgenes profesionales, viudas y mujeres cristianas de haberse pervertido al poder del papa 18. Muchos sacerdotes cercanos al sumo pontífice, aceptaban el no casarse sin rechistar, pero en sus casas, se rodeaban de bellas esclavas y pasaban la mayor parte de su vida eclesiástica rodeados de mujeres. En una carta escrita a una mujer llamada Eustochium, Jerónimo le aconseja que se alejase de los seguidores del papa Dámaso si quería seguir manteniendo su pureza de espíritu. También acusa a las viudas cristianas de depender demasiado del alcohol y de las plantas alucinógenas, así como de participar en fiestas del amor, en el interior de las iglesias y templos cristianos. Durante los dieciocho años que gobernó la Iglesia, Dámaso permitió a los jóvenes convertirse en sacerdotes. De esta forma se les dejó el acceso libre a conventos y a las residencias, en las que se protegiese a alguna joven virginal. Jerónimo advertía de estos, escribiendo:

Llevan [los jóvenes religiosos] cabello rizado, anillos en los dedos, túnicas perfumadas y pasan la mayor parte de su tiempo visitando a viudas y jóvenes solteras. Deberían considerar a estos, como esposos o amantes y no como sacerdotes al servicio de Dios y la Iglesia.

Como clara recomendación a las mujeres para mantener intacta su virginidad y castidad, san Jerónimo decía:

Nunca se quede sola, una dama romana, con un sacerdote. Si llega esta situación debería decir que necesita salir para orinar o evacuar. [...] Nunca entres a sus casas ni permanezcas sola en su compañía. [...] Esquiva a los monjes que caminan descalzos y a las monjas que usan ropa desaliñada. Ayunan durante el día, pero durante la noche se atiborran hasta el vómito 19.

Lo más curioso del caso es que el papa Dámaso estaba públicamente de acuerdo con lo expresado por su secretario, pero en la oscuridad de sus estancias el mensaje quedaba silenciado por los quejidos de sus amantes. Los seguidores de Ursino seguían intentando manchar el nombre del papa. Para ello, en el año 378 utilizaron a un judío converso llamado Isaac, quien atestiguó que Dámaso antes de ser elegido papa, había sido visto cometiendo actos sexuales con su hija de catorce años. Otro llegó a denunciar en público al pontífice acusándolo de haber cometido actos de bestialismo con una cabra y de haber cometido adulterio. Un sínodo de cuarenta y cuatro obispos se dispusieron a juzgar a Dámaso por adulterio. Los obispos no tenían la menor duda de la culpabilidad del papa y estuvieron a punto de condenarlo y deponerlo, hasta que el emperador decidió intervenir. El papa Dámaso no solo fue exonerado por el emperador y perdonado por los obispos, sino que incluso llegó a ser canonizado, en parte por el hecho de haber convertido al cristianismo al emperador Teodosio I, quien adoptó esta religión como la oficial del Imperio. Antes de morir, en el 384, Dámaso tuvo tiempo de redactar un tratado sobre la virginidad. Estaba claro que la Iglesia en el camino de la santidad, podía pasar por alto el adulterio, incluso si este era llevado a cabo con una menor, si se conseguía convertir a un pagano y mucho más, si este pagano era todo un emperador.

Su sucesor fue Siricio. Nacido en Roma, el nuevo papa había estado al servicio de Liberio y Dámaso, y a ambos criticaba abiertamente por su liberalismo en cuestiones de sexo. La primera medida que adoptó fue obligar a los sacerdotes a abandonar las nobles camas de Roma, y se indignó cuando supo que los religiosos españoles continuaban gozando de sus esposas legalmente. En esta época y hasta el siglo III, solo se exigía castidad a los monjes, pero no a los sacerdotes, quienes podían estar casados legalmente 20. Una carta de Himerio, obispo de Tarragona, puso en alerta al papa tras informarle de que una gran parte del clero español continuaba viviendo con sus esposas o amantes y que estaban manchados por el sexo. «Aquellos que permanecen en la carne no pueden ser aceptables ante Dios», llegó a decir el sumo pontífice. Sin embargo, los españoles preferían continuar con su vida marital enfrentándose a la ira de Dios y a la de Siricio. Roma les dio una opción: «Si abandonaban a sus esposas y pedían clemencia, serían perdonados, pero nunca promocionados». Ni así consiguió el papa llevar por el buen camino a los religiosos españoles. Para ascender en el escalafón eclesiástico, por ejemplo, de sacerdote a obispo, se exigía el celibato 21. Siricio era un gran rigorista en cuanto al celibato, aunque defendía que el matrimonio era bueno, porque ello proporcionaba vírgenes para la Iglesia y los conventos.

