lunes, 30 de marzo de 2009

Otro caso de abuso sexual sacude al Vaticano

Benedicto XVI echó a un obispo irlandés que fue secretario personal de Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II. Fue por proteger a sacerdotes acusados de pedofilia.

El célebre monseñor John Magee, que fue secretario personal de los Papas Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, es el protagonista de un nuevo gran escándalo de abusos sexuales en la Iglesia irlandesa, que se ha hundido en el desprestigio desde que fueron destapados numerosos casos de pedofilia en la isla céltica, católica y republicana en las últimas décadas. La conferencia episcopal de Irlanda anunció el sábado que el Papa ordenó de inmediato sustituirlo como obispo de Cloyne, una de las diócesis meridionales, y nombrar en su lugar como administrador apostólico al arzobispo de Cashel, monseñor Dermot Clifford.

Clifford dijo ayer: "daré toda las contribuciones necesarias a la Comisión de Investigación". Lo mismo dijo monseñor Magee. "Me he empeñado en colaborar de todos modos con el trabajo de la comisión investigadora", dijo al anunciar su dimisión a los fieles reunidos en una misa celebrada en la catedral de San Colman.

"Soy consciente de que debo dedicar mucho tiempo y energías a este objetivo, por lo que sería complicado además llevar adelante la normal administración de la diócesis".

El cardenal primado de Irlanda, Sean Brady, dijo ayer que "la decisión del Santo Padre es una indicación de cuánto es importante para la Iglesia la tutela de los menores y el cuidado de las víctimas".

Embestida por escándalos de pedofilia de numerosos sacerdotes que le han costado la pérdida de confianza de muchos fieles en uno de los países más católicos del mundo, la Iglesia de Irlanda se ha vuelto particularmente sensible al tema de los abusos sexuales.

El 19 de diciembre fue publicado el "informe Cloyne" preparado por un organismo de la Iglesia irlandesa que se ocupa de la salvaguardia de los menores y que actúa en forma independiente de las jerarquías eclesiásticas.

"Se sabía de las dificultades que padecía tras algunas denuncias de abusos sexuales de curas de su diócesis. En el Vaticano era notorio que no tenía ya el control de su propia diócesis", dijo el teólogo Gianni Gennari, editorialista del matutino Avvenire de Milán, propiedad de los obispos italianos.

Magee es al parecer acusado de haber trasladado a dos sacerdotes pedófilos de su diócesis en lugar de acusarlos formalmente, siguiendo la política del avestruz que tantas veces utilizó la Iglesia en el mundo para tapar el escándalo.

El "informe Cloyne" criticó duramente el comportamiento del obispo, afirmando que las prácticas de protección a los menores en la diócesis de monseñor Magee eran "inadecuadas y en ciertos aspectos dañinas". Por esta razón, varios niños habían sido "puestos en una situación de riesgo".

El 7 de enero intervino una comisión de la arquidiócesis de Dublin y una semana más tarde el cardenal primado Sean Bradley dijo que monseñor Magee había prometido "cambios y progresos" a los fieles indignados que reclamaban la renuncia del obispo y la intervención del gobierno de Irlanda.

El 4 de febrero monseñor Magee se dirigió directamente al Vaticano anunciando su voluntad de renunciar.

La fama del obispo irlandés en el Vaticano, en los tiempos en que era conocido por todos como el "padre Magee", desbordó en los medios de comunicación de todo el mundo tras la muerte imprevista de Juan Pablo I, en setiembre de 1978. El Papa Albino Luciani falleció de un infarto y la versión oficial fue que su secretario, el padre irlandés John Magee, lo había encontrado muerto en su lecho y que había avisado de inmediato al secretario de Estado, cardenal Jean Villot.

Como de inmediato se difundió el rumor de que Juan Pablo I había sido, en realidad, asesinado con un café envenenado, el Vaticano se vio obligado a revelar que había sido una vieja monja la que vio primero al Papa muerto cuando le llevó su habitual café a las 5,30 de la mañana. Ella corrió a avisar a Magee quién a su vez llamó a Villot.

El padre Magee había entrado en los aposentos pontificios como secretario de Pablo VI y continuó en el cargo tras la muerte del Papa Luciani como secretario personal de Juan Pablo II en octubre de 1978.

En 1982 el pontífice polaco lo promovió a Maestro de Ceremonias Pontificio y cinco años después lo premió consagrándolo obispo de Cloyne, en su patria irlandesa.

Fuente: Clarin.com
Fotografía: John Magee, como maestro de ceremonias, asiste a Juan Pablo II en una primera comunión.

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lunes, 16 de marzo de 2009

¿Crisis papal?

