viernes, 14 de diciembre de 2007

GUERRA SANTA ENTRE REPUBLICANOS

La irrupción de Huckabee en la campaña hace del cristianismo un arma política.


La audiencia presente esta semana en el discurso de Mike Huckabee en un pequeño salón del campus de la universidad de Iowa en Newton no era muy diferente a la de cualquier acto de cualquier candidato en otras ciudades de Iowa: apenas medio centenar de personas, en su mayoría por encima de los 50 años, mujeres arregladas de forma espartana y hombres de camisa a cuadros y parka. Lo que hacía esta ocasión diferentes a las anteriores era la masiva presencia de cámaras de televisión, incluida una de una cadena escandinava, y reporteros de los principales medios, algunos de ellos extranjeros.

Todos querían ver de cerca al gran fenómeno del momento, al hombre que en dos semanas ha pasado de ser un desconocido a encabezar la última encuesta del The Des Moines Register, por delante de Mitt Romney y a colocarse en segundo lugar a nivel nacional, nueve puntos por detrás de Rudy Giuliani, en la encuesta publicada esta semana por USA Today y Gallup.

No es difícil de explicar este llamativo ascenso en Iowa, donde una mayoría republicana muy influida por el conservadurismo religioso ha decidido escuchar la voz de un lúcido reverendo protestante como Huckabee como alternativa a la sospechosa prédica de la otra acera de la fe, la del mormón Romney.

Pero, como decía el propio Huckabee en el acto en Newton, "el mundo entero está observando lo que pasa en Iowa". Lo que pasa aquí no es sólo un acontecimiento local, y fuera de aquí es más difícil de entender quién es Huckabee y cuáles son sus verdaderas posibilidades de ser presidente.

Para resolver esta última duda es imprescindible esperar a ver lo que pasa el 3 de enero en el caucus de Iowa. Si no consigue la victoria, es probable que su estela se difumine pronto, puesto que su fama fuera de aquí es menor y sus recursos para competir en estados más grandes y distantes son escasos. Pero si Huckabee ganase aquí, cualquier cosa podría ocurrir.

Mike Huckabee es un pastor evangélico que satisface perfectamente las rígidas exigencias en cuanto a moral que las bases republicanas imponen en estos tiempos. Pero Huckabee es también un político experimentado -fue gobernador de Arkansas- que rompe bastante el molde neocon que ha dominado en Washington en los últimos años y recupera una tradición conservadora más aislacionista y prudente en política exterior.

Huckabee alertó el martes a los posibles votantes de Newton que "no hay que engañarse sobre las verdaderas intenciones de los yihadistas islamistas, destruir a Estados Unidos" y prometió, para hacerle frente, "un Ejército fuerte con el que nadie se atreva a meterse". "Fuerte", añadió, "pero inteligente, que sólo intervenga donde sea necesario y cuando sea necesario". Garantizó que será "tan respetuoso con la soberanía de los demás países como queremos que sean con la nuestra".

Llamó la atención sobre el hecho de que "Estados Unidos está financiando ambos lados de la guerra contra el terrorismo". "Estamos dando dinero también", explicó, "a los saudíes que pagan a las madrasas de donde salen los yihadistas que nos atacan". Esto acabará, según él, "cuando dejemos de ser esclavos del petróleo de Oriente Próximo y creemos nuestras propias fuentes de energía".

Huckabee garantizó también mano firme contra la inmigración ilegal y contra el crimen, una política de "impuestos justos" y alguna que otra novedad en el terreno de la sanidad o la enseñanza, como convertir el arte en asignatura obligatoria.

La gente que lo escuchaba lo identificaba como "un buen tipo". Tiene un lenguaje sencillo y transmite una sensación de confianza. Es un buen orador y un buen candidato.

Pero no es por sus propuestas sobre política exterior ni por ser "un buen tipo" o un buen orador por lo que ha ascendido tan bruscamente en las encuestas. De lo que se trata aquí en este momento de la campaña es de una auténtica guerra santa, los votantes republicanos -al menos hoy, quizá sea distinto más adelante en otros estados- están premiando al reverendo Huckabee frente a un mormón, por muy conservador que sea, o frente a un neoyorquino que admite el aborto y que se ha casado tres veces.

Esto está claro para Giuliani, que ha renunciado incluso a dar la batalla en Iowa. Y también parece haber quedado claro para Mitt Romney, que ayer se precipitó a pronunciar un discurso en un lugar tan respetable como la Biblioteca George H. W. Bush, para explicar su fe y defender, como hizo el católico John Kennedy, el derecho de un no protestante a ser presidente de EE UU.

"La libertad requiere de la religión como la religión requiere libertad", dijo Romney. "Si tengo la fortuna de ser presidente, no serviré a ninguna religión, a ningún grupo, a ninguna causa, a ningún interés. Ningún candidato debería ser el portavoz de su fe".

Todas las explicaciones serán insuficientes para vencer el fanatismo de la derecha cristiana, que considera a los mormones, seguidores de la Iglesia de Cristo de los Santos de los Últimos Días, como auténticos herejes. Aunque no siguen los preceptos de la Biblia sino los del Libro de los Mormones, éstos se consideran a sí mismo cristianos y, con la excepción del derecho a la poligamia -que ya no se cumple-, son famosos por la rectitud de su moral y por el tradicionalismo de sus costumbres. El propio Romney, que llegó a ser en la Iglesia mormona el equivalente a un obispo católico, presume de familia numerosa y de devoción a Dios.

"En realidad", afirma el columnista Richard Cohen, "Romney y Huckabee piensan lo mismo sobre los principales temas relacionados con la moral, el aborto, las células madre, el control de armas. Se distinguen sólo en sus creencias religiosas, que es precisamente lo que se supone que no debe de tener importancia en este país".

Pero Huckabee sabe que ahora y en su partido sí que tiene importancia y está dispuesto a explotar esa diferencia presentándose a sí mismo como "el candidato cristiano". Frente al millonario mormón, Huckabee detalló en Newton el perfil de un verdadero y humilde cristiano, el hijo de un modesto granjero "que sólo tuvo un verdadero lema en su vida, el trabajo duro". "Creo en el matrimonio de por vida entre un hombre y una mujer, creo en la familia como unidad básica, Dios creó a la familia antes que al Gobierno o a cualquier otra institución, y creo, sobre todo, en la vida con todos sus derechos desde el mismo momento de la concepción". Se olvidó de decir que también cree en el creacionismo. "Creo que Dios creó los cielos y la Tierra", dijo recientemente.

El irresistible ascenso de Huckabee puede verse frenado si llega a extenderse la noticia de que, en su tiempo de gobernador, el hoy candidato permitió la liberación, en contra de varias recomendaciones, de un preso por violación que volvió a cometer un crimen tras su puesta en libertad. Algo así arruinó la carrera de Michael Dukakis.

El asunto está todavía contenido, pero alguien entre el público en Newton preguntó a Huckabee si era cierto el rumor de que tenía buena relación con su paisano Bill Clinton, que fue gobernador de Arkansas antes que él. No puede haber peor acusación para un candidato republicano en esta campaña electoral. Huckabee se precipitó a negarlo: "Muy al contrario, soy el único candidato que se ha enfrentado a la maquinaria de los Clinton y que la ha derrotado".

Clinton es el nombre del diablo en esta Guerra Santa republicana. El pegamento que une todos los bandos.

Fuente: ANTONIO CAÑO desde Newton (Iowa) para ElPais.com
Fotografia: John Gapps / EFE Mike Huckabee, en primer plano, y Mitt Romney, durante el debate de pre-candidatos republicanos a la presidencia estadounidense.

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