Además de san Jerónimo, otro defensor de la moralidad sexual de la época sería san Agustín. Fue en realidad este santo quien dio comienzo las largas polémicas de la Iglesia contra los anticonceptivos, a los que él denominaba como venenos de esterilidad. Durante los oficios dominicales, san Agustín no se cansaba de repetir a las nobles que quien usase estas sustancias del diablo, se convertía en una ramera de sus maridos 22. Este buen santo, amigo de la moralidad, sabía de todo esto por experiencia propia, ya que cuando era joven había visitado a prostitutas; con dieciocho era ya padre de un hijo y durante once años convivió con una mujer sin estar casado y tuvo una amante mientras esperaba que la elegida para ser su esposa tuviera edad suficiente para contraer matrimonio. El propio Agustín hace una crítica muy dura y amarga de esta etapa de juventud en sus Confesiones. En ella escribe: «Yo estaba enamorado del amor. Como el agua, yo hervía, enardecido por mis fornicaciones». Está claro que cuando a la edad de treinta años, se convierte al cristianismo, san Agustín mantiene un gran sentido de culpabilidad hasta el final de sus días, debido a la huella dejada por el sexo durante su alocada juventud. En su Soliloquios, escribe: «Nada es más poderoso para bajar el espíritu del hombre, que las caricias de una mujer, y las relaciones sexuales que forman parte del matrimonio». Pero en esta misma obra, el antiguo pecador, y ahora santo, hace una feroz crítica a la homosexualidad cuando dice:

Creo que has atinado en la explicación que yo quería. Y esta es la razón por la que se consideran abominables y execrables e incapaces de testar los hombres que se visten de mujeres, a quienes no sé si llamarlos falsas mujeres o más bien hombres falsos. Pero podemos llamarlos verdaderos histriones y verdaderos infames, o si son ocultos —pues todo lo infame se relaciona con la fama—, justamente los llamaremos verdaderos viciosos.

En la misma obra, y casi como sentencia firme contra el matrimonio, san Agustín alega:

Por muy bien que me la pintes, enjoyándola de mil prendas, nada tan lejos de mi propósito como la vida conyugal, pues siento que nada derriba la fortaleza viril tanto como los halagos femeninos y aquel contacto corporal sin el que no se puede tener esposa. Y si al oficio del sabio incumbe la formación de los hijos —cosa que no he averiguado todavía—, y con este fin solamente busca el blando yugo, eso me parece cosa de admirar, pero no de imitar. Hay más peligro en intentarlo que dicha en lograrlo. Por lo cual, mirando por la libertad de mi espíritu, justa y útilmente me he impuesto no desear, no buscar, no tomar mujer 23.

El santo terminó sus días sin dejar siquiera quedarse a solas con su hermana para que no les invadiese la lujuria.

El siguiente papa sería Anastasio, que tuvo un hijo con una noble romana y que con los años llegaría a ocupar como su padre, la silla de Pedro. Este sería Inocencio I. Anastasio había nacido en Roma dentro de una familia acomodada. Durante sus años como joven sacerdote conoció a la hija de un rico comerciante de Cartago con la que mantuvo relaciones y con la que tuvo un hijo, al que pusieron de nombre Inocencio. En el breve período de tiempo en el que Anastasio fue papa, continuó viviendo con el mismo lujo con el que lo había hecho desde joven, y algunas fuentes señalan que incluso rodeado de esclavas. Durante los dos años de pontificado de su padre, el hijo de Anastasio no solo fue colmado de honores eclesiásticos, sino que también fue preparado a conciencia para convertirse en su sucesor, como así ocurriría en el año 401. Los historiadores coinciden en afirmar que Inocencio I fue realmente el primer pontífice que estableció la supremacía absoluta de Roma ante las otras Iglesias. Esto ha hecho también el que Inocencio I sea declarado como el primer papa de la historia.

El acontecimiento más trágico que Inocencio tuvo que vivir durante su pontificado sería el asalto y saqueo de Roma por parte de las hordas visigodas al mando de Alarico, en el 410. Los bárbaros no solo entraron a sangre y fuego en la ciudad, sino que a su paso destruyeron gran parte de las iglesias de Roma y se dedicaron durante días al pillaje y a la violación de mujeres cristianas y monjas. Muchas de ellas fueron trasladadas a burdeles para saciar a las tropas bárbaras. Mientras todo esto sucedía, el buen papa, protector de los cristianos, decidió buscar refugio en Rávena junto a la corrupta corte del emperador Honorio. Allí, Honorio e Inocencio, se dedicaron a
pasar sus días de asueto acompañados de jovencitas hasta que el orden fuese restaurado en Roma 24. Inocencio I fallecería el 12 de marzo de 417, siendo canonizado años después al igual que su padre, Anastasio.