La soledad del Papa por la crisis de los lefebvrianos llena de sombras su pontificado.

"El Papa no está solo. Todos sus colaboradores más cercanos le son lealmente fieles y están profundamente unidos a él". El desmentido lanzado ayer por el cardenal Tarcisio Bertone, número dos de Benedicto XVI y secretario del Estado Vaticano, no deja lugar a dudas. Recuerda las coletillas que se usan en situaciones excepcionales o desesperadas, en golpes de Estado por ejemplo. Así están las cosas en el Vaticano. A casi dos meses vista del estallido del perdón a los obispos lefebvrianos, -incluido Williamson, el que se empeña en negar el Holocausto- el Papa ha caído herido por el intenso fuego amigo.

Dentro de la Iglesia "se muerde y se devora". Ése es el insólito mensaje que Ratzinger envió a los católicos en su ya histórica carta a los obispos de todo el mundo, que fue conocida el miércoles, un día antes de lo previsto, gracias a una nueva filtración de la curia, en la segunda fuga de información de las últimas semanas.

Usando palabras medidas, pero más íntimas que nunca, el frío Papa alemán se desnuda ante el mundo con una sinceridad nunca vista, tanto por el tono como por el contenido. Ratzinger no se queja de las críticas de laicos y judíos, al revés alaba "la ayuda de los amigos hebreos", hace autocrítica y admite errores de comunicación, pide perdón por no usar más Internet, se confiesa lacerado por la actitud beligerante de sus propias ovejas. El enemigo en casa: "Odio sin temor ni reserva", "hostilidad lista para el ataque".

La crisis que revela la carta es gravísima. El estado de ánimo del Papa, más que triste, profundamente solo y decepcionado, llena de sombras el presente y el futuro de su pontificado. Cuatro años después de su elección, "la curia está en desbandada y el Papa sigue encerrado en su palacio", escribía ayer Marco Politi, vaticanista de La Repubblica.

L'Osservatore Romano, el órgano de la Santa Sede, se atreve a definir las críticas católicas al Papa como "el mayor escándalo de los tiempos recientes", pone el adjetivo "miserables" a las fugas de información, habla de "manipulaciones" de la curia y recuerda al equipo de Gobierno que es un "organismo colegiado que tiene un deber de ejemplaridad".

El Papa desvela más: dice que ese clima de guerra civil, ese descontento, estaba latente, y ha salido a la luz del sol aprovechando el escándalo global creado por el perdón de la excomunión de los lefebvrianos. Un gesto magnánimo hacia los preconciliares, que quería ser de "discreta misericordia" y que se justifica en la virtuosa necesidad de unir a una Iglesia en crisis, es aprovechado por sus adversarios para "morder" y provocar una división aún mayor.

La revuelta parte de los grandes episcopados europeos, todos ellos muy sensibles a la cuestión judía (Alemania, con la sublevación de 60 teólogos; luego Austria, más tarde Francia y Suiza). Los críticos reprochan al Papa sobre todo una cosa: que no pidiera de forma preventiva a los lefebvrianos una adhesión clara al Concilio II. Ésa es la sustancia de la controversia, casi oculta tras la bomba mediática de la entrevista a Williamson en la que el obispo lefebvriano negaba el Holocausto. Lejos de ver en la decisión un futuro de unidad, muchos obispos juzgan como una involución el generoso trato ofrecido a los cismáticos. Una vuelta a un pasado oscuro y cerrado. Como dice un jesuita español destinado en Roma, "el concilio es la Iglesia; sin concilio no existimos".

Dentro de la curia -los cientos de obispos y cardenales que llevan la gestión diaria de la Santa Sede desde una treintena de congregaciones, tribunales, oficinas y consejos pontificios-, las lamentaciones son de otra índole. La principal es que un Papa como Dios manda no debe dar nunca marcha atrás. Y Benedicto XVI lo ha hecho dos veces en un mes. En Austria, al revocar el nombramiento del obispo auxiliar de Linz, el ultraconservador Gerhard Maria Wagner, ante el clamor suscitado en el país. Y en Roma, al conceder el perdón a los lefebvrianos y congelarlo luego.

Además, están los síntomas de guerrilla, la disfuncionalidad general en la gestión, las torpes prácticas de comunicación, el hielo entre el cardenal Bertone y la curia. Y a eso se suma el aislamiento del líder: la abstracción del Papa -ahora remata su primera encíclica social y la segunda parte del libro sobre Jesucristo-, la ausencia de un equipo con el que contrastar opiniones, la falta de una línea de mando, la escasez de cardenales fieles.