Con Sixto III llegaría el escándalo. Romano de nacimiento, pertenecía también a una noble familia. Aficionado a las mujeres jóvenes, Sixto III sería acusado de haber violado a una religiosa durante una visita de este a un cercano convento de Roma. Al parecer, el papa se encontraba orando en una pequeña capilla, cuando pidió asistencia de dos novicias para la misa. Mientras se preparaba, agarró por la fuerza a una de ellas y la violó. La segunda pudo escapar y denunciar el abuso. Un grupo de obispos decidió organizar una especie de tribunal con el fin de deponer al corrupto papa, pero Sixto se defendió ante sus acusadores utilizando el relato bíblico de la mujer que fue sorprendida en adulterio. Esto podría interpretarse como una clara confesión, pero los altos miembros eclesiásticos que estaban allí reunidos para condenar al violador papa no se atrevieron a arrojar la primera piedra y así se cerró el incómodo asunto. Sixto III sería canonizado después de su muerte.

La llegada al trono de Pedro de León I tampoco trajo consigo la decencia a la Iglesia. El nuevo papa se convirtió en un verdadero experto en la utilización del sexo como medio de alcanzar sus intereses. Fue testigo de muchas de las orgías del emperador Valentiniano III, muy aficionado a las bacanales, a las que gustaba invitar a altos miembros de la Iglesia. Incluso el papa León fue testigo de muchas de ellas, y, aunque miraba, procuraba no caer en la tentación. Una de las más fieles aliadas del papa León I en la corte imperial era Galla Placidia, madre del emperador y antigua amante del papa Bonifacio I. Esta incitaba a Valentiniano a los excesos, mientras se dedicaba, con la ayuda de León I, a manejar los resortes del poder. Así se cuenta la historia y, como una pieza de dominó, la caída del Imperio romano comenzaría con un simple coito y posterior embarazo no deseado. Galla Placidia, en su afán por agradar a León I, le donó nada más y nada menos que la virginidad de su hija de catorce años. La sorpresa fue mayor cuando se descubrió que esta estaba embarazada, así que con el apoyo del papa, la adolescente fue enviada a un convento de por vida. La joven pudo enviar un mensaje a Atila, rey de los hunos, prometiéndole la mitad de Italia como dote, si tenía a bien lanzar sus hordas sobre Roma y rescatarla del convento. Atila aceptó la propuesta, pero cuando llegó a las puertas de Roma, sus tropas estaban exhaustas y enfermas debido a las múltiples batallas que habían llevado a cabo hasta su llegada a Roma. El papa León decidió salir al encuentro de Atila. La entrevista entre el sucesor de Pedro y el azote de Dios venido de la estepa tuvo lugar en Mantua el 6 de julio. No se sabe lo que hablaron entre ellos, pero lo cierto es que Atila decidió retirarse a Panonia, donde encontraría la muerte ese mismo invierno 25. El papa fue considerado entonces el gran salvador de Roma, siendo recibido por el emperador como un auténtico héroe. Sobre la muerte de Valentiniano III en el 455 existen diferentes versiones. Una de ellas es que el asesinato del emperador fue orquestado por su propia esposa, Licinia Eudoxia, y el papa León I.

Lo cierto es que el nuevo emperador Petronio Máximo intentó forzar a Licinia a contraer matrimonio con él para fortalecer su dignidad imperial, pero en lugar de ello, pidió ayuda a Genserico, rey de los vándalos, que acababa de conquistar Sicilia 26. El pueblo de Roma pidió a León I que persuadiese a Genserico para que no arrasase la ciudad. Lo único que consiguió el papa fue convencer al rey vándalo el que prohibiese la violación de mujeres durante el saqueo de la ciudad. Finalmente, Licinia Eudoxia y su hija, Placidia fueron enviadas a África en un navío vándalo. Allí permanecieron cautivas hasta que fueron puestas en libertad siete años después. León I, al que después se definió como Magno, era un hombre polémico. Era muy estricto y radical con respecto a la virginidad de la mujer. Por ejemplo, obligaba a la mujer, mediante decreto, a mantener intacta su virginidad durante sesenta años para poder tomar los hábitos y convertirse en monja, mientras que por el otro, permitió a los obispos más cercanos a él, conservar a sus esposas con la condición de que las tratasen como hermanas. Difícil trato si se acostaban con ellas. A este papa se le podría también acusar de practicar el voyeurismo. Cuando ordenó perseguir el maniqueísmo, una secta pagana, pidió a sus seguidores que le permitiesen observar las torturas a las que eran sometidos los herejes. El tema era que solo asistía cuando el hereje en cuestión era alguna joven de cuerpo esbelto. Al buen papa León le gustaba exigir a las desdichadas, mientras él mismo las fustigaba en las nalgas, que reconociesen el consumo de semen en sus ritos. Su explicación cuando fue acusado de sadismo, sería que «el papa es el único que tiene el derecho a matar herejes» 27. Este pontífice acabaría canonizado por sus buenas obras y por torturar herejes.

En el año 483, llegaría al papado Félix II. Noble romano, era hijo de un sacerdote y, al igual que su padre, era bastante enemigo del celibato. Cuando fue elegido, Félix II era viudo y tenía dos hijos de aquel matrimonio. Con este papa, amante de las bacanales y de las jóvenes esclavas, sucedería uno de los primeros cismas 28.

Hijo de cura como muchos de los anteriores pontífices, Anastasio II fue el primero en ir solo al baño. El escritor Rafaele Volaterrano lo describe así: «[...] vaciaba sus propias entrañas en el inodoro». En aquella época, los sumos pontífices se habían vuelto tan exquisitos e imperiales, que acudían a hacer sus necesidades acompañados por el llamado caballero de baño, cuya labor era ayudarles a evacuar, limpiar la parte trasera papal y deshacerse de los santos y sagrados desechos.

Durante su pontificado, de tan solo dos años, varios presbíteros suspendieron la comunión con su obispo, alegando que este representaba a un papa —Anastasio II— que había perdido la fe. Antes de que todo estallase en Roma, Anastasio II murió repentinamente. Algunas fuentes aseguran que de un infarto; otras, que murió tras darse un gran banquete, y una tercera, que murió el 19 de noviembre de 498, cuando se encontraba en plena faena con una esclava en el palacio Lateranense. Fuera como fuera la forma de morir, ya sea realidad o ficción, el gran Dante Alighieri colocó a Anastasio II en el Infierno (XI, 6-9) de su Divina comedia, junto a los herejes.

Tres días después de su muerte ya había un nuevo sucesor de Pedro en el trono. Simmaco, corso de nacimiento, era pagano, aun que después se convirtió al cristianismo. Accedió al trono gracias a que el rey Teodorico, quien poseía la autoridad, tomó partido por él. En el año 500, Teodorico visitó Roma y fue recibido con gran pompa por el papa Simmaco. Los nobles romanos provecharon esta visita para denunciar al papa ante Teodorico: le acusaron de no celebrar la Pascua en la fecha debida, de malversar las cuentas de la Iglesia y de cometer adulterio y pecados contra la castidad 29. De las tres acusaciones solo nos interesa la segunda y la tercera. Debido a las graves acusaciones contra el papa, el rey envió a un obispo a Roma para celebrar la Pascua y administrar la sede de Roma hasta que se tomase una resolución a las acusaciones contra Simmaco 30. También convocó un sínodo de obispos, conocido como el Sínodo Palmario, con el fin de revisar las imputaciones contra el sumo pontífice. Las sesiones se abrieron en el año 501. Entre las acusaciones a las que tuvo que enfrentarse se encontraba la de cometer adulterio y pecados contra la castidad. Sus delatores alegaban que Simmaco solía dormir en su misma cama con niñas impúberes y con esclavas a las que gustaba atar. En una de sus comparecencias ante el sínodo de obispos, el papa Simmaco se dirigía con un grupo de seguidores a responder a las acusaciones cuando en el trayecto fue atacado, al parecer, por seguidores del antipapa Lorenzo. Dos de los ayudantes papales fueron apuñalados hasta la muerte, pero Simmaco consiguió refugiarse en un edificio cercano. A aquel hecho siguieron días de disturbios en todo Roma, en la que los manifestantes entraron en los conventos, sacaron a las monjas al exterior y tras atarlas en las plazas públicas, fueron desnudadas y azotadas 31. El rey Teodorico ordenó el fin de los altercados e instaló en el palacio Lateranense al antipapa Lorenzo, mientras que el papa Simmaco fue confinado en San Pedro, acusado de haber provocado los disturbios con su actitud irresponsable. Teodorico mandó a Pedro de Altinum que revisase las normas de la Iglesia que impedían juzgar a un papa, pero Simmaco en su encierro ordenaba falsificar documentos que apoyasen su debate y posición con respecto a que ningún mortal podía juzgar a un pontífice. Finalmente, varios senadores convencieron a Teodorico para que perdonase al papa Simmaco, y así se puso fin al cisma presente hasta ese momento en la Iglesia. El rey se retractó, obligó a Lorenzo a volver a su antiguo destino, y repuso todas las propiedades de la Iglesia al papa, incautadas hasta ese momento. Simmaco regresó al trono de Pedro, aunque nunca fue aceptado por gran parte del clero, que lo seguiría viendo como un corrupto y un adúltero. El 23 de octubre de 502 se estableció de forma taxativa que ningún tribunal humano podría nunca juzgar a un vicario de Cristo, una vez consagrado como tal. Solo Dios podía juzgarle. Lo más curioso de todo es que el papa Simmaco, tras su muerte, sería canonizado.