Caben en una mano: Bertone; el sucesor de Ratzinger al frente de la Congregación para la Doctrina de la fe, Joseph Levada; el nuevo responsable del Culto Divino, Antonio Cañizares; y Grocholewski, que se ocupa de Educación Católica.

Entre los demás, el deporte favorito es comparar a Benedicto XVI con Juan Pablo II. Inagotable tema de conversación en la curia, la nostalgia de los buenos y no tan viejos tiempos. La verdadera cruz de Ratzinger, bastón doctrinal de Wojtyla durante 20 años, es Wojtyla. "Él no tiene su carisma, no tiene su capacidad de llegar a la gente, no tiene su visión política. Vive apartado del mundo", resume Sor María, monja genovesa, profesora en un colegio de Roma.

Fuente: ElPaís.com / Titulo original "Fuego amigo en el Vaticano".
Autor: Miguel Mora

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lunes, 9 de marzo de 2009

"La iglesia católica puede convertirse en secta"

Según el polémico teólogo alemán, Hans Küng, en una entrevista al diario francés Le Monde.

El polémico teólogo católico, Hans Küng, alertó hoy del riesgo de que la iglesia católica se convierta en una secta y denunció las posiciones conservadoras del Papa Benedicto XVI así como su decisión de rehabilitar a cuatro obispos que niegan el Holocausto.

"La Iglesia corre el riesgo de convertirse en una secta. Muchos católicos no esperan nada de este Papa. Y eso es muy doloroso", afirma el teólogo alemán en una entrevista que hoy recoge el diario vespertino Le Monde.

Según Küng, lo primero que tendría que hacer el Pontífice es reconocer que la iglesia católica atraviesa una "crisis profunda" y, después, podría hacer "gestos", como corregir la encíclica que prohíbe todo tipo de contracepción, y podría decir mañana mismo: "Derogo la ley del celibato para los curas".

En su opinión, el Papa es "mucho más poderoso" que el presidente de Estados Unidos porque no tiene que rendir cuentas ante un Tribunal Supremo.

En el caso de Benedicto XVI, Küng considera que es un hombre que siempre ha vivido en el medio eclesiástico, que ha viajado muy poco y ha permanecido encerrado y alejado de las críticas en el Vaticano, lugar que comparó con el Kremlin.

El teólogo considera además que el Papa "tiene una posición ambigua sobre los textos del Concilio (Vaticano II) porque no se siente cómodo con la modernidad y la reforma".

También le parece "escandaloso" que, coincidiendo con el 50 aniversario del lanzamiento del Concilio por el Papa Juan XXIII, el Pontífice actual haya decidido revocar la excomunión a personas opuestas a ese Concilio.

Küng se refiere al negacionista Richard Williamson y otros tres obispos seguidores del cismático ultraconservador Marcel Lefebvre, a quienes Benedicto XVI levantó recientemente la excomunión que pesaba sobre ellos desde hacía 20 años.

Esa decisión del Papa, añadió, no responde a "un fallo de comunicación o de táctica, sino que constituye un error del Gobierno del Vaticano".

Fue el Vaticano el que le quitó a Küng la autorización para enseñar teología católica en 1980 después de que éste cuestionase el dogma de la infalibilidad papal.

Desde entonces, Küng, que ha permanecido dentro de la iglesia católica aunque suspendido como teólogo católico y como sacerdote, está dedicado a fomentar el diálogo entre las religiones.

Nota: Obviamente que no estoy de acuerdo con la opinión de Küng, de la perdida de protagonismo del catolicismo por culpa del actual papa. Pero es interesante ver los otros comentarios vertidos en la misma entrevista. Recordemos que Joseph Ratzinger y Hans Küng se conocieron años atrás en la Universidad de Tubinga, donde eran profesores de Teología Dogmática. El primero llegó a Tubinga en 1966 por recomendación del propio Küng.

En 1979, durante el pontificado de Juan Pablo II, la Iglesia le retiró a Kung la licencia de enseñar en centros católicos después de que se negara a rectificar su rechazo al dogma católico de la infalibilidad papal. La universidad de Tubingia lo mantuvo como profesor de ecumenismo.

Kung criticó duramente a Juan Pablo II e incluso después definió como "artimañas" lo que a su juicio estaba ocurriendo en el Vaticano, supuestamente impulsado por el Cardenal Ratzinger para elegir a un nuevo papa que siguiese la línea de Karol Wojtyla.

Inmediatamente después de la elección de Benedicto XVI, el profesor suizo declaró haberse llevado "una decepción gigantesca" por tal acontecimiento. Editor

Fuente: CriticaDigital.com

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