A Simmaco le sucedería Hormisdas, nacido en la ciudad italiana de Frosinone y perteneciente a una rica y noble familia. Antes de ser ordenado sacerdote, había estado casado con una joven romana con la que tuvo un hijo. Este hijo, llamado Silverio, se convertiría en papa en el año 536 32. Hormisdas fue un fiel defensor de la cohabitación con esclavas y de permitir que sus obispos mantuviesen a sus esposas, siempre y cuando las tratasen como hermanas al más puro estilo de León I. También consiguió que el rey Teodorico reconociese en un documento el que aseguraba que en la sede apostólica —Roma—, se encontraba la plena y verdadera religión. En la elección de los siguientes pontífices, las mujeres iban a tener una posición dominante con respecto a este tema. Sin duda, la historia del papado iba a entrar en la era de la oscuridad.



Fuente: Los papas y el sexo. Primer capitulo / EricFrattini.com
Autor: Eric Frattini, (Lima, 1963) ensayista, novelista, conferenciante, profesor universitario, profesor en academias policiales, corresponsal en Oriente Medio, analista político y guionista de televisión residió durante varios años en Tahití (Polinesia), Asunción (Paraguay), Beirut (Libano), Nicosia (Chipre) y Jerusalén (Israel).
Ha dirigido diversos documentales para Televisión Española, Tele 5 y Antena 3 TV. Colabora asiduamente en programas de radio y televisión como "Cuarto Milenio" dirigido por Iker Jiménez en Cuatro TV o "Espacio en Blanco" dirigido por Miguel Blanco en Radio Nacional de España.
Frattini es autor de una veintena de libros, que han sido traducidos a diferentes idiomas entre los que se encuentra Osama bin Laden, la espada de Alá (2001); Mafia S.A. 100 años de Cosa Nostra (2002); Irak, el Estado incierto (2003); Secretos Vaticanos (2003); La Santa Alianza, cinco siglos de espionaje vaticano (2004); ONU, historia de la corrupción (2005); Mossad, la Ira de Israel (2006); o La Conjura, Matar a Lorenzo de Medici (2006).
Su obra ha sido publicada en diferentes países como Portugal, Italia, Francia, Rumania, Bulgaria, Polonia, Rusia, Brasil, Estados Unidos, Gran Bretaña, Irlanda, Canadá o Australia. Gran amante de los viajes, cruzó el Océano Pacífico en una balsa de totora; atravesó Australia ó la isla de Borneo en un Land Rover o el África Subsahariana a bordo de un camión. Actualmente vive en Madrid, dedicado a escribir. En 2007, publicó su primera novela titulada "El Quinto Mandamiento", una historia protagonizada también por el cardenal August Lienart y los asesinos del Círculo Octogonus, y que ha sido traducida a varios idiomas. En 2009, publicó con gran éxito su segunda novela, titulada 'El Laberinto de Agua' que será traducida a diversas lenguas.

Referencias: 1 Javier Paredes, Maximiliano Barrio, Domingo Ramos-Lissón y Luis Suárez,Diccionario de los Papas y Concilios, Ariel, Barcelona, 1998.
2 Véase el episodio de la suegra de Pedro relatado por Marcos 1, 30; Mateo 8, 14 y Lucas 4, 38.
3 Scott Walker, Footsteps of the Fisherman, Augsburg Fortress Publishers, Minneapolis, 2003.
4 A. Piñero-Gonzalo del Cerro, Hechos apócrifos de los apóstoles. Hechos de Pedro, vol. I, págs. 540-543, BAC, 646, Madrid, 2004.
5 Umberto Fasola, Pedro y Pablo en Roma, Visión Editrice, Roma, 1980.
6 Renè Chandelle, Traidores a Cristo. La historia maldita de los papas, Ediciones Robinbook, Barcelona, 2006.
7 Burgo Partridge, Historia de las orgías, Ediciones B, Barcelona, 2005.
8 Otto Kiefer, Sexual Life in Ancient Rome, Routledge & Kegan Paul, Nueva York, 1934.
9 Nigel Cawthorne, Sex Lives of the Popes, Carlton Publishing Group, Londres, 1997.
10 Renè Chandelle, ob. cit.
11 Carolyn Osiek y Margaret MacDonald, A Woman’s Place: House Churches In Earliest Christianity, Augsburg Fortress Publishers, Minneapolis, Minesota, 2005.
12 Marjorie Lightman y Benjamin Lightman, Biographical dictionary of ancient Greek and Roman women: notable women from Sappho to Helena, Facts On File, Nueva York, 2000.
13 Richard P. McBrien, Lives of the Pope, HarperCollins Publishers, San Francisco, 2004.
14 Antipope Hippolytus, The Extant Works and Fragments of Hippolytus, Kessinger Publishing, Whitefish, Montana, 2004.
15 Claudio Rendina, The Popes. Histories and Secrets, Seven Lock Press, Santa Ana, California, 2002.
16 Nigel Cawthorne, ob. cit.
17 Claudio Rendina, ob. cit.
18 Nigel Cawthorne, ob. cit.
19 Angelo S. Rappoport, The Love Affairs of the Vatican, Barter’s Books, Adelphi, Wisconsin, 1912.
20 La prohibición de casarse —el celibato obligatorio para los sacerdotes— se extendió al clero no monacal a partir del siglo XI.
21 James A. Brundage, Law, Sex, and Christian Society in Medieval Europe, University of Chicago Press, Chicago, 1990.
22 César Vaca, La sexualidad en san Agustín. Augustines magister (3 vols.), Etudes Augustiniennes, París, 1955.
23 San Agustín (trad. Victorino Capanaga), Soliloquios, Obras de San Agustín, BAC, Madrid, 1979.
24 Nigel Cawthorne, ob. cit.
25 John Man, Attila The Hun: A Barbarian King and the Fall of Rome, Bantam Press, Nueva York, 2006.
26 Darío Varela, Genserico, rey de los vándalos, Códigos, Valencia, 2007.
27 Nigel Cawthorne, ob. cit.
28 Javier Paredes, Maximiliano Barrio, Domingo Ramos-Lissón y Luis Suárez, ob. cit
29 Javier Paredes, Maximiliano Barrio, Domingo Ramos-Lissón y Luis Suárez, ob. cit.
30 Richard P. McBrien, ob. cit.
31 Nigel Cawthorne, ob. cit.
32 Antoni Montpalau, Compendio cronológico-histórico de los soberanos de Europa, Real Compañía de Impresores y Libreros, Madrid, 1792.

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lunes, 5 de abril de 2010

Los papas y el sexo: Cómo la Iglesia Católica ha podido ocultar 40 años de pederastia

La “conspiración de silencio” que nace con Juan XXIII

Se amenazó con la excomunión a quien difundiera algún caso

En 1962 el Papa Juan XXIII firma un escrito titulado Crimen de Solicitación o Crimen Sollicitationis (ver el documento original en latín "Intructio de modo procedendi in Causis Sollicitationis") en el que se fijaba el procedimiento a seguir en los casos de "pecados secretos" de miembros del clero. El texto permaneció oculto hasta 2003 cuando diversos medios de comunicación lo sacaron a la luz. Básicamente la orden del papa era mantener ocultos los abusos sexuales en la Iglesia.

Según narra Eric Frattini en su libro Los papas y el Sexo, "El documento (...) ordenaba a los obispos a actuar de la forma ‘más secreta' y a ‘observar el más estricto secreto. Siendo la divulgación de alguno de los casos considerada merecedora de pena de excomunión'."

Así fue como el conocido popularmente como "El papa bueno" encubría bajo un manto de mutismo a todos los implicados en casos abusos sexuales. Estipulaba que sólo un tribunal eclesial debia de actuar contra los estos delitos.

Esta "conspiración del silencio" vivió sus últimos coletazos, antes de hacerse pública, durante el papado de Juan Pablo II.

Los cardenales Joseph Ratzinger y Tarcisio Bertone emiten en 2001 el documento interno "De delictis gravioribus" (ver texto original en latín, haciendo clic aquí / o la traduccion del mismo al español, haciendo clic aquí) el que informan de cómo tratar de modo aún más privado estos procesos, sobre todo los relacionados con niños. Exigía que las denuncias fueran enviadas sólo y directamente a la Congregación para la Doctrina de la Fe que dirigía el propio Ratzinger.

Según reza el documento Vaticano: "Deben permanecer secretos y ser juzgados con rigor en un proceso interno".*


"El gran cáncer del catolicismo desde su creación ha sido el celibato"

Después de escribir la Historia de la Iglesia Católica a través de las oscuras relaciones de 261 pontífices con el sexo, el autor confiesa haber aprendido que el celibato entre los miembros del clero ha resultado profundamente dañino para la Iglesia.

"En el protestantismo o en el luteranismo, dónde a los religiosos se les permite casarse y tener hijos, no se conocen casos de abusos sexuales a niños como se han dado en la Iglesia Católica".

Como cuenta Eric Frattini en Los papas y el sexo (Ed. Espasa) la conspiración de silencio de la Iglesia sobre los casos de pederastia nace en 1963 con la firma de Juan XXIII en un documento en el que se establece, como norma pontificia, que se deben esconder todos los casos de abusos sexuales contra niños."

"Durante el Papado de Juan Pablo II, uno de los hombres que más ayudó a silenciar estos abusos fue Joseph Ratzinger como prefecto de la Doctrina de la Fe."

Así, en uno de los pasajes del libro se relata cómo una jueza federal de EEUU había dado la orden para detener al ya nombrado como Benedicto XVI en cuanto pisara suelo de aquel país. Se le acusaba de encubridor de estos crímenes durante su etapa anterior con Juan Pablo II (ver "Ratzinger en la ratonera").

"Sólo las rápidas gestiones del Vaticano con la Secretaria de Estado de EEUU hicieron posible que el nuevo Papa gozara de inmunidad diplomática como Jefe de Estado."

Esto es sólo una fracción de los 2010 años de Historia de la Iglesia que se recogen en "Los papas y el sexo". Un recorrido oculto e inhóspito entre las prácticas sexuales más sorprendentes y los delitos más atroces que cometieron algunos de los máximos responsables de esta Institución. Ya lo dice Antonio Piñero en el prólogo: "(Estamos ante) una institución que ha sobrevivido a pesar de la notable indignidad de muchos de sus jefes supremos".**


Video: "Los Papas y el sexo". Entrevista a Eric Frattini realizada por Miguel Pato.



Podscast: 'Los papas y el sexo con Eric Frattini' / Programa "Espacio en Blanco" (integro) de la Radio Nacional de España (RNE), emitido el 13 de febrero de 2010. (Algunas expresiones y conceptos expresados en esta entrevista no estamos de acuerdo, pero creemos muy interesante compartirla con nuestros amigos lectores. Editor)





* Fuente: PeriodistaDigital.com
Autor: Miguel Pato / 29 de marzo de 2010
**Fuente: PeriodistaDigital.com
Autor: Miguel Pato, 22 de marzo de 2010

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domingo, 4 de abril de 2010

“Crimen Sollicitationis”. Por Eduardo Literas

Es larga y compleja la madeja. Involucra hoy, a nivel internacional, a Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) en la elaboración de directivas vaticanas que ordenaban a los obispos encubrir los casos de pedofília sacerdotal frente los juzgados locales de los diferentes países, y se remonta a los tiempos en que el papa de la mirada torva era aún el poder detrás del trono, en los eternos años agonizantes del pontificado de Juan Pablo II. El siguiente texto, aparecido en el periódico Transición de México a mediados del 2006, disecciona el asunto. Las acusaciones son las mismas que hoy le explotan en la cara al papa. Sólo que con el tiempo han tomado cada vez más fuerza y parecen haber llegado al punto de convertirse en indesmentibles.


El 18 de agosto de 2003 el diario británico The Observer acusó a la Iglesia Católica y al Vaticano de ordenar a los obispos guardar silencio y mantener en secreto los casos de abusos sexuales a menores a través de un documento oficial conocido, por su nombre en latín, Crimen Sollicitationis (ver el documento original en latín "Intructio de modo procedendi in Causis Sollicitationis").

El documento secreto del Vaticano fue elaborado por el Santo Oficio (hoy la Congregación para la Doctrina de la fe) en 1962, y contiene una serie de instrucciones para los obispos sobre cómo manejar los casos del “peor crimen”. Es decir, los casos en que los sacerdotes se ven envueltos en relaciones sexuales con animales, personas o niños. Y en los que utilizan las confesiones para obtener favores sexuales de los fieles.

Crimen Sollicitationis llama a manejar en secreto dichos casos y el secreto se extiende al mismo documento. El castigo por la violación del secreto incluye la excomunión, la que sólo puede ser retirada por el mismo Papa. Tal vez esto explica la negación de la existencia de dicho documento por parte de algunos obispos. Crimen Sollicitationis salió a la luz en el contexto del escándalo de la denuncia de los miles de casos de abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes católicos en Estados Unidos.

Abogados estadounidenses involucrados en diversos casos sobre pedofilia eclesial dijeron que dicho documento era una evidencia de la política de obstrucción a la justicia practicada de forma oficial y como política de estado por el Vaticano. En respuesta, la Iglesia católica arguyó que la política de secretismo no incluía ocultar los crímenes de pedofilia cometidos por sacerdotes.

Crimen Sollicitationis fue también reproducido por el diario estadounidense Worcester Telegram & Gazette, que obtuvo una copia en 2003. El documento en cuestión se mantuvo por 40 años custodiado en secreto y catalogado como “extremadamente confidencial” en los archivos secretos de la Santa Sede. Daniel Shea, abogado estadounidense y ex seminarista lo descubrió y lo dio a conocer a la opinión pública de Estados Unidos. El documento, explicó Shea, fue citado como todavía en vigor, en una epístola del entonces cardenal Joseph Ratzinger titulada: “De Delictis Gravioribus” del 18 de mayo de 2001 (ver texto original en latín, haciendo clic aquí / o la traduccion del mismo al español, haciendo clic aquí).

Con dicha fecha el cardenal Joseph Ratzinger y hoy Benedicto XVI envió la epístola “Delictis Gravioribus” (“Normas de delitos más graves”) a los obispos de toda la Iglesia católica y otros ordinarios y superiores, anunciándoles qué actos “más graves quedaban reservados” al único juicio de su congregación. Añadía que la instrucción Crimen sollicitationis “en vigor, promulgada por la Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio el 16 de marzo de 1962, debía ser reconocida por los nuevos Códigos canónicos”.

Las jerarquías del Estado Vaticano se defendieron afirmando que las normas contenidas en el documento de 1962 no tienen ningún valor vinculante después de la entrada en vigor de las disposiciones que en 1983 reformaron el Código de Derecho Canónico. Sin embargo, en la epístola de Ratzinger de 2001, como ya dijimos, no hay dudas sobre la vigencia del documento Crimen Sollicitationis.

La justicia estadounidense persistió en las pesquisas y en enero de 2005, en la Corte del distrito de Harris County (Texas) el entonces cardenal y hoy Papa Benedicto XVI fue acusado de obstrucción de la justicia. La epístola fue incluida en la demanda presentada a principios de 2005 contra la Iglesia Católica de Texas y contra Ratzinger por los abusos sexuales cometidos a tres menores por Juan Carlos Patiño Arango, un seminarista de origen colombiano asignado a la iglesia San Francisco de Sales, de Houston. Patiño Arango fue acusado de haber abusado sexualmente de ellos durante sesiones de “orientación psicopedagógica” en la iglesia, a mediados de los noventa.

Según abogados de las víctimas, el cardenal Ratzinger “conspiró para obstruir la acción de la justicia”. El padre John Beal, catedrático de Derecho Canónico de la Catholic University of America, en declaración oral jurada, el 8 de abril de 2005, reconoció ante Daniel Shea que la carta ampliaba la jurisdicción y el control de la Iglesia Católica sobre delitos de abusos sexuales. La carta de Ratzinger estaba cofirmada por Tarsicio Bertone (hoy flamante Secretario de Estado), quien, en una entrevista de hace tres años, ya aludió a la oposición de la Iglesia Católica a permitir que organismos ajenos a ella pudieran investigar las denuncias de abusos sexuales cometidos por curas. “En mi opinión, no tiene fundamento la exigencia de que un obispo esté obligado a contactar con la policía para denunciar a un sacerdote que ha admitido ser culpable de pedofilia” dijo Bertone en ese entonces – vaya “joya” de sinvergüenza -. Posteriormente el gobierno de Estados Unidos ordenó al tribunal de Texas que el Papa Benedicto XVI debía recibir inmunidad en la demanda sobre Patiño Arango. El subsecretario de Justicia de Estados Unidos, Meter Keisler, dijo que como Jefe de Estado del Vaticano, Benedicto XVI goza de inmunidad. Y señaló que permitir que continúe la demanda sería “incompatible con los intereses de política exterior de Estados Unidos”.

La Corte Suprema de Justicia afirmó por su parte que los tribunales de Estados Unidos están obligados a acatar esas “sugerencias de inmunidad”. De tal manera, la elección de Ratzinger como Papa lo salvó de enfrentarse a la justicia estadounidense o tener que esconderse tras lo muros del Vaticano de una orden de captura de la INTERPOL. Otra demanda presentada en 1994 contra el anterior Papa Juan Pablo II, también en Texas, fue desechada después de que el gobierno de Estados Unidos presentara una moción similar.

Trascendió que la embajada de la Santa Sede en Washington había pedido al gobierno de Estados Unidos que emitiera su sugerencia de inmunidad, e hiciera todo lo posible para que el caso fuese desestimado. Patiño Arango es hoy un prófugo de la justicia.



Fuente: TheClinic.cl
Autor: Eduardo Literas